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La sexualidad: ¡la sociedad nos inunda con ella todos los días! Las pantallas del cine y la televisión hacen gala de la sexualidad como si fuera una “sana diversión”. Los libros y revistas se embadurnan de ella para vender más ejemplares. La publicidad la resalta con descaro para vender productos. Y en la vida social, chicos y chicas se ven frecuentemente en situaciones comprometedoras. ¿El resultado? Estamos rodeados de tentaciones sexuales. Y la tentación sexual lleva a la concupiscencia, con sus resultados lamentables.
Veamos la siguiente carta enviada por un joven:
“Tengo 17 años y mi problema es serio. Me han gustado los libros y las películas pornográficas, y ahora estoy sufriendo las consecuencias. No es que no pueda dejarlos, porque ya lo hice. El problema está en mis pensamientos, en mi mente.
“Tengo la mente en un estado tal, que no puedo ver a una chica en la escuela sin desear acostarme con ella. Me estoy volviendo más tolerante con cosas que antes no habría aceptado.
“No quiero reprimir estos pensamientos para que aparezcan otra vez. Quiero sacarlos del todo, arrancarlos de mi mente y remplazarlos con otra cosa para que no me sigan mortificando. ¡Por favor! No puedo dejar que pase otro año con este problema. No puedo andar con los ojos cerrados. Por favor, ¡ayúdenme!”
Las personas que sufren de un impulso sexual desordenado tienen que pelear una verdadera batalla. No pueden colocarse anteojeras ni retirarse a una isla desierta. Pero lo que sí pueden hacer es reconocer el problema y superarlo con la ayuda de Dios. Expliquemos.
La atracción sexual sana no tiene nada de malo. Dios la creó. La atracción sexual aporta un gozo casi indescriptible a la relación matrimonial. El hecho de tener pensamientos o deseos sexuales no significa que seamos malos, pervertidos ni raros.
Pero Jesús enseñó que la concupiscencia, tan común como lo es la atracción sexual normal, sí constituye pecado.
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mateo 5:27-28 RV60 en todo este artículo).
¿Qué es la codicia en materia sexual? La mayoría de los adolescentes y adultos no se consideran adúlteros. Sin embargo, han experimentado la codicia sexual o concupiscencia. El diccionario define concupiscencia como el “apetito desordenado de placeres carnales”. Ahora bien, el deseo sexual es un don de Dios y no es malo en sí. Lo malo es el apetito desordenado o incorrecto.
La concupiscencia, deseo excesivo o pasión descontrolada, es como la dinamita. Es pecado y conduce a otros pecados. Es sumamente peligrosa. La concupiscencia es una afrenta para Dios y destruye a jóvenes y viejos. El apóstol Pablo escribió:
“Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre [o mujer] cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca” (1 Corintios 6:18).
No es lo mismo tentación que concupiscencia. Entendámoslo claramente. En Santiago 1:13-15 leemos:
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo con sumado, da a luz la muerte”.
Pensemos en esto: Un joven pasa frente a un puesto de revistas y sin proponérselo, sus ojos caen sobre una revista. En la portada hay una fotografía de una mujer desnuda. Este es el momento de la tentación. Recuerda: La tentación no es pecado. Pecado es ceder a la tentación.
El muchacho tiene que tomar una decisión. Puede mirar hacia otro lado y seguir su camino, alejándose de la tentación, o puede tomar la decisión de ceder a ella.
Si “de su propia concupiscencia es atraído y seducido”, entonces estará en problemas. Al tomar la revista, ceder a la concupiscencia y mirar la pornografía, está optando deliberadamente por dejar entrar la tentación en su mente. El resultado es un acto de concupiscencia y adulterio. El muchacho ha pecado.
Por concupiscencia queremos decir cualquier pensamiento o acto sexual que sea una desobediencia o afrenta contra Dios y que puede degradar o destruir a la persona.
