Ayudar a un amigo o amiga que está sufriendo es tanto un privilegio como una responsabilidad. No existen palabras mágicas que puedan quitar el sufrimiento, la traición, la ira, la frustración o la depresión. Pero usted puede mitigar el golpe ofreciendo consuelo y apoyo.
- No diga demasiado. Un abrazo, algunas lágrimas y unas pocas palabras pueden ser de gran significado. En esos momentos usted puede caminar con el amigo a través del quebrantamiento.
- No ofrezca frases trilladas tales como «Sé como te sientes», «Debes estar agradecido de que no fue algo peor», «Debes ser fuerte», o «Dios no te permitirá sufrir más de lo que puedas sobrellevar». Éstas podrán ser verdad, pero no son consoladoras. Consejo no solicitado es crítica disfrazada.
- Permítale a la persona sentir el dolor. Existen muchos mitos para encerrar el dolor, tales como: esconde tus sentimientos, sufre a solas, dale tiempo, condúcete como si todo marchara bien. La verdad es que el dolor es real y duele, de manera que nadie debe tratar de hacer que otros supriman sus sentimientos.
- Deje que su amigo exprese y comparta su agobio y agonía. Si lo que usted escucha le sorprende, evite criticar o empequeñecer. En su lugar, procure aceptar lo que escucha, aun cuando no lo entienda. Los sentimientos son parte de responder normalmente al pesar. Su amigo saldrá de ese estado más rápida y fácilmente si no enuncia juicios.
- Evite las trivialidades espirituales. Sobre todo, no castigue a su amigo por su aparente falta de fe. Su necesidad de reconciliación con Dios tiene precedencia sobre la preocupación de usted de que él o ella le vuelva la espalda a Dios.
- Deje que el tiempo sea parte de la sanidad. No espere que a su amigo se «le haya pasado» en un mes (o aun en uno o dos años). Lo profundo del pesar es abrumador al retornar como olas vez tras vez, mucho después de que los demás lo han olvidado. Los días de fiesta y los aniversarios son particularmente difíciles. Muestre un interés aún mayor durante esas ocasiones.
- Prestar ayuda a otros es abrumador, por tanto, busque renovación en la fuente de Jesucristo. Beba profundamente de su refrescante nutrimiento espiritual, y permita que él lo guíe.
— Jeff Zhorne