Algunas personas usan las tragedias como una oportunidad para condenar a las víctimas.Dicen que Dios usó los terremotos para castigar a Haití por sus pecados.
Los terremotos devastadores en Haití han provocado una masiva manifestación de apoyo de todo el mundo. Ante la tragedia, muchos corazones se han abierto, derramando el amor de Dios hacia los necesitados. Pero hay otros que utilizan la tragedia como una oportunidad para condenar a las víctimas.
Por ejemplo, algunos piensan que Dios envió deliberadamente los terremotos para castigar a Haití por sus pecados. El mismo tipo de pensamiento llevó a muchos líderes cristianos a decir que el desastroso tsunami del Océano Índico en el 2004 fue un castigo de Dios a los infieles y que los ataques terroristas en los Estados Unidos el 11 de septiembre del 2001 fueron el castigo de Dios por los abortos, por los activistas en pro de los derechos de los homosexuales y por los cineastas liberales de Hollywood.
Un problema con esta forma de pensar es que todos somos pecadores.Pablo escribió: «Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios».Y aunque los cineastas liberales de Hollywood en realidad fueran más pecadores que los demás, ellos estaban en Hollywood, no en el World Trade Center cuando cayeron las torres.Si Dios estuviera tratando de castigar a grupos específicos de personas, ¿por qué parece tener mala puntería? Después de todo, según la Biblia, son los justos los que parecen sufrir más.
Eclesiastés 8:1, por ejemplo, denuncia la injusticia de la vida, lamentando el hecho de que los justos obtienen lo que merecen los malos, y los malos obtienen lo que merecen los justos «. El libro de los Salmos ofrece capítulos enteros lamentando por qué los malos parecen prosperar mientras que los justos sufren. «Muchas son las aflicciones del justo», dice el Salmo 34:19.
Jesús está sin duda muy familiarizado con el sufrimiento. El Hijo de Dios se hizo hombre como nosotros y sufrió como nosotros. Pero el sufrimiento no durará para siempre. Dios amó tanto al mundo, nos dice Juan 3:16, que dio a su Hijo para que todo aquel que cree en él tenga vida nueva. Y el versículo 17 agrega que Jesús vino a salvar al mundo, no para condenarlo (Juan 3:16-17).Si Jesús no vino a condenar al mundo, ¿cuánto menos es nuestro papel condenar a las víctimas de un desastre horrible?
La muerte es parte de la vida, y tan seguro como que vivimos, algún día vamos a morir. Pero la buena noticia es que la muerte no es el final de nuestra historia. Dios no hizo a los seres humanos para una vida de tragedia y dolor, él nos hizo para su nueva creación de plenitud y alegría. Las vidas ahora atormentadas por el dolor, la opresión y la pobreza, serán plenas y completas en la vida de la nueva creación.
Los cristianos tenemos esta esperanza en la fe – fe en el Hijo de Dios, que en amor tomó libremente nuestra causa humana como la suya, hasta el punto de una muerte cruel y horrible, y luego resucitó, no sólo para sí mismo, sino para nosotros.
Es en esta esperanza y amor que extendemos compasión y ayuda a los demás, y aún más en tiempos de gran necesidad. Al hacerlo, saboreamos la más profunda riqueza de la vida verdadera que está por venir.