Todos luchamos contra ella
No nos equivoquemos… Todos, hombres y mujeres, hemos tenido que luchar alguna vez contra la codicia sexual, o bien la codicia de belleza, poder, fama, riquezas o algún otro deseo desordenado. En toda situación donde seamos tentados, tenemos que decidir si cederemos o si resistiremos.
Pablo nos dice que el mismo Jesucristo “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
¿Lo captaste? Pablo dice que Jesús fue tentado “en todo”. Esto significa que también tuvo tentaciones sexuales pero que no cedió. Supo evitar que se prendiera la mecha de la dinamita. Así salió vencedor.
Debemos seguir el ejemplo de Jesús. El hizo frente a la tentación y la venció. Y tú y yo podemos hacer lo mismo. ¿Cómo? Jesús entregó su vida, su tiempo, sus pensamientos, su energía y sus bienes materiales a Dios el Padre.
El secreto para evitar que la dinamita explote es no encender la mecha. Es no dar cabida a los pensamientos sexuales sin luchar contra ellos.
Santiago aconseja:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:7-8).
¡Qué maravillosa promesa! Si decidimos oponer resistencia a la tentación, Satanás huirá de nos otros. Será cada vez más fácil resistir. Nos estaremos acercando a Dios, y Dios se acercará a nosotros ayudándonos a superar todos nuestros problemas.
Jesús dio otro buen consejo en Mateo 5:29:
“Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”.
Obviamente, Jesús no nos es taba aconsejando arrancarnos los ojos literalmente. Si mirar algo nos produce codicia, concupiscencia y pecado como en el ejemplo del joven con la revista, entonces ¡no hay que mirarlo! Voltea los ojos y aléjate antes de que la tentación se apodere de ti.
Muchas veces tenemos pensamientos y acciones impuras por que llenamos nuestra cabeza de basura. Si estás contaminando tu mente con pornografía de cualquier tipo, ¡necesitas salir de eso cuanto antes! No puedes tener pensamientos y acciones puras y rectas si estás llenando tu mente de suciedad.
Evita las películas y los programas de televisión que explotan temas sexuales. Deja de leer libros y revistas que hacen ostentación de sexualidad. Si te encuentras en una situación que podría conducir a un pecado sexual, aléjate de ella. No le des la oportunidad a Satanás (Efesios 4:27).
Evitar la tentación es deber nuestro.
Cómo vencer la tentación
A continuación damos otros puntos prácticos tomados de la Biblia que nos pueden ayudar a superar la concupiscencia.
• Alejarse de todo lo que tenga aspecto de malo. Evitar las situaciones donde podría surgir una tentación. Ver 1 Tesalonicenses 5:22. Por ejemplo, ¿acostumbras quedarte a solas con alguien del sexo opuesto en un automóvil estacionado o en el sofá de la sala creándote así problemas? ¿Empiezas a buscar el placer de los besuqueos y los tocamientos, desencadenando algo que mal podrás controlar después? Recuerda: ¡Huye!
• Recuerda siempre esta promesa:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).
Para comenzar, Dios mismo no te va a tentar jamás. Pero además, promete que nunca serás tentado hasta el punto en que te sea imposible resistir. Ninguna tentación será demasiado para ti. Puedes escapar de la concupiscencia si realmente quieres hacerlo.
• Las siguientes palabras también te deben llenar de ánimo:
“Bienaventurado el varón que so porta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida” (Santiago 1:12).
Te espera una corona de vida si te sobrepones a la concupiscencia. Piensa en el premio que podrás recibir si haces lo correcto hoy. Con cada victoria sobre la tentación, Dios estará desarrollando su carácter espiritual en ti.
• Jesús dijo: “Orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:41). Ora pidiendo el éxito antes de empezar la lucha. La oración te ayuda a situarte del lado de Dios en la batalla, y con una ayuda así, ¿cómo podrás perder? Ora pidiéndole a Dios que te ayude a apagar la mecha de aquel taco de dinamita que se llama concupiscencia.
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