Cuando Pablo y Silas llegaron a Filipos, comenzaron a predicar las Buenas Nuevas, sin embargo, después de expulsar un demonio de adivinación, los habitantes de esa ciudad protestaron de tal manera que los enviaron a la cárcel. A la media noche comenzaron a alabar a Dios con canciones y se produjo un fuerte temblor que derrumbó la prisión. El carcelero, al pensar que los presos a su custodia se escapaban, pensó en suicidarse para no caer en manos de la justicia romana, pero Pablo y Silas lo convencieron de que nadie se había escapado y de esa forma preservaron su vida.
Este hecho impactó de tal forma al carcelero que pudo captar la magnitud de la salvación de una muerte segura en manos de los romanos y pudo ver más allá una salvación mayor y excelsa proveniente de un Dios amoroso que en medio de la tribulación recibió la alabanza de sus hijos encarcelados y respondió de tal forma que abrió el corazón del custodio, quien, emocionado exclamó: “—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos le contestaron: —Cree en el Señor Jesús y serás salvo, junto con todos los de tu casa. Y le presentaron la palabra del Señor tanto a él como a todos los que vivían en su casa. Aun a esa hora de la noche, el carcelero los atendió y les lavó las heridas. Enseguida ellos lo bautizaron a él y a todos los de su casa. El carcelero los llevó adentro de su casa y les dio de comer, y tanto él como los de su casa se alegraron porque todos habían creído en Dios”. (Hechos 16:30-34)
El carcelero se dio cuenta de que lo que recibió sobrepasaba todo entendimiento y, acostumbrado a logra las cosas a cambio de algo personal, solo se le ocurrió preguntar “¿Qué debo hacer?”, estoy seguro de que esa pregunta la tenía bien clara porque en la sociedad donde vivía, todo se lograba dando algo a cambio (hoy no es diferente de aquel entonces ¿o sí?)
Además, pienso que emitió la pregunta por no dejar, porque lo que acababa de presenciar tenía para él un valor incalculable, en términos terrenales, imposible de pagar. Sin embargo, la respuesta debió haberlo dejado aún más perplejo; era una respuesta por demás simple: “Cree en el Señor Jesús y serás salvo”. ¿Y eso es todo?
Bueno, pues esa pregunta y más todavía, esa respuesta, están vigente hoyen día; si usted se pregunta: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”, Dios le contesta: “Sólo cree en Jesús y serás salvo”. Tal vez se pregunte: ¿Y… nada más? La respuesta es afirmativa.
Veamos por qué.
Dios no nos pide que hagamos esto o aquello para darnos la salvación; Él ya nos la ha dado antes de que se la pidiéramos y nos ha dejado un testimonio escrito que es su mismísima Palabra. El apóstol Pablo dejó por escrito en las Sagradas Escrituras que: “… una persona es declarada justa ante Dios por la fe en Jesucristo y no por la obediencia a la ley. Y nosotros hemos creído en Cristo Jesús para poder ser declarados justos ante Dios por causa de nuestra fe en Cristo y no porque hayamos obedecido la ley. Pues nadie jamás será declarado justo ante Dios mediante la obediencia a la ley” (Gálatas 2:16)
“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios. La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo. Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás”. (Efesios 2:8-10).
Lo que acabamos de leer/escuchar es el fundamento seguro de nuestra salvación. El apóstol Juan nos dice: “Les he escrito estas cosas a ustedes, que creen en el nombre del Hijo de Dios (el Señor Jesús), para que sepan que tienen vida eterna”. (1 Juan 5:13)
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida…” (Juan 3:36)
Pero, ¿Qué significa creer en Jesús, el Hijo de Dios?
Creer en Jesús es creer en quién es Él, su obra, su propósito, su misión y lo más importante: lo que somos nosotros en Él, por El y para Él.
Jesús es un ser humano excepcional, único, fue engendrado por Dios mismo, un ser humano en el que se manifiesta la gloria del Hijo Eterno del padre.
Jesús es la forma excelsa y sublime que Dios planeó desde la eternidad y para la eternidad mediante el cual pudo introducirse en su creación para redimirla y santificarla; ahora, como lo expresa el teólogo Karl Barth: Dios es humano; en la unidad del padre, el Hijo el Espíritu Santo, está incluido un ser humano: Jesús.
Y este Jesús tiene una singularidad sorprendente: en su cuerpo, alma y espíritu, está incluida toda la humanidad, tal como lo planeó Dios desde el principio: “Dios nos escogió en Él (Cristo) antes de la creación del mundo, para que seamos santos y sin mancha delante de Él” (Efesios 1:4) NVI (El énfasis es mío).
Gracias a este Jesús, estamos en perfecta comunión y armonía con el Dios del universo. Gracias a este Jesús, Dios se ha mezclado con su creación (humanidad y cosmos).
Ahora nosotros somos los Hijos Amados de Dios porque Jesús es el Hijo Amado de Dios.
Ahora ya no somos pecadores porque Jesús nos ha hecho santos y sin mancha y nos llena con su presencia.
Ahora nuestra vida tiene un propósito excelso y cósmico; mucho más inmenso de lo que podamos imaginar.
Nuestra vida ha sido declarada eterna porque Jesús es eterno.
A este Jesús le ha dado un gozo excelso cumplir este plan.
¿Se da cuenta de quién es usted amable lector, por Cristo y su obra?
Si es así, lo invito a regocijarse por siempre en la presencia misma de la majestad del Dios que es todo amor y bondad y misericordia para con su creación.
Esto es usted ahora y esto (aunque siento que me faltan muchas palabras para describir lo que Jesús ha hecho) es lo que significa “Sólo cree en Jesús y serás salvo”.
Cuando le pregunten: ¿Cree usted en Dios? ¿En Cristo? Sepa que su respuesta implica una realidad que sobrepasa todo entendimiento.
La respuesta dada por el apóstol Pablo al carcelero de Filipos, aunque simple, tiene una magnitud cósmica, que trasciende la materia, el tiempo y el espacio.
No es necesario hacer nada, todo lo ha hecho Dios, por eso nos dice: cree en Jesús, porque “… en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28), porque si no creemos que algo en nuestro, no lo tomaremos, ni lo disfrutaremos, aunque sea nuestro.
Yo sí creo en Jesús, aunque su significado no lo pueda captar en su plenitud, ya llegará el momento de saberlo. Y ¿Usted? ◊
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