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Justo antes de ascender al cielo, Jesús les dijo a sus discípulos que hicieran más discípulos, y que los bautizaran en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En la Biblia, la palabra “nombre” implica carácter, función y propósito. Los nombres bíblicos con frecuencia describen el carácter esencial de una persona. Así que Jesús en realidad instruyó a sus discípulos a estar íntima y completamente inmersos en el carácter esencial del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Deberíamos correctamente concluir que Jesús quiso decir mucho más que sólo una mera liturgia bautismal cuando dijo: “bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
El Espíritu Santo revela la persona del Mesías resucitado y nos convence de que Jesús es nuestro Señor y Salvador. Cuando el Espíritu Santo nos llena y nos guía, Jesús viene a ser el enfoque y el propósito de nuestras vidas y por fe llegamos a conocerlo y seguirlo.
Y Jesús nos guía a un conocimiento íntimo del Padre. Él dijo: “Yo soy el camino y la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino a través de mí” (Juan 14:6).
Sólo conocemos al Padre cuando Jesús nos lo revela. Jesús dijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero y a Jesucristo a quien has enviado”.
Cuando una persona experimenta este conocimiento de Dios, esta relación personal íntima de amor, entonces el amor de Dios fluirá a través de ella hacia otros, hacia todos los otros, el bueno, el malo y el feo.
Nuestro mundo moderno es un mundo de gran confusión y decepción.
Se nos ha dicho que hay muchos “caminos hacia Dios”. Pero el único camino para conocer a Dios es conocer al Padre por medio de Cristo y por el Espíritu Santo. Es por esta razón que los cristianos somos bautizados en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Soy Joseph Tkach, hablando de la Vida. ◊