Por supuesto que debe haber arrepentimiento. Pero incluso el arrepentimiento es una celebración, no una sesión de negociación en la que trabajamos lo suficiente para resolver el problema del pecado y ponernos al día con Dios. No es volvernos del pecado, sino un retorno a la fe – un despertar de nuestra confianza en que todos nuestros actos, malos y buenos, han sido hechos en Dios [Jesús, el Hijo encarnado].
Robert Farrar Capon «La locura de la predicación: la proclamación del Evangelio contra la Sabiduría del Mundo», p. 22
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