Lecturas bíblicas:
- 2 Samuel 7:11-14a;
- Salmo 89:20-37;
- Efesios 2:11-22;
- Marcos 6 30-34, 53-56
Sermón por Lance McKinnon
Basado en Marcos 6:30-34, 53-56
Marcos comienza nuestra lectura de los Evangelios hoy usando la palabra «apóstoles» en vez de su título usual de «discípulos» cuando se refiere a los Doce. La palabra apóstol significa «enviado». Tal vez Marcos quiere que leamos esta historia con un ojo puesto en la iglesia.
¿Qué podemos aprender de Marcos acerca de ser enviados en el ministerio y la misión como representantes del reino de Dios? Primero, vemos que Jesús tiene un gran interés en su actividad – escucha sus experiencias con respecto a lo que están haciendo y enseñando. También está interesado en su bienestar; él nota que están exhaustos y que necesitan descansar.
Cuando nos encontramos exhaustos como «enviados», podemos saber que Jesús está consciente, llevándonos activamente al descanso y a la plenitud. Podemos considerar la posibilidad de que lo que Jesús escuchó, con respecto a lo que hacían y enseñaban, podría haber tenido algo que ver con su agotamiento. Cuando nuestro hacer no concuerda con nuestra enseñanza, tarde o temprano, el resultado es el cansancio y la fatiga.
Lo que Jesús enseñó (su teología hablada) nunca estuvo desconectado de lo que Jesús hizo (su teología obrera). Jesús «practicó lo que predicaba», y nosotros también debemos hacerlo. Si el mensaje que somos enviados a llevar es la proclamación de que Jesús es el Salvador del mundo, al hacer nuestro ministerio debemos confiar en él como Salvador, no en nosotros mismos.
El ministerio y la misión se convierten en un desagüe cuando nuestra manera de pensar pone todo sobre nuestros hombros. Dadas las muchas demandas que la vida nos presenta cuando participamos en el ministerio con Jesús, no debemos perder de vista quién es Él para nosotros. Es su ministerio hecho en el Espíritu, no el nuestro. Comprender esta «enseñanza» puede salvaguardarnos de ser desgastados por nuestro «hacer».
Que esto contribuyera o no al agotamiento de los apóstoles no cambia el hecho de que ellos necesitaban integridad y restauración en todo su hacer y ser. Jesús los lleva en barca a un lugar donde pueden ser restaurados.
Podemos imaginar que mientras viajaban, sabían el destino final. Tal vez estaban cantando himnos o simplemente relajándose y disfrutando de la compañía del otro. El viaje en el barco, que viajó cerca de la orilla, atrajo la atención de muchos espectadores que también necesitaban sanación y plenitud. La multitud «los reconoció» y corrió a encontrarlos.
Mientras la iglesia adora y tiene comunión con Jesús, sabiendo a dónde nos lleva, llamaremos la atención de otros viajeros cansados que buscan descanso. Nuestro testimonio al mundo se vuelve muy poderoso cuando nuestra enseñanza de fe, esperanza y amor es igualada por una hermandad que vive esa realidad. Dirigir a otros a Jesús para que encuentren descanso es más efectivo cuando no estamos cansados. ¡Es difícil convencer a la gente de que Jesús es una fuente de descanso cuando nosotros mismos todavía estamos luchando!
Ahora viene un truco en la historia. Jesús los está llevando a un lugar de descanso y restauración. Antes de llegar, se encuentran con una multitud de personas apresuradas y frenéticas. Jesús se conmueve con «compasión por ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas». ¡Demasiado para el descanso necesario que los apóstoles esperaban!
La «compasión» es lo que impulsa a Jesús a continuar su ministerio de enseñar y hacer. Es el amor del Padre por todos sus hijos lo que energiza el ministerio y la misión de Jesús.
Al final de la historia, Jesús y los apóstoles «salieron de la barca» y esta vez la gente «lo reconoció». Esa es la meta del ministerio y la misión. No intentamos que los espectadores nos reconozcan, sino que reconozcan la fuente de compasión y descanso que hemos encontrado en Jesús.
La historia no termina con los apóstoles descansando solos. Termina con la gente de los «pueblos o ciudades o granjas» encontrando sanidad y plenitud en el Señor. El verdadero descanso se encuentra cuando la totalidad y la sanidad que Jesús trae se extiende a otros. Todos estamos conectados como hijos de Dios y por lo tanto nuestro descanso y plenitud llega a su plenitud cuando es experimentado por otros.
Que participemos fielmente en el ministerio y misión de Jesús, alimentados con su compasión, anclados en la esperanza de a dónde nos lleva. Amén.