El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: «Esperanza mía y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré» Salmo 91:1-2 (RV95)
El salmista sabía la bendición de vivir bajo la protección de nuestro Dios y no tuvo objeción alguna para dejar por escrito las palabras que dan inicio a este texto, el cual nos debe inspirar para que también nosotros vivamos confiados bajo la sombra del Dios Todopoderoso, quien como Padre amoroso nos cobija y protege de todo mal, ya que Él es bueno eternamente y por esa sólo cualidad, estemos seguros de que no nos hará ningún mal, porque, además, nos ama con un amor que sobrepasa todo entendimiento humano y celestial.
En su sabiduría nos ha dejado en su creación ejemplos que debemos considerar para comprender las palabras del Salmo 91.
Para los agricultores no es ninguna novedad ver ciertas especies de garzas y otras aves alimentándose de las garrapatas y otros parásitos que viven en la piel del ganado vacuno, principalmente; donde el uno se libra de los indeseables inquilinos y el otro encuentra alimento fácilmente; ambos se necesitan mutuamente. Lo mismo podemos contemplar en los pantanos y ríos donde viven los cocodrilos y otras especies, quienes se dejan “limpiar los dientes” por aves que necesitan de esas migajas para subsistir. Sin embargo, quizá el ejemplo más impresionante de este tipo de relación conocida en los medios académicos como simbiosis, lo encontramos en el “matrimonio” de los tiburones y los peces rémora.
Las rémoras son especies pequeñas cuya descripción es la siguiente: “Las rémoras se distinguen fácilmente por la ventosa que presentan sobre su cabeza, la cual forma un disco succionador de 16 a 20 laminaciones transversales. Cuerpo alargado y fuerte, boca ancha, mandíbula inferior prominente y dientes pequeños. Aleta dorsal y anal similares y en posición opuesta. Color pardo oscuro y uniforme. Pelágico, y aunque de natación rápida acostumbran a vivir pegadas a grandes animales como tiburones, mantas, tortugas o cetáceos. Se alimentan con los sobrantes de la presa que consume su huésped”.
Dios nos muestra en este ejemplo de Su maravillosa creación una verdad de carácter espiritual que no debemos ignorar: el pez rémora vive la mayor parte de su vida pegado al tiburón, merced a su disco succionador; de esa manera va adonde lo lleve el cetáceo, pero lo más importante, se alimenta de las migajas que deja el tiburón, este ejemplo de simbiosis es el más conocido, sin embargo, podemos aprender varias lecciones de carácter espiritual; Dios en su sabiduría nos deja pistas para que aprendamos la enseñanza; del ejemplo desprendemos los siguientes aspectos:
Es benéfico vivir al amparo de un ser más grande que nosotros, ya que tenemos garantizada la protección en contra de los depredadores. No nos falta comida ya que el mayor proporciona al menor lo que le hace falta para saciar su hambre. Al ir pegado al tiburón, el rémora va a lugares a donde él solo no podría ir y experimentar nuevas emociones. De esta manera las limitaciones del rémora se agigantan porque el tiburón las supera con él pegado a su cuerpo. Además, el menor se siente satisfecho de poder apoyar al mayor en la limpieza de las sobras de comida y lo más notorio: en dicha simbiosis, el menor está en el mayor y el mayor está en el menor; ambos son un solo ser en esa relación sui géneris.
Traslademos estas enseñanzas al terreno espiritual y veamos las lecciones que Dios quiere que aprendamos de esta especial relación: Aprendamos como el pez rémora a vivir pegados a un ser superior, en este caso, Dios, porque de él recibimos protección. (Salmo 91:1) Dios dice que Él es nuestro proveedor. Si vivimos en, y nos alimentamos de Cristo, Él dice que nunca tendremos hambre ni sed. (Juan 4:14; 6:35)
Imaginémonos en la eternidad siendo uno con Dios y pensemos hasta dónde podemos llegar pegados a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el simple hecho de ser uno con Él es suficiente. Por nuestras propias fuerzas no podríamos haber llegado tan lejos, sin embargo en Él estamos en su trono y por la eternidad. (Colosenses 2:12)
La importancia que ha dado Dios a los humanos de ser parte de la divinidad y regocijarnos de poder hacer Su obra en la tierra; somos sus hijos amados, sus embajadores, sus representantes, sus mayordomos de esta tierra: siendo pequeños