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La enseñanza bíblica sana y la reflexión llena de fe nos ayudan a enfrentar los cambios inesperados y las vueltas de este increíble viaje. Ser una fuente de tales enseñanzas y reflexiones es el objetivo de Odisea Cristiana, una revista llena de artículos y editoriales acerca de la Biblia, la doctrina cristiana y la vida cristiana práctica.
Un nuevo comienzo para cada persona
Jesús enseñó que toda persona debe tener un nuevo comienzo. En Juan 3:3, Jesús le dijo a Nicodemo: “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo difícilmente se hubiera sorprendido por la idea de que habría una resurrección en el tiempo del fin, muchos judíos ya tenían esa idea.
Pero Jesús estaba hablando de algo más sorprendente, un nuevo nacimiento o un nuevo comienzo que habilita a la persona a “entrar en el reino de Dios” (versículo 5) en este tiempo. Les dijo a los fariseos: “Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas van delante de ustedes hacia el reino de Dios” (Mateo 21:31). Aún en esta era, la gente está entrando al reino de Dios, y lo hacen aceptando las buenas noticias de que Dios ofrece sus bendiciones en base a la gracia y no a la ley. Pero se necesita un nuevo comienzo en la vida para experimentar el reino de Dios.
Nicodemo sabía que la declaración de Jesús no podía tomarse literalmente: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?… ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer? (Juan 3:4).
Así que Jesús se lo dijo de nuevo, agregando algunas palabras de explicación: “Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu” (versículo 6).
Para tener vida física, una persona necesita un nacimiento físico. Para tener vida espiritual, una persona necesita un nacimiento espiritual. Nicodemo y el judaísmo en general, se enfocaban en lo físico. Se preocupaban por las leyes de purificación, las fechas y los lugares, reglamentos y rituales. Aunque sabían que Dios es Espíritu, esperaban que su reino fuera un reino físico como los reinos de este mundo, con territorio geográfico, agricultura y leyes.
Así que Jesús reclamó a Nicodemo por no entender (versículos 7 y 10). Los fariseos (tal como los samaritanos –vea Juan 4:21-24) estaban demasiado preocupados por los aspectos físicos de la adoración. Jesús está diciendo que el reino de Dios es mucho más que tener mejores cosechas, animales mansos y gente guardando reglamentos y rituales. Dios se ocupa del espíritu de una persona, una transformación del espíritu, y eso requiere un nuevo comienzo en la vida.
El Espíritu, como el viento, no puede ser visto, pero los resultados sí pueden verse (versículo 8). El Espíritu cambia a las personas y el cambio, aunque a veces es frustrantemente lento, es evidencia de que el Espíritu está trabajando. Todos necesitamos ese nuevo comienzo en la vida. Como lo explica Juan 3, se requiere que creamos en Jesús, y confiemos que él nos da la vida eterna. Cuando ponemos nuestra fe en él, hemos “nacido del Espíritu”, una nueva vida ha comenzado.
Crea en el Hijo
La muerte de Jesús pagó por los pecados de todos en la tierra (1 Juan 2:2), pero solamente los que creen pueden experimentar la clase de vida que caracteriza el mundo por venir.
Por esto vino Jesús: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (versículo 16).
Dios no quiere condenarnos (versículo 17). Si creemos en Cristo, somos salvos; si no, permanecemos en condenación, porque nuestros pecados nos condenan, y no hemos aceptado el único rescate que Dios ofrece (versículo 18). El sacrificio expiatorio ya se ha dado, pero los beneficios no son forzados en las personas si no los quieren.
La nueva vida en Cristo es un viaje maravilloso, pero a veces temible, una odisea de fe con muchas subidas y bajadas, pero fortalecido por la confianza de que Jesús siempre está con nosotros y que nos ayudará a superar todas las tormentas.
Oramos para que la Revista Odisea Cristiana pueda siempre ser un recordatorio de la presencia de Jesús con nosotros tanto en los tiempos malos como en los buenos.
Este artículo fue publicado en la Revista Odisea Cristiana No. 1