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Nos acercamos vertiginosamente al final del 2013, donde comenzamos a experimentar las actividades que llevan inherentemente un final o hacer referencia a metas cumplidas y no cumplidas. Los que somos aficionados al Béisbol, en octubre disfrutamos el final de la temporada con la llamada Serie Mundial, en los Estados Unidos, noviembre inicia en México con la celebración a los muertos, herencia que nos legaron nuestros antepasados mexicas, principalmente y, claro, ya vislumbramos la navidad, época de hacer balances para iniciar un nuevo año. Todo esto nos hace reflexionar que el final de las cosas implica un nuevo comienzo, con la esperanza de que sea mejor cada vez. Esto es lo que Dios nos ha enseñado en su Santa Palabra, nos hace vivir en etapas como círculos que finalizan y terminan en una rueda eterna.
La festividad que identifica al mes de noviembre en México, relacionada con la muerte tiene una profundidad tal que se constituye en un paradigma para mucha gente; el mensaje presente es que la muerte no es el fin de las cosas, sino un tránsito hacia una nueva oportunidad, en otras condiciones, siempre mejores que las actuales.
Y la Biblia nos enseña que Dios termina una etapa y comienza otra, cumpliendo sus planes establecidos desde la eternidad. Hablando de la muerte, surge a pregunta que da título a esta reflexión: ¿Qué murió en el diluvio y por qué?
A la luz de la Palabra de Dios daremos respuesta a este interrogante y el significado eterno que lo llena. Partiremos de la Escritura para saber los antecedentes: “Luego los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra, y les nacieron hijas. Los hijos de Dios vieron a las hermosas mujeres y tomaron como esposas a todas las que quisieron. Entonces el Señor dijo: «Mi Espíritu no tolerará a los humanos durante mucho tiempo, porque sólo son carne mortal. En el futuro, la duración de la vida no pasará de ciento veinte años»”. (Génesis 6:1-3) NTV
Esta Escritura nos muestra que había personas que creían en el Creador y lo obedecían, de acuerdo con su conocimiento y Dios les había dado su Santo Espíritu; sin embargo, dada la naturaleza humana afectada por el pecado de nuestros primeros padres, les limitó lo que ahora conocemos como la esperanza de vida, a 120 años.
Dios nos narra la condición de la humanidad en aquellos tiempos: “El Señor vio la magnitud de la maldad humana en la tierra y que todo lo que la gente pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo. Entonces el Señor lamentó haber creado al ser humano y haberlo puesto sobre la tierra. Se le partió el corazón. Entonces el Señor dijo: «Borraré de la faz de la tierra a esta raza humana que he creado. Así es, y destruiré a todo ser viviente: a todos los seres humanos, a los animales grandes, a los animales pequeños que corren por el suelo y aun a las aves del cielo. Lamento haberlos creado». Pero Noé encontró favor delante del Señor”. (Génesis 6:5-8) NTV
Esta condición ha prevalecido a través de la historia, pero Dios tiene otros planes; veamos: Dice la Biblia que le dolió a Dios ver tanta maldad y decidió borrarla de la faz de la tierra. Tal vez pensemos que Dios descarga su ira sobre los seres humanos enojado y con la intención de venganza, pero no es así, Dios es amor y nos lo demuestra a cada instante. Decidió terminar esa etapa de la historia para dar paso a otra mejor, porque Dios tiene fe en sus hijos. Y a partir de una sola familia, decide comenzar nuevamente. Dice la Palabra de Dios que “Noé encontró favor delante del Señor. Noé era un hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comunión con Dios” (Génesis 6:8-9) NTV
Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados, sepultó con agua su maldad, su corrupción, su violencia; esto lo hizo porque tenía otros planes que datan desde antes de la creación del mundo.
Aquí nos muestra Dios la condición por la que puso sus ojos en Noé: tenía una relación de intimidad con Él; eso le agrada al Señor.
