Por Rubén Ramírez Monteclaro
En nuestro tiempo, las relaciones sociales se dan de acuerdo con nuestra filiación, ya sea familiar, partidista, ideológica y, principalmente, religiosa. Esto nos da la pauta para establecer relaciones de amistad, de cooperación, de trabajo, etc.
Pero, ¿Por qué es tan importante nuestra filiación religiosa? Es que en la “religión” reconocemos los valores y los principios que rigen nuestra vida y nuestras relaciones humanas: es la fuente de lo que rige la vida buena y placentera, plena y total.
Pero, ¿qué es la religión?
De acuerdo con el diccionario, la palabra tiene tres acepciones: a) Conjunto de creencias y normas que definen las relaciones entre el hombre y la divinidad. b) Conjunto de prácticas y ritos específicos propios de cada creencia. c) Estado de las personas que se obligan con voto a cumplir una de las reglas autorizadas por la iglesia. Fuente: Pequeño Larousse Ilustrado.
“La religión es una parte de la actividad humana consistente en creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado, de tipo existencial, moral y espiritual. Se habla de «religiones» para hacer referencia a formas específicas de manifestación del fenómeno religioso, compartidas por los diferentes grupos humanos. Hay religiones que están organizadas de formas más o menos rígidas, mientras que otras carecen de estructura formal y están integradas en las tradiciones culturales de la sociedad o etnia en la que se practican. El término hace referencia tanto a las creencias y prácticas personales como a ritos y enseñanzas colectivas”. Fuente: Wikipedia.
Etimológicamente existen dos acepciones: la primera, el término «religión» era utilizado para expresar un temor o un escrúpulo supersticioso. Así consta en textos de Julio César (De Bello Gallico VI 36) y Tito Livio (Historia de Roma desde su fundación IV 30). Fuente Wikipedia.
La primera interpretación relacionada con el culto es la del orador latino Cicerón: «Quienes se interesan en todas las cosas relacionadas con el culto, las retoman atentamente y como que las releen, son llamados «religiosos» a partir de la relectura». Esta etimología —filológicamente más correcta— subraya la fidelidad a los deberes que la persona religiosa contrae con la divinidad y por tanto está más relacionada con la justicia. Fuente: Wikipedia
La otra etimología propuesta por Lactancio hace derivar la palabra «religión» del verbo latino religare: «Obligados por un vínculo de piedad a Dios estamos “religados”, de donde el mismo término “religión” tiene su origen, no —como fue propuesto por Cicerón— a partir de “releyendo”». Este segundo sentido resalta la relación de dependencia que «religa» al hombre con las potencias superiores de las cuales él se puede llegar a sentir dependiente y que le lleva a tributarles actos de culto. Fuente: Wikipedia.
«Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. Religio no viene, como suele decirse, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia, descuido, desentenderse, abandonarse» José Ortega y Gasset en su ensayo Del imperio romano. Fuente: Wikipedia
Estos conceptos nos llevan a entender a la religión como un estatus de obligación para con la divinidad, algo que tenemos que hacer porque dependemos de Dios. Esto se traduce como culto, estructuras, leyes y reglamentos, donde de acuerdo con lo que hagamos o dejemos de hacer, tendremos una recompensa.
Bajo el estudio de las religiones, tiene un lugar preponderante el cristianismo, considerada como la más numerosa en el mundo con 2,300 millones de fieles; centrada en la figura de Jesucristo y siguiendo las enseñanzas de la Biblia.
El mundo occidental por lo general se denomina cristiano porque el devenir de la historia se encargó de difundir dicho ideal por medio de las conquistas, ya fueran por los ingleses, españoles, portugueses y otros países que se distinguen por su filiación religiosa cristiana.
El cristianismo que llegó a occidente ya tenía varios siglos de sinergia religiosa, social y política, desarrollada principalmente en Europa. Actualmente se cuentan 7 grandes grupos de iglesias cristianas, los cuales, a la vez agrupan varias denominaciones.
Con tantas denominaciones, en la actualidad existen controversias extremadamente radicales entre las iglesias cristianas, llegando hasta la guerra, tal es el caso actual de Inglaterra e Irlanda del Norte.
Sin embargo, ¿En qué consiste el cristianismo? ¿Qué dice la Biblia al respecto?
Se deduce que las prácticas religiosas derivan en gran manera de La Ley, donde se establecieron ritos y mandamientos estrictos en su cumplimiento, llegando a la escrupulosidad en su cumplimiento, de ahí que la palabra religioso es sinónimo de escrupuloso. Además, esos ritos estaban ligados a los mandamientos ordenados por la divinidad.
