Por Wilfrido González
Con todo cariño a la memoria de mi hermana menor, Ludmila (Ludy) Gonzalez de Haro (22 de octubre de 1967 – 5 de noviembre de 2014) |
Después de más de tres años de lucha, Ludy cerró sus ojos para no abrirlos más… en este mundo… Pero los abrió en un lugar diferente, un “lugar” que no es un lugar en realidad sino más bien otra dimensión. A veces le llaman “cielo”, a veces le llaman “gloria”. En español es mejor llamarle “gloria” porque “cielo” parece un lugar muy alto y distante, pero la gloria no es un lugar lejano sino que es la presencia de Dios, y Dios está presente en todo lugar, aquí a nuestro alrededor, muy cerca de nosotros pero en la dimensión divina.
Allí abrió Ludy sus ojos y vio cosas maravillosas, y no sentía dolor, ni cansancio, y se sentía llena de vida. Con la boca y los ojos muy abiertos miraba a su alrededor. Y allí estaban el Padre, Jesús y el Espíritu Santo con una gran sonrisa. Nunca los había visto en persona pero algo le hizo saber sin lugar a dudas que eran ellos – o que eran Él.
– ¡LUDY!!!! ¡PRECIOSA BEBÉ!!!! Cuánto anhelábamos que estuvieras aquí y nos vieras. Nosotros siempre estuvimos contigo, nunca te dejamos ni te abandonamos, y nos dolía tanto verte sufrir…
Y le dieron un abrazo de sándwich. Ella vio como los brazos del Padre parecían fusionarse con los del Hijo y con los del Espíritu Santo, y al abrazarla parecían fusionarse con ella, y al besar su frente y su cabeza sintió que los besos no se quedaron en la superficie sino que penetraron ¡hasta su corazón!… sintió un éxtasis sublime que no hubiera podido describir, y empezó a sollozar de alegría…
El Padre le dijo:
– Sí, mi amor, aquí estás con nosotros, es verdad, no estás soñando.
Mil pensamientos se arremolinaban en su mente. Por un segundo le vino una preocupación por sus adoradas niñas, Laurita y Ludmilita, pero inmediatamente supo que estarían bien, ni siquiera tuvo que preguntar. Y Jesús lo confirmó:
– Sí, linda, estarán bien, y Arturo también, y tu mami, y todos.
Entonces desataron el abrazo de sándwich mientras el Espíritu Santo le decía:
– Adivina quién está aquí, ¡mira! Y vio a papá Chano, y a abuelito Tano, y a abuelita Chinta, y a tía Lupe, y a…
– Tú debes ser mi tía Esther.
– Así es Ludy, Dios me recogió antes de que tú nacieras pero cuando naciste yo también me alegré con toda la familia. Mi corazón se alegra de tenerte con nosotros, te quiero muchísimo, ¡mi niña hermosa!
Y la abrazó tiernamente… pero entonces Ludy notó algo y dejó de sonreír…
– Papi, ¿por qué lloras?
– Mi hijita, sé que muchas veces no fui el padre que debería haber sido ¡Lo lamento tanto!
Ella lo abrazó con ternura.
– Papi, tú viviste para nosotros y consumiste tu vida trabajando para nosotros, de ese modo nos mostraste tu amor.
– Si, tú fuiste de las primeras que me perdonaron pero siento que para algunos ha sido más difícil.
– Bueno, estoy segura de que el Espíritu de Dios en mis hermanas y en mis hermanos les ayudará a borrar todo rastro de resentimiento. No te atormentes, papi, cuando lleguen aquí solo tendrán el amor de Dios que los que estamos aquí podemos disfrutar en toda su plenitud.
El Espíritu Santo asintió:
– Absolutamente, Chano, mi niño hermoso, es lo que te había estado diciendo, y ahora empiezas a comprobarlo con Ludy, ¿no?
Chano sonrió tímidamente mientras el Espíritu enjugaba sus lágrimas.
A estas alturas ya todos rodeaban a Ludy (no solo familiares y parientes que habían llegado antes sino también amigos y otros parientes que ella no conocía) y se oía un barullo festivo mientras la abrazaban y la besaban.
Entonces Ludy cayó en cuenta que por todos lados había gente riendo y platicando efusivamente, y abrazándose, y bailando de alegría… y (no lo había notado – como que su percepción de la gloria iba extendiéndose gradualmente) el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo ¡también estaban bailando! Era un bailar extraño pero que embelesaba porque a veces evocaba el viento moviendo las ramas de los árboles, otras veces el movimiento de las olas, o la dinámica y fascinante danza de los electrones dentro del átomo, o el aletear de un colibrí que vuela de flor en flor o… ¡como si pudieras VER la música moviéndose!