Continuemos con la historia: “Ahora bien, Dios vio que la tierra se había corrompido y estaba llena de violencia. Dios observó toda la corrupción que había en el mundo, porque todos en la tierra eran corruptos. Entonces Dios dijo a Noé: «He decidido destruir a todas las criaturas vivientes, porque han llenado la tierra de violencia. Así es, ¡los borraré a todos y también destruiré la tierra! »Construye una gran barca de madera de ciprés y recúbrela con brea por dentro y por fuera para que no le entre agua… Pon la puerta en uno de los costados…” »¡Mira! Estoy a punto de cubrir la tierra con un diluvio que destruirá a todo ser vivo que respira. Todo lo que hay en la tierra morirá, pero confirmaré mi pacto contigo. Así que entren en la barca tú y tu mujer, y tus hijos y sus esposas. Mete en la barca junto contigo a una pareja —macho y hembra— de cada especie animal a fin de mantenerlos vivos durante el diluvio… Entonces Noé hizo todo exactamente como Dios se lo había ordenado… Cuando Noé tenía seiscientos años, el día diecisiete del mes segundo, todas las aguas subterráneas entraron en erupción, y la lluvia cayó en grandes torrentes desde el cielo. La lluvia continuó cayendo durante cuarenta días y cuarenta noches. Ese mismo día Noé había entrado en la barca con su esposa y sus hijos —Sem, Cam y Jafet— y las esposas de ellos. Con ellos en la barca había parejas de cada especie animal… Luego el Señor cerró la puerta detrás de ellos”. (Génesis 6:11-22 a 7:11-14)
Durante el tiempo que duró la construcción de la barca Noé se constituyó en un pregonero del evangelio; Dios, a través de él, hacía un llamado al arrepentimiento, mientras el tiempo no se acababa porque llegado el momento, nadie pudo entrar en la salvación que ofrecía la barca; Dios mismo cerró la única puerta. Esa puerta nos anuncia a Cristo, quien es la única puerta a la eternidad.
¿Qué murió en el diluvio? La maldad, la violencia, la corrupción que había en ese tiempo. Y Noé, al tener una relación de intimidad con Dios, les transmitió a sus descendientes esa actitud que tanto le agrada a Dios, así se inicia una nueva etapa.
Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados, sepultó con agua su maldad, su corrupción, su violencia; esto lo hizo porque tenía otros planes que datan desde antes de la creación del mundo. Además del pregón diario de Noé, la humanidad de aquel tiempo recibió amorosamente la predicación personal de Jesús, después de su acto de redención en la cruz, ya que para Dios nada hay imposible y como dueño del tiempo y el espacio, pudo llegar a aquellas personas que murieron en el diluvio llenas de corrupción, violencia y maldad. Este hecho nos muestra un aspecto más del amor de Dios quien se preocupa de sus hijos en todo momento. El apóstol Pedro nos hace llegar esta característica de ese amor ágape, que trasciende la materia: “Cristo sufrió por nuestros pecados una sola vez y para siempre. Él nunca pecó, en cambio, murió por los pecadores para llevarlos a salvo con Dios. Sufrió la muerte física, pero volvió a la vida en el Espíritu. Por lo tanto, fue a predicarles a los espíritus encarcelados, esos que desobedecieron a Dios hace mucho tiempo, cuando Dios esperaba con paciencia mientras Noé construía el arca”. (1 Pedro 3: 18-20) NTV
Y así como Jesús, después de haber resucitado y ascendido al cielo predicó a los hombres que no se arrepintieron y murieron en el diluvio, así podrá predicarles a nuestros antepasados indígenas, sean mexicas, mayas, quechuas, guaraníes, borinqueños, apaches, siux, cheyenes, etc. Porque nuestro Dios trino es Dios de TODOS y porque para Dios no existe ni el tiempo ni el espacio.
