El Cordero de Dios

¡Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir
el poder y la riqueza y la sabiduría,
y la fuerza y el honor y la gloria y la alabanza!
Apocalipsis 5:12

por Joseph Tkach

 A lo largo de la Biblia, un cordero sacrificado se utiliza como símbolo de la redención humana. En Génesis, Dios cubrió a Adán y Eva con pieles de animales, lo que sugiere que un sacrificio había tenido lugar. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Cuando Dios guió a Israel a salir de la esclavitud en Egipto, les dio la práctica de adoración de sacrificar corderos. Antes de la primera Pascua, se les instruyó a «tomar de la sangre y ponerla en los laterales y parte superior de las puertas de las casas donde comerían los corderos» (Éxodo 12:7).

La sangre se convirtió en un signo para que Israel recordara que el ángel de la muerte pasó por encima de sus casas y no invocó la pena de muerte de los primogénitos de cada casa.

Y esta no era una actividad de una sola vez. Dios le dio a Israel un sistema de sacrificios que incluía sacrificios de corderos diarios, semanales, mensuales y anuales. Fue una parte integral de su vida y de su cultura.

En el Nuevo Testamento continúa el tema de los corderos y los pecados. El apóstol Juan registra que, cuando Juan el Bautista vio a Jesús viniendo hacia el río Jordán, dijo, «Miren, ¡el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» (Juan 1:29) Jesús fue el sacrificio perfecto , y cuando murió y resucitó por todo pecado humano, la necesidad de sacrificios de animales, que siempre había señalado a él, llegó a su fin.

El autor de Hebreos atribuye estas palabras al Espíritu Santo: «No me acordaré más de sus pecados y actos al margen de la ley”. Y si estos han sido perdonados, ya no hay sacrificio por el pecado. (Hebreos 10:17-18).

El mismo capítulo nos dice que la ley, con sus sacrificios, sólo fue una sombra de las cosas buenas por venir, no la realidad misma. Por la voluntad del Padre, añade el versículo 10: «Hemos sido santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesús de una vez por todas«.

La ley señalaba a Jesús. En el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, capítulo 13, versículo ocho, el apóstol Juan escribió que «el Cordero fue inmolado desde la creación del mundo«.

Juan está diciendo que el sacrificio de Jesús fue una vez, para todos. Incluye a todos los que han vivido. Incluye a los santos del Antiguo Testamento, así como del Nuevo. En otras palabras, el efecto del sacrificio de Jesús es exactamente igual como si él hubiera sido sacrificado en cualquier período de tiempo en que los seres humanos han vivido. Somos salvos el día de hoy por el mismo sacrificio que salva a todos los seres humanos a lo largo del tiempo. Desde el Jardín del Edén hasta todos los que viven hoy en día y aquellos que vendrán después de nosotros, estamos todos bajo este pacto de gracia, que abarca todos los tiempos.

Como dice el apóstol Pedro, Jesús es el Cordero cuya sangre nos redime. «Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. Cristo, a quien Dios escogió antes de la creación del mundo, se ha manifestado en estos últimos tiempos en beneficio de ustedes”. (1Pedro 1:18-20).

La salvación viene por la gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo, cuya sangre quita todo pecado. La salvación nunca fue posible por medio de guardar la ley, que, en cualquier caso, toda persona ha fallado en guardar.

Jesús no sólo es el Creador y Juez de todas las cosas, es también el cordero de sacrificio que toma el pecado del mundo sobre sí mismo y perdona a todos. Él es a quien la ley siempre señaló, pero nunca podría lograr por sí misma. Él es el Creador y Redentor de su Universo.

¡Te animo a vivir en la redención que Jesucristo nos ha dado!

Padre, gracias por darnos el regalo de la salvación a través de Jesucristo. Gracias porque él se sacrificó a sí mismo por mí y por el mundo entero. Ayúdame a vivir la redención hecha posible por medio de Él, el Cordero de Dios.   

Autor: Joseph Tkach

Joseph Tkach fue presidente de la Comunión de Gracia Internacional desde 1995 - 2020. Estudió en la Institución Ambassador de 1969 a 1973, donde recibió su licenciatura en teología. Obtuvo una Maestría en Administración de Empresas de la Universidad de Western International en Phoenix, Arizona, en 1984. Recibió un Doctorado en Ministerio de la Universidad Azusa Pacific en Azusa, California, en mayo de 2000. Nació el 23 de diciembre de 1951 en Chicago, Illinois, donde pasó la mayor parte de su infancia hasta que sus padres se mudaron a Pasadena en 1966. Casado en 1980, el Dr. Tkach y su esposa Tammy tienen un hijo, Joseph Tkach III, y una hija, Stephanie.

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