– ¡LUDY! ¡LUDY! ¡ENTRA EN EL GOZO DE DIOS!!!
Y la música era sobrecogedora, alegre, espectacular, y coros de ángeles se oían cantando alabanzas que Ludy jamás había oído pero que no quería dejar de oír… ¡y ella misma ya estaba también bailando! (como cuando como un equipo se corona campeón).
Pero entonces, entre la algarabía, como en los rincones (es un decir porque en la gloria no hay rincones), notó algunas personas apartadas, que no bailaban, ni platicaban, ni siquiera sonreían, y tenían una expresión sombría y de profunda amargura.
Siendo como es, Ludy se angustió mucho. ¿Cómo era posible que en la gloria hubiera quienes no se gozaran como todo mundo?
– ¡Padre mío! ¿Qué tienen esas personas? ¿Por qué están así?
– ¡Ay, hija mía¡ ¡Me dan tanta tristeza¡ Ellos están en el infierno…
– ¿QUEEEE? ¿El infierno, aquí en la gloria? ¿De qué me perdí? Y ¿dónde está el fuego del infierno?
– Mi amor, el infierno no es un lugar sino un estado mental de separación de Dios. Y como yo estoy en todas partes nada escapa de mi presencia – ellos están dentro de mi gloria pero no la están disfrutando. Ellos son como un bebé haciendo un berrinche en brazos de su padre amoroso. Ellos arden de amargura (como cuando dicen que a alguien “¡le salía humo por las orejas!” – muy ilustrativo), y en su mente no aceptan mi gracia sino que están encerrados en su propio infierno a pesar de que mi Hijo les ha predicado tanto acerca de mi salvación gratuita pero, como el hermano del hijo pródigo, no quieren entrar a la fiesta.
– ¿Entonces no hay un fuego literal?
– Hijita mía, ¿qué fuego podría quemar a alguien que ya murió? Quienes creen que yo sería capaz de torturar eternamente a alguno de mis amados hijos realmente nunca han comprendido el hecho de que yo SOY amor. ¿Por qué habría de castigarlos más si ya mi Hijo murió por ellos? ¿No crees que ya están sufriendo demasiado? Solo mira sus rostros…
– ¡Es terrible! ¿Y no hay nada que podamos hacer por ellos?
– Pues lo mejor es que los sigan viendo a todos ustedes gozando de mi gloria… y tal vez, tal vez algún día decidan salir de su amargura y de su tormento.
– Padre, ¿y qué sigue?
– ¡JA, JA, JA, JA! ¡Creí que nunca lo preguntarías! Típico de ti, preciosa, ¡no te puedes estar quieta ni un minuto! Pues estás en el lugar indicado porque como lo dijo mi hijo Jesús: “Mi padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”, efectivamente tenemos mucho trabajo pero ya te diste cuenta que aquí no te cansas, y no solo eso: ¡El trabajo aquí es lo más interesante, estimulante y divertido que jamás hayas imaginado! Mira, Chano te explicará lo que estamos haciendo. Pero mira, tus familiares aquí cerquita en la Tierra ya van a celebrar Navidad…
– ¡¿QUEEEE?!! Creí que apenas habían pasado unos minutos.
– Ya te acostumbrarás, mi amor, a la idea de que aquí no pasa el tiempo. Por cierto, será una Navidad en la que te recordarán con lágrimas pero mi Espíritu Santo está allí para consolarles y recoger sus lágrimas que son un hermoso homenaje a tu memoria. Ah, y te anticipo algo más: Apenas has visto y oído un poco de lo que nadie en la Tierra ha visto ni nadie ha oído, y nadie siquiera se lo ha imaginado, pero falta mucho más…
– ¡WILI¡ ¡DESPIERTA!
– ¿Eh? Ah, sí, ya es hora… Qué sueño tan extraño y tan maravilloso…
– ¿Si? ¿Qué soñaste?
– Pues mejor lo escribo antes de que se me olvide…
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NOTA: Esta reflexión no pretende exactitud teológica en los detalles pero los conceptos generales han sido plasmados con apego a la Teología Trinitaria Centrada en Cristo que para mí es doctrina central del Evangelio.
Wilfrido Gonzalez vive en Tijuana, México, es pastor asistente de las congregaciones de la Comunión de Gracia Internacional en Mexicali y Tijuana, México.