Jesús dijo una parábola y, como es usual, la gente no le entendió. Así que la explicó: “Yo soy la puerta de las ovejas” (Juan 10:7). En ésta parábola, las ovejas son el pueblo de Dios, y ellas están entrando a un lugar seguro, un redil de las ovejas, que representa la salvación. Entramos a la salvación a través de Jesús.
“Yo soy el buen pastor”, continuó Jesús, y “las ovejas me siguen porque reconocen mi voz. Pero a un desconocido jamás lo siguen; más bien, huyen de él porque no reconocen voces extrañas” (vv. 11, 4, 5).
El pueblo de Dios escucha la voz de Jesús y la reconoce, pero se mantiene alejado de otras voces.
Las voces que escuchamos
Si Jesús es la voz de salvación, ¿cuáles son las otras voces (los desconocidos) que podrían llamar nuestra atención?
En el primer siglo, podría haber sido los fariseos, que estaban tratando de liderar al pueblo de Dios. Y también habría incluido a la comunidad de los rollos del Mar Muerto, que tenía su propio camino para agradar a Dios. Los herodianos ofrecían otro acercamiento a la vida: haz lo que sea necesario para mantenerte en buena posición ante el gobierno romano.
En nuestro propio tiempo, varios grupos ofrecen diferentes caminos hacia la salvación: los musulmanes, los hindúes, los de la nueva era y otros, ofrecen a la gente diferentes caminos hacia la salvación— incluso diferentes ideas de salvación. Para algunos, la salvación es un placer físico; para otros es la ausencia del sentir. Algunos se enfocan en el más allá, otros en la vida presente. Ellos podrían decir “vengan a mi redil, aquí estarán a salvo”.
Pero las voces no suenan como Jesús. Ellas no tienen el mensaje de la gracia del Dios que nos ama. En vez de eso, ellas por lo general, ofrecen un mensaje de “haz esto y échale ganas”. Jesús dice que necesitamos un cambio radical, y el echarle ganas no será efectivo. Los seres humanos no se pueden salvar a sí mismos—podemos ser salvados sólo porque Dios mismo entró a nuestro mundo, sufrió el dolor de nuestra corrupción, y no sólo pagó la pena máxima, sino que también vivió la vida perfecta en nuestro lugar.
Algunas versiones del cristianismo caen de la gracia, y empiezan a predicar las obras—por lo general buenas obras, pero obras después de todo. Hay hacedores de lo bueno que son conservadores y hacedores de lo bueno que son liberales. Algunas personas tienen las palabras correctas para Jesús (Señor y Salvador, Hijo de Dios) pero sutilmente ahogan Su voz al predicar las obras como la clave para la salvación.
Tal mensaje se torna en un mensaje acerca de los valores familiares (que son muy buenos) con un poco de Jesús encima para condimentarlo. O se torna en acción política, con un poco de Jesús para darle credibilidad. Algunos incluso han convertido a Jesús en meramente un buen maestro, un buen ejemplo que nos alienta a echarle más ganas y hacer todavía más.
Ellos podrían decir “vengan a éste redil, esto le dará a sus vidas más significado” —y se los da, ya que ofrece una semblanza de propósito en la vida que satisface más que el egoísmo. Pero todavía se queda corto del mensaje de Jesucristo, porque en el mensaje de “haz lo bueno y échale ganas”, la gente siempre se queda corta. Jesús dice “vengan a mi redil, donde la carga es liviana y no hay condenación” (Mateo 11:30; Rom. 8:1). ¿Escuchamos Su voz? ó ¿nos atrae el evangelio de las buenas obras?
Dios nos creó para hacer buenas obras (Ef. 2:10), pero también nos creó para encontrar nuestro significado y propósito en Jesucristo. Fuimos creados mediante Él, por Él y para Él (Col. 1:16), y nunca estaremos totalmente satisfechos hasta que encontremos nuestro significado y propósito en Él.
Ladrones y bandidos
Si los individuos tratan de llegar al redil de alguna otra manera que no sea Cristo, son ladrones y bandidos, dice Jesús (Juan 10:1). Están tratando de conseguir algo de una manera ilegal—están tratando de darle significado a la vida sin el Creador de la vida.
Pudieran tener buenas intenciones. Quizás no entienden quién es Jesús y lo que Él ofrece. Quizás la gracia de Jesús insulta su habilidad de obrar duro y dirigir sus vidas por sí mismos. Quizás piensan que la gracia suena demasiado fácil, demasiado barata. Cualquiera que sea la razón, si tratan de lograr el propósito de la vida en alguna otra manera, a través de cualquier otra puerta, fracasarán.
Las personas que ofrecen otros caminos hacia la salvación, por lo general, tienen buenas intenciones. Creen honestamente que tienen una mejor manera—y su manera probablemente es mejor de lo que ellas tenían antes. Pero se queda corta de lo que ofrece Jesús: perdón completo e incondicional. Ellas ofrecen rediles diferentes, e invitan a la gente a entrar.
Muchos de nosotros hemos probado esos rediles. Algunos han probado el islamismo, otros han probado el hinduismo, algunos han probado el liberalismo y algunos de nosotros hemos probado el legalismo. Jesús dice “mis ovejas escuchan mi voz”, pero con eso Él no quiere decir que nuestra respuesta es automática. Más bien, Él nos está alentando a oírle, a escucharle, a responderle a Él en vez de hacerlo a los falsos evangelios. Necesitamos entrenar nuestros oídos para que podamos oírle mejor, para que podamos reconocer un evangelio falso por lo que es: un ladrón y un bandido que nos quitará la felicidad.
Los otros evangelios no tienen la intención de mutilar y matar, pero eso es lo que terminan haciendo. Ellos ofrecen algo atractivo, algo bueno, pero no lo suficientemente bueno. Pues no es Jesús, no es la gracia, no es encontrar nuestro significado en Cristo.
Muchas voces pueden alejarnos de Cristo. Si nos hemos alejado de Cristo, ¿Qué voces estamos escuchando? ¿Estamos tan consumidos por los negocios, los deportes, la televisión, las fiestas, la política, el sexo, el alcohol u otras diversiones, que tenemos poco o ningún tiempo para Jesús? Tales cosas, cuando eclipsan a Jesús, se convierten en ladrones y bandidos. Nos roban el tiempo, quizás incluso el resto de nuestra vida, y no nos darán la vida.
El pastor que entrega Su vida
Jesús dijo “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. El asalariado no es el pastor, y a él no le pertenecen las ovejas. Cuando ve que el lobo se acerca, abandona las ovejas y huye” (Juan 10:11, 12). Todos los demás pastores te defraudarán. Sólo Jesús murió y resucitó por ti. Sólo Él merece tu completa lealtad. ¿Escucharás Su voz?