La mayoría de nosotros conocemos la historia: Jesús resucitó a Lázaro de los muertos. Fue un milagro tremendo, mostrando que Jesús también tiene el poder para resucitarnos de los muertos. Pero hay más en el relato que sólo eso, y Juan incluye algunos detalles que pueden tener un significado más profundo para nosotros hoy. Note la forma en que Juan cuenta la historia: Lázaro no era un residente cualquiera de Judea—era hermano de Marta y María, aquella María que amaba tanto a Jesús que derramó perfume sobre Sus pies. “Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo»” (Juan 11:1-3). Para mí, eso suena como una solicitud de ayuda, pero Jesús no acudió.
Un retraso con propósito
¿Alguna vez le ha parecido a usted como que el Señor es lento para responder? Seguramente lo pareció para María y Marta, pero el retraso no significa que nosotros no le agradamos a Jesús. Más bien, significa que Él tiene un plan diferente en mente, porque puede ver algo que nosotros no podemos ver.
Según parece, Lázaro probablemente ya estaba muerto para el tiempo cuando los mensajeros llegaron hasta Jesús. Sin embargo, Jesús dijo que la enfermedad no terminaría en muerte. ¿Estaba Él equivocado? No, porque Jesús podía ver más allá de la muerte, y Él sabía que en éste caso, la muerte no era el final de la historia. Él sabía que el propósito era traer más gloria a Dios y a Su Hijo (v. 4). Sin embargo, Él dejó que Sus discípulos pensaran que Lázaro no moriría. Ahí hay una lección para nosotros también, ya que no siempre entendemos lo que Jesús realmente quería decir.
Dos días más tarde, Jesús sorprendió a Sus discípulos al sugerir que retornaran a Judea. Ellos no entendían por qué Jesús quería regresar a una zona peligrosa, así que Jesús respondió con un comentario acerca de caminar en la luz y de la llegada de la oscuridad (vv. 9-10), y entonces les dijo que tenía que ir a despertar a Lázaro.
Los discípulos aparentemente estaban acostumbrados a la naturaleza misteriosa de algunos de los comentarios de Jesús, y tenían una forma de obtener más información: señalaban que el significado literal no tenía sentido. Si él está dormido, entonces se despertará solo, así que ¿por qué necesitamos arriesgar nuestras vidas para ir allá?
Jesús explicó: “Lázaro ha muerto” (v. 14). Pero también dijo: “me alegro de no haber estado allí”. ¿Por qué? “Para que ustedes crean” (v. 15). Jesús haría un milagro que sería más asombroso que si sólo hubiera evitado que un hombre enfermo muriera. Pero el milagro no sólo estaba en traer a Lázaro de vuelta a la vida—estaba también en el conocimiento que Jesús tenía de lo que estaba ocurriendo quizás 20 millas a distancia, y en el conocimiento de lo que le ocurriría a Él en el futuro cercano.
Él tenía una luz que ellos no podían ver—y ésta luz le decía sobre Su propia muerte en Judea y sobre Su propia resurrección. Él estaba en completo control de los eventos. Podía haber evitado el arresto si quería; podía haber detenido los procedimientos con una simple palabra, pero no lo hizo. Él escogió hacer lo que hizo porque para eso había venido.
El hombre que daba vida a los muertos también daría Su propia vida por las personas, porque Él tenía poder sobre la muerte, incluso sobre Su propia muerte. Se convirtió en mortal para que pudiera morir, y lo que en la superficie parecía ser una tragedia, fue de hecho, para nuestra salvación. No quiero implicar que toda tragedia que nos sucede sea de hecho planificada por Dios, o que sea buena, pero sí creo que Dios es capaz de sacar algo bueno de lo malo, y que Él ve realidades que nosotros no podemos ver.
Él ve más allá de la muerte, y Su dominio de los eventos no es menos hoy que lo que era en aquel entonces—pero a menudo es igual de invisible para nosotros como lo era para Sus discípulos en Juan 11. Simplemente no podemos ver el cuadro completo y algunas veces tropezamos en la oscuridad. Tenemos que confiar en que Dios hará que todo funcione en la forma que Él conoce mejor. Eventualmente, algunas veces se nos permite ver cómo funciona ello para el bien, pero a menudo sólo tenemos que confiar en Su Palabra.
