Por Greg Williams
Yo trabajo para una organización llamada Juventud para Cristo. Recientemente, varios co-trabajadores y yo tuvimos una esclarecedora conversación durante el descanso. Una dama compartió una serie de historias sobre su suegro de 88 años de edad, que ahora vive en su cuarto de huéspedes y su extraño comportamiento de tomar la ducha a las 2:00 am. Otro hombre hablaba de su familia política, que lucharon por vender su casa en Michigan para acercarse a su hija a la que esperaban cuidar. Este mismo hombre sugirió que en lugar de «Juventud» para Cristo se estaban convirtiendo en «Ancianos» para Cristo.
En 2006, la generación de los baby-boom cumplió 60 años y comenzó una ola de jubilación como los EE.UU. nunca ha experimentado. Alrededor de 78 millones de boomers se jubilarán en los próximos diez años, lo que representa el 25 por ciento de la población del país. Mi compañero de trabajo tenía probablemente la razón cuando sugirió cambiar el grupo de discusión para la tercera edad.
Mientras escribo este artículo, mi padre acaba de completar una estancia de nueve semanas en el hospital. Fue a la sala de operaciones en cuatro ocasiones y pasó seis semanas en cuidados intensivos. Se había caído de una escalera cuando colapsó bajo su mando y se fracturó la vértebra C7 y T9 en el cuello y la espalda. Ahora él está en un centro de rehabilitación intensiva aprendiendo a moverse tanto como le sea posible. Si va a ser totalmente móvil está todavía por determinarse, y aún se enfrenta a semanas o meses en rehabilitación. Nada te prepara para este tipo de viaje en la montaña rusa emocional.
Mi mamá tiene que viajar 40 minutos de ida y otros 40 minutos de regreso todos los días para visitar a mi papá. Ella ha sido la que consulta a los médicos y toma decisiones difíciles en nombre de mi papá. Ella es la que tendrá que recibir las múltiples facturas de los médicos e instituciones, y orar para que el seguro cubra el enorme costo. Ella es la que tendrá que hacer los arreglos para remodelar la casa para hacerla amigable para minusválidos. Es de ayuda que ella es enfermera, pero de poco sirve porque no puede levantar o mover a mi padre con su cuerpo envejecido.
Yo digo que nada te prepara para las dificultades del envejecimiento y de todas las enfermedades médicas que siguen, pero hace unos 3 mil años el rey Salomón escribió estas palabras de sabiduría:
Acuérdate de tu Creador
mientras eres jóven,
antes de que los días malos vengan
y los años en que dirás,
«No encuentro placer en ellos.»
Cuando te hagas viejo,
la luz del sol, la luna y las estrellas se oscurecerán;
las nubes de lluvia nunca parecen desaparecer.
En ese momento tus brazos temblarán
y tus piernas se debilitarán.
Tus dientes se carán y no podrás masticar,
y tus ojos no verán con claridad.
Tus oídos sordos serán al ruido en las calles,
y apenas escucharás el molino moler el grano.
Te despertarás cuando un pájaro se ponga a cantar,
pero apenas oirás el canto.
Le temes a las alturas
y tienes miedo de ir a dar un paseo.
Tu pelo se convertirá en blanco, como las flores en los
almendros.
Cojerarás como un saltamontes cuando camina.
Tu apetito se ha ido.
Entonces irás a tu morada eterna,
y la gente irá a tu funeral.
Pronto tu vida se romperá como una cadena de plata
o como un tazón de oro.
Serás como una jarra rota en primavera,
o una rueda rota en un pozo.
Te convertirás de nuevo en polvo de la tierra,
pero tu espíritu vuelve a Dios que lo dio.
¡Todo es inútil!
El Maestro dice que todo es inútil.
(Eclesiastés 12:1-8).
«Los días de angustia» ciertamente han venido sobre mi padre. Las imágenes que Salomón utiliza para mostrar el efecto de la edad de nuestro cuerpo físico es un recordatorio de que los años dorados no son de oro, después de todo. Puede que no sea una vida sin preocupaciones y largas caminatas en la playa con tu novia. En su lugar, podría ser tiempo de permanencia en la sala de espera del médico y una cola en la farmacia más que tiempo en el campo verde con los pies sumergidos en el océano. Hacerse viejo y débil no es un camino fácil.
Es difícil ser un espectador y cuidador en este duro viaje. Me doy cuenta de que aún más doloroso que pasar la noche con mi papá es notar su ausencia cuando voy a casa.
Yo vivo a menos de un tiro de fútbol de la puerta de atrás de mi padre. La residencia Williams es de 40 hectáreas, compuesto por mi casa, la casa de mis padres, la casa de mi hermano, y un huerto de manzanas de los alrededores. Mi padre está jubilado, pero hasta ahora, había sido muy activo. Yo estoy acostumbrado a verlo sobre sus rutinas; de ida y vuelta al buzón de correo, al otro lado de la calle alimentar a sus gatos, montado en su cortadora de césped dos veces por semana durante los meses de verano, y a menudo aparecer en mi casa (sospechosamente alrededor de hora de las comidas ). Siempre estaba disponible para recoger nietos y feliz de que entres en su sala de estar para compartir una película. Esto ha desaparecido por más de dos meses, y ha creado un agujero; la residencia Williams no es la misma.
Me doy cuenta de que, como mis padres me cuidaron en mis etapas de infancia cuando era un bebé, ha llegado mi turno para ayudarlos, ya que están envejeciendo y son cada vez más débiles, pero hay más que el alimento, ropa y vivienda. La vida es acerca de las relaciones en todas las etapas, desde la alegría experimentada en el día de su nacimiento hasta el día de pena de muerte. Me estoy dando cuenta que la mera presencia de mi padre, incluso en las cosas mundanas, es un valor inestimable que no será reemplazado cuando se haya ido. Tener un ser querido que está cerca y siempre listo para compartir una comida, una película o una simple conversación es la sustancia de la vida que el Dios relacional extiende a sus hijos creados.
Dios, que existe eternamente como Padre, Hijo y Espíritu, goza de perfecta relación consigo mismo y por eso le agrada mucho cuando sus hijos humanos se llevan bien en paz y comunidad de amor. Dios nos ha creado para relacionarnos, y en la plenitud de su plan tiene para ti y para mí toda una experiencia, las relaciones eternas serán liberados de la pérdida y la separación.
Envejecer es uno de los grandes desafíos de esta vida y la muerte es nuestro enemigo, porque nos separa, aunque sólo sea temporalmente, de nuestros seres queridos. Pero la relación es una cualidad divina que se experimenta en esta vida y en la vida venidera. Creo que las relaciones representan el precioso tesoro que nos llevaremos con nosotros de esta vida a la siguiente.
El dolor, las lágrimas y la muerte son parte de este itinerario humano, pero también lo son las relaciones. El viaje que he compartido hasta ahora con mi papá ha sido rico. No sé cuántos días, semanas o meses que nos quedan en esta vida, pero la esperanza de la eternidad descansa profundamente en ambos corazones nuestros.
Foto por Bruno Unna
Foto por Oscar F. Hevia