por Paulina Barrero
Cuando Ud. Ha hecho algo malo, ha fallado, ha defraudado, se ha equivocado, ¡ha metido la pata! ¿Qué hace al ir delante de Dios? ¡PEDIR PERDÓN, CLAMAR POR SU GRACIA Y POR SU MISERICORDIA! Anhela que pronto haya remisión y que todo sea olvidado para poder seguir adelante. Cuando hemos fallado nos angustiamos y deseamos que todo nuestro error sea perdonado y olvidado pronto, ¿no es verdad?
Ahora, ¿cuál es su actitud cuando alguien le ha fallado a usted? Bueno, vamos a ver… Si somos sinceras, muchas veces deseamos que esa persona “desaparezca delante de nosotras, que no se le vuelva a tener en cuenta, que es necesario tener ¡cuidado! con ella y etc., etc.” ¿Es esto lo que Dios quiere?
Dios desea que todas aprendamos a extender Su gracia. Así como la recibimos y la anhelamos de Dios, debemos extenderla a los demás cuando nos han ofendido o cuando creemos que nos han fallado. Recordemos que también nosotras muchas veces hemos ofendido o hemos fallado. Es interesante que en la oración del Padre Nuestro hay una parte que dice: “Perdónanos el mal que hemos hecho, así como nosotros hemos perdonado a los que nos han hecho mal” (Mateo 6:12); Dios quiere que aprendamos a extender Su gracia a otros.
Con respecto a extender la gracia, Charles Swindoll en su libro, El Despertar de la gracia nos dice: “Mostrar gracia es extender favor o bondad hacia alguien que no la merece y que jamás puede ganarla»
¿De qué manera podemos extender la gracia de Dios a otros?
1. Cuando perdonamos y pasamos por alto la ofensa. En Proverbios 19:11 leemos: “El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa”
2. Cuando nos negamos a nosotras mismas y damos prioridad a los demás, especialmente con los que tenemos diferencias. (Nada fácil) Pero si llevamos a Dios en oración la petición de que nos ayude a hacer esto, Él nos ayudará.
3. Cuando expresamos nuestro cuidado y preocupación por los demás, especialmente por los que nos causan problemas.
4. Cuando oramos intencionalmente por alguien
5. Cuando dependemos de Dios para poder realizar y vivir todo lo anterior.
El resultado de todo esto será para extender la gracia de Dios a otros. ¿Quién es nuestro ejemplo en esto? El Señor Jesucristo. Nosotros lo herimos, lo defraudamos y sólo merecíamos la muerte y el castigo; pero Él en su gran amor por nosotros entregó Su vida y murió en nuestro lugar, para que nosotros hoy tengamos vida en Él. En Juan 3:16-17 leemos: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él”
El Señor Jesús es nuestro ejemplo. Él tendió el puente para reconciliarnos con el Padre. Sigamos su ejemplo y seamos personas que tienden puentes a otros para que nuestras relaciones sean llenas de gracia.