La fe de Marta
Jesús y Sus discípulos fueron a Betania y supieron que Lázaro ya había estado en el sepulcro por cuatro días. Los pésames ya se habían dado y el funeral ya tenía mucho de haber pasado ¡cuando el doctor finalmente se aparece! Marta dijo, quizás con un poco de exasperación y dolor, “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21). Te pedimos que vinieras hace varios días, y si hubieras venido entonces, Lázaro todavía estaría vivo.
Pero Marta tiene un rayito de esperanza—un poquito de luz: “Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas” (v. 22). Quizás ella sintió que sería demasiado atrevido pedir una resurrección, pero insinuó algo de eso. Jesús dijo: “Lázaro resucitará”, y Marta respondió: “Yo sé eso (pero estaba esperándolo un poco más pronto)”. Jesús dijo: “Que bueno, pero ¿sabías que Yo soy la resurrección y la vida? Si crees en mí, nunca morirás. ¿Puedes creer eso?” Y Marta, en una de las declaraciones de fe más sobresalientes en toda la Biblia, dijo: “Sí, yo creo eso. Tú eres el Hijo de Dios” (v. 27). La vida y la resurrección sólo se pueden encontrar en Cristo—pero, ¿podemos nosotros hoy creer lo que Jesús dijo? ¿Creemos realmente que “el que cree en mí nunca morirá”? Quisiera que todos pudiéramos entender mejor eso, pero sí sé con seguridad que en la resurrección se nos dará una vida que nunca terminará.
En ésta edad, todos morimos, así como le pasó a Lázaro, y Jesús tendrá que “despertarnos”. Morimos, pero ese no es el final de la historia para nosotros, así como no fue el final de la historia para Lázaro.
Marta fue a buscar a María, y María vino llorando hacia Jesús. Jesús también lloró. ¿Por qué lloró Él cuando ya sabía que Lázaro volvería a la vida? ¿Por qué reporta Juan esto, cuando Juan también sabía que el gozo estaba justo a la vuelta de la esquina? No lo sé—no siempre entiendo por qué lloro, incluso en ocasiones felices.
Pero pienso que sí nos dice que está bien llorar en un funeral, incluso si sabemos que la persona será resucitada a una vida inmortal. Jesús prometió que nunca moriremos, y sin embargo, la muerte todavía ocurre. Ella todavía es un enemigo, algo todavía en éste mundo que no es la forma que se supone que será en la eternidad. Incluso si el gozo eterno está a la vuelta de la esquina, algunas veces tenemos tiempos de gran tristeza, aunque Jesús nos ama. Cuando lloramos, Jesús llora con nosotros. Él puede ver nuestra tristeza en ésta edad tan bien como puede ver el gozo del futuro.
Huele mal
Jesús dijo: “Quiten la piedra”, y Marta objetó: “Va a haber un mal olor porque ya ha estado muerto por cuatro días”. ¿Hay alguna cosa en su vida que huele mal, algo que usted no quiere que Jesús ponga al descubierto “al quitar la piedra”? Probablemente hay algo como eso en la vida de todos, algo que preferiríamos mantener enterrado, pero algunas veces Jesús tiene otros planes, porque Él sabe cosas que nosotros no sabemos, y nosotros sólo tenemos que confiar en Él.
Así que ellos quitaron la piedra, Jesús oró y después gritó: “¡Lázaro, sal fuera!”. Juan reporta: “El muerto salió”—pero no estaba realmente muerto. Estaba envuelto como un hombre muerto, pero estaba caminando. Jesús dijo: “Quítenle las vendas y dejen que se vaya” (vv. 43-44).
Jesús también llama hoy a las personas muertas espiritualmente, y algunas de ellas oyen Su voz y salen de sus sepulcros—salen del hedor, salen de la forma egocéntrica de pensar que conduce a la muerte. ¿Y qué necesitan ellos? Necesitan a alguien que los ayude a desenvolverse de las ropas sepulcrales, a deshacerse de las viejas formas de pensar que tan fácilmente se aferran a nosotros.
Esa es una de las funciones de la iglesia. Ayudamos a quitar la piedra, aunque pueda haber un hedor, y ayudamos a las personas que están respondiendo al llamado de Jesús. ¿Escucha usted a Jesús que le llama hacia Él? Es tiempo de que usted salga de su “sepulcro”. ¿Conoce usted a alguien que Jesús está llamando? Es tiempo de ayudar a quitar su piedra. Eso es algo en lo que vale la pena pensar.