Dios ama desmedidamente a sus Hijos Amados purificándonos con su sangre y derramando su Espíritu con el ímpetu limpiador del agua. Con el diluvio Dios mismo nos bautizó para que en ese acto quedara sepultada la maldad, la corrupción, la violencia de la humanidad; para emerger resucitada una nueva humanidad, representada en aquel entonces por Noé: “hombre justo, la única persona intachable que vivía en la tierra en ese tiempo, y anduvo en íntima comunión con Dios” (Génesis 6:9)
La Palabra de Dios nos lo dice claramente: “El agua del diluvio simboliza el bautismo que ahora los salva a ustedes —no por quitarles la suciedad del cuerpo, sino porque responden a Dios con una conciencia limpia— y es eficaz por la resurrección de Jesucristo”. (1 Pedro 3:21) NTV
En otra época de la historia, Dios nos muestra otro final, otro nuevo comienzo y otro bautismo cuyo propósito fue terminar con una vida de esclavitud de su pueblo escogido: Israel; para salir desde Egipto en busca de una tierra pródiga y abundante, y vuelve a enseñarnos la eficacia del agua para dar término y principio a la vez. Dios, a través del apóstol Pablo nos lo deja por escrito: “Amados hermanos, no quiero que se olviden de lo que les sucedió a nuestros antepasados hace mucho tiempo en el desierto. Todos fueron guiados por una nube que iba delante de ellos y todos caminaron a través del mar sobre tierra seca. Todos ellos fueron bautizados en la nube y en el mar como seguidores de Moisés. Todos comieron el mismo alimento espiritual y todos bebieron la misma agua espiritual. Pues bebieron de la roca espiritual que viajaba con ellos, y esa roca era Cristo”. (1 Corintios 10:1-4) NTV
Así que Dios se vale del bautismo para sepultar la maldad y limpiar a quienes ama incomprensiblemente. El diluvio y el paso por el mar Rojo son ejemplos vivos de cómo Dios no abandona a su creación, a pesar de descender hasta lo más bajo en la jerarquía de los valores.
Y cuando Cristo vuelva como “Rey de reyes y Señor de señores” la tierra estará sumergida nuevamente en la maldad, la violencia y la corrupción para que su llegada sea comparable a un diluvio sanador y de esa manera pueda llevarnos a la tierra prometida, que es la vida eterna: una vida en completa comunión con Padre, Hijo y Espíritu Santo: “»Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé. En esos días, antes del diluvio, la gente disfrutaba de banquetes, fiestas y casamientos, hasta el momento en que Noé entró en su barco. La gente no se daba cuenta de lo que iba a suceder hasta que llegó el diluvio y arrasó con todos. Así será cuando venga el Hijo del Hombre”. (Mateo 24:37-39) NTV
Esta es nuestra esperanza, pero como Dios nos lo ha revelado, muchos de sus hijos responderemos a su predicación diaria, y cuando esté aquí, los que creemos estaremos del lado de la familia de Noé, ya no seremos solo ocho personas, sino todos los que hemos decidido creer en Jesucristo para ser salvos (Hechos 16:31)
Si usted celebra estas fiestas que nos hablan de la muerte como el paso de esta vida a otra mejor, tal como originalmente lo hacían nuestros antepasados mexicas; que esta revelación sea lo que mueva su vida, seguros del amor de Padre, Hijo y Espíritu Santo, quien no escatima su gracia para perdonar a sus Hijos Amados, que no espera a que nosotros decidamos bautizarnos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Él ya nos bautizó, no nada más en el diluvio y en el Mar Rojo, sino en sí mismo, y al final, nos va a bautizar con su presencia y a envolvernos en sus brazos para vivir una pericoresis eterna. Dios ha sepultado en el diluvio y ha dejado clavado en la cruz al hombre pecador, lleno de maldad, corrupción y perversidad y en la resurrección y ascensión ha emergido una nueva humanidad santa, pura y sin mancha para vivir en cuerpo, alma y espíritu la vida eterna en comunión perfecta con el Dios Todopoderoso y eterno, nuestro amoroso Padre. Que el gozo de la eternidad motive diariamente nuestra vida. ◊
Rubén Ramírez Monteclaro es profesor de Educación Primaria y Secundaria y Pastor Regional de Comunión de Gracia Internacional en Veracruz, México.
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