A lo largo de mi vida he recibido muchos regalos. Algunos de ellos eran precisamente lo que esperaba, mientras que otros fueron un chasco. Algunos había que montarlos y me llevaron más trabajo de lo deseado, pero al final estos regalos bien merecieron el esfuerzo; otros no.
Sin embargo, existe un regalo, un regalo de Dios que siempre vale la pena. “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre” se nos dice en Salmos 127:3.
Como padres o aún como abuelos, ¿cómo respondemos a los regalos de Dios que son nuestros hijos”
Algunos padres rebosan de alegría, deseosos de aprender cuanto más mejor sobre lo que se requiere para ser unos padres eficientes. Aun cuando los hijos no vengan con un manual de instrucciones, éstos recopilan todo tipo de información o piden consejos a otros padres que respetan.
En cambio, algunos de nosotros asumimos que sabemos todo lo necesario para ser un buen padre o una buena madre. El resultado es que nos encontramos en un medio de constante reacción mientras que nuestro “regalo” crece y se comporta de la manera que le da la gana, y todo porque realmente no sabemos lo que estamos haciendo.
Quizás es que estamos demasiado ocupados para centrarnos en “el regalo”. Tenemos que dedicarnos a nuestras vidas profesionales, facturas que pagar, reuniones que atender, e incluso tener que participar en algún ministerio. Y al “regalo” lo despachamos empleando un mínimo de atención y tiempo.
Tal vez es que hayamos delegado en otros la responsabilidad de cuidar del “regalo.” Quizás podemos descargar la responsabilidad de alimentar, enseñar y querer al “regalo” a otra persona. A lo mejor otro puede jugar, adiestrar y dedicarle tiempo al “regalo”.
O quizás, en el peor panorama de todos, al “regalo” sencillamente no se le desea y es rechazado. Ignorado totalmente.
Si verdaderamente pensáramos de nuestros hijos como un regalo directo de Dios, quizás podría cambiar nuestra perspectiva acerca de ellos. Quizás la prioridad que tendríamos en términos de invertir nuestro tiempo y energía con nuestros hijos crecería perceptiblemente. Quizás no nos distanciaríamos tanto de nuestros pequeños cuando están intentando buscar nuestra atención al final de un largo día.
Si creyéramos que nuestros hijos son un regalo que Dios personalmente nos dio, podríamos tener un mayor sentimiento de compromiso personal sobre como tratamos al regalo. Seguro que nos esforzaríamos por aprender todo lo posible ac erca de como trabajar con nuestros hijos, para ayudarles a formar una relación duradera con nosotros y finalmente con Jesús. La cantidad de tiempo que dedicamos al “regalo” reflejaría la prioridad que éste tendría en nuestras vidas. Tomaríamos como nuestro los valores que nuestros hijos deben aprender y no dejarlo a otros o a los medios de comunicación.
Algunos escritores han expresado la necesidad de emplear “tiempo de calidad” con nuestros hijos. Este tiempo se puede describir como el tiempo en que nuestros hijos reciben nuestra atención íntegra y, desde luego, sería acertado definirla como tiempo de calidad si nuestros hijos están aprendiendo de nosotros los valores que queremos que aprendan. Pero el tiempo de calidad no solo “sucede”. El tiempo de calidad es función de la cantidad de tiempo dedicada. El tiempo de calidad no es previsible. Y éste no surge cuando nosotros, como padres, lo queramos. Más bien, es cuando nuestro hijo lo acepta.
Lo verdaderamente importante de todo esto es, si verdaderamente creemos que nuestros hijos son un regalo para nosotros directa y personalmente dados por Dios, amaríamos y apreciaríamos ese regalo. Con frecuencia daríamos gracias a Dios por un regalo tan maravilloso, y amaríamos incondicionalmente “al regalo”, de la misma manera que Dios nos ama incondicionalmente. Nuestros hijos… que extraordinario regalo de Dios. ◊ Odisea Cristiana
Jeb Egbert ha trabajado durante 30 años en el ministerio de jóvenes y su formación. Se ha dedicado mucho al ministerio de campamentos y ha sido profesor de educación secundaria y estudios superiores. Estudió su Maestría en Dirección y Administración de Empresas en la Universidad de Texas en Tyler y su Doctorado en Educación en Texas A&M. Actualmente es Vicepresidente de Asuntos Académicos en la Universidad de Argosy en California del Sur, EE.UU.
Jeb Egbert ha trabajado durante 30 años en el ministerio de jóvenes y su formación. Se ha dedicado mucho al ministerio de campamentos y ha sido profesor de educación secundaria y estudios superiores. Estudió su Maestría en Dirección y Administración de Empresas en la Universidad de Texas en Tyler y su Doctorado en Educación en Texas A&M. Actualmente es Vicepresidente de Asuntos Académicos en la Universidad de Argosy en California del Sur, EE.UU.