Pero cuando Jesucristo hace su entrada a este mundo, cambia las reglas y establece otras de naturaleza superior, albergadas en la parte invisible del ser humano: su alma y su espíritu. Pudiéramos decir que estamos religados a Dios pero no por reglas o mandamientos, sino por un acuerdo voluntario, nacido de una relación de carácter personal y familiar con el Creador por nacimiento y por un matrimonio fundado en el amor más puro y excelso, que es ágape de Dios.
Jesucristo vino a revelar verdades y misterios que estaban ocultos a los humanos, verdades que trascienden la creación física, que sólo se entienden en un medio espiritual, dichas verdades y misterios no se aprenden con sólo leer o estudiar, tienen que ser reveladas y hechas vivas en el núcleo de los pensamientos, las emociones y los sentimientos del ser humano.
- Jesucristo vino a revelar a un Dios no conocido ya que se tenía la idea de que Dios es uno y nada más, distante, implacable, exigente, tal como lo expresa el personaje que recibió un talento, en la parábola de los talentos: «Señor … yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no ha sembrado y recoge donde no ha esparcido” (Mateo 25:24); sin embargo Jesús nos mostró un Dios que ama con un amor difícil de comprender porque no le importa dar la vida por el objeto de su amor: el ser humano. ¡Cuán lejos de la realidad revelada en su Palabra!
Un Dios que abraza y cubre toda su creación como la gallina cuando protege a sus polluelos debajo de sus alas; todavía para muchos este es un Dios no conocido, porque las prácticas religiosas han establecido a lo largo de la historia una relación de distancia, respeto, reverencia, miedo, temor ante la majestad y poder de Dios. Igual que en el desierto cuando los israelitas mostraron miedo ante la magnificencia de Dios (Éxodo 20:18-21)
- Jesucristo vino a revelar a un Dios trino (Padre-Hijo-Espíritu), esta realidad es determinante para entender el gran amor de Dios, ya que el amor se comparte. El Dios trino vive una relación eterna de entrega-descubrimiento, gozo inefable, vida plena: ¡Así es nuestro Dios!
- Jesucristo vino a llevar a cabo una nueva creación, el Hijo, Eterno, Dios, encarna en el humano Jesús. (Mateo 1:23) Jesús no era un humano igual a los demás, era Dios-Hombre: una nueva humanidad porque en su humanidad contiene a todos los humanos y a partir de entonces, todo el que cree en Jesús, se convierte en un humano con el Espíritu Santo, el Padre y Jesús viviendo en él.
- Jesucristo vino a revelar nuestro verdadero origen: existimos desde antes de la creación física (Efesios 1:4) para ser uno con Papá-Jesús-Espíritu Santo, y hacia allá nos dirigimos: ¡A nuestra verdadera casa! No sin antes transitar por este cuerpo físico creado en Adán, (Salmos 139:16) el cual se constituye en un eslabón que completa nuestra creación en Cristo, esperando en la resurrección regresar a esta tienda de campaña pero ya glorificada, tal como el mismo cuerpo de Cristo. Otro aspecto de unidad con el Padre-Hijo-Espíritu Santo.
- Jesucristo vino a fundar una iglesia (Mateo 16:18), formada por todos los humanos que han creído en Jesús, integrando su propio cuerpo, unidos todos con el vínculo del amor, para ser uno con Él (Juan 17).
Esta iglesia establece relaciones entre sus miembros de carácter “corporal-espiritual”, pericorético, tal como están establecidas en Padre-Hijo-Espíritu, basadas en leyes que nacen del amor, del perdón, de la misericordia, la paciencia, la paz; dichas leyes se resumen en: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente»… «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» (Mateo 22:37-39). En esta ley se sustenta la vida del cristiano, esta ley contiene todos los aspectos que rigen nuestras relaciones con Papa-Jesús-Espíritu y con nosotros mismos ya que somos uno en Cristo Jesús. Pero la obediencia a esta ley no requiere de cuánto o cómo la cumplamos y cuál sea la recompensa que merezcamos. ¡NO! Esta ley se basa en el principio del amor (1 Corintios 13).
Si sustentamos al cristianismo sobre esta ley, las características de la religión no tienen cabida en él, así que concluimos que el cristianismo NO es una religión, tal como se concibe en este mundo. El mismo Jesús así lo dice en su Santa Palabra: es un camino de vida, una nueva forma de vivir, un estilo único de existencia, con repercusiones eternas. Jesús es ese camino, Jesús es nuestra realidad, Jesús ES NUESTRA VIDA. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Con Cristo no hay culto, hay relación, fundada en el amor y la misericordia (Santiago 1:27)
Por tanto, ser cristiano es vivir en Cristo, estar en Cristo, ser en Cristo. Todo cristiano ya no vive por sí y para sí; la vida de cada seguidor de Cristo es la misma vida de Cristo. Esta es la voz de todo cristiano: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí”. (Gálatas 2:20)
Así que cuando nos pregunten: “¿Qué religión profesa?” Podremos contestar: “Ninguna, soy cristiano”.