En el 2004, Tim Brassell, Pastor de la Iglesia Comunitaria Nueva Creación, una congregación de Comunión de Gracia Internacional en Portsmouth, Virginia, entrevistó al autor cristiano Robert Farrar Capon en la casa de los Capon en la Isla Shelter, Nueva York. Aquí está la segunda parte de esa entrevista.
Segunda Parte
¡Buenas Noticias!
Tim Brassell: Usted ha caracterizado las parábolas de juicio dichas por Jesús, como diciéndonos: “Nadie es dejado afuera que no estuviera ya invitado”. ¿Podría elaborar sobre eso?
Robert Capon: Bueno, eso es lo que obtuve después de leer las parábolas de juicio. Según la forma en que Jesús las presenta, no se les negó a las personas una invitación a la fiesta; en vez de eso, fueron echados fuera de una fiesta en la cual ya estaban.
Incluso en la parábola del hijo pródigo, nada estaba deteniendo al hijo mayor de unirse a la fiesta donde su hermano menor estaba siendo recibido y honrado, nada, sino su propio resentimiento. Él no fue echado fuera, sino que se rehusó a entrar. Pero esa parábola termina brillantemente con algo sobresaliente.
El hermano mayor rehusó unirse a la fiesta, pero el padre no dejó que todo acabase así. Salió a buscar al hermano mayor, y Jesús termina la parábola con el padre y el hermano mayor estando afuera, en el patio—para siempre—cuando menos por 2,000 años hasta ahora. Y ahí está. Todo está hecho en la presencia del redentor. Incluso la obstinación del hermano mayor. El padre no lo abandona. Él está ahí con el hermano mayor, doliéndose por él tanto como se dolió por el menor, el pródigo.
TB: ¿Se relaciona esto, diría usted, con Romanos donde Pablo dice que ”¿nada nos separará del amor de Dios?”
RC: Por supuesto. Es muy difícil para el género humano aceptar ese frío: “Nada nos separará del amor de Dios”. Pensamos que debe haber algún punto de ruptura donde Dios nos abandonará. Decimos: “Bueno, ¿qué si nosotros…?”
El pecado nos es un problema para Dios. Dios solucionó todos sus problemas con el pecado antes de la fundación del mundo, en el principio—y ya todo está hecho. El témpano que está bajo la historia de la humanidad es el Hijo de Dios: la redención es el misterio detrás de toda la historia. El pecado es una permanente irrelevancia. Y Dios es el que dice, “Miren, he quitado la cuenta pendiente que estaba contra ustedes”.
Me gusta la versión de Mateo que dice “perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. ¿Qué hacemos nosotros cuando no perdonamos las deudas de alguien, o literalmente, sus pecados? Nos quejamos por lo que nos deben y miramos hacia lo que hemos guardado. Decimos: “Esto es lo que usted me debe y no me lo ha devuelto. Hay una cuenta pendiente que tengo contra usted, y tiene que pagarme esto…” Bueno, Dios no actúa así. Con Dios, está hecho—no hay ninguna cuenta pendiente contra nosotros. Está saldada. Él no tiene contra nosotros ninguna cuenta pendiente.
TB: Entonces, ¿por qué tenemos tal enamoramiento con el legalismo?
RC: Es algo que ha afligido a la iglesia desde el inicio. Los seres humanos han tenido mucha dificultad en creer que Dios no mantiene cuentas pendientes contra nosotros. Pero Pablo dice que la ley no puede salvar. Él dice: “por nosotros Dios lo trató (a Jesús) como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios”.
TB: ¿Ha encontrado usted alguna forma efectiva para presentarle el evangelio a un legalista?
RC: No (risas). La razón por la que digo no es porque todo lo que usted va a hacer es presentarlo y escandalizarlos. Si usted trata de hacerlo de una forma atrayente, como siempre lo hago, y trata de hacerlo para mostrarles la libertad que procede de él, entonces usted tiene una oportunidad. Una pequeña oportunidad, no una grande, pero usted tiene una oportunidad—porque, cuando sucede— la gente dice: “¡Wow!”
Recibí el cargo de profesor visitante de alguna u otra cosa en religión en la Universidad de Tulsa para el período de otoño, hace algunos años en los 80’s o 90’s. Tenía dos cursos. Uno era un curso de inicio de 39 semanas. Enseñé las parábolas, y tenía, diría yo, a todos en mi contra.
Todos estos jóvenes estaban en contra mía porque lo que yo estaba diciendo iba en contra de todo lo que ellos siempre habían escuchado. Proseguí, proseguí y proseguí por 39 semanas. Pasé a través de cada parábola. Una joven se me acercó al final y me dijo: “¿Sabe usted? La primera vez que yo llegué aquí no me gustó nada de lo que usted dijo, porque contradecía todo lo que yo sabía. Pero, usted ha hecho algo. Por primera vez en mi vida, veo que en realidad son buenas noticias” (risas).
¡Ellos pensaban que el evangelio era malas noticias! Eso es lo que el legalismo le hace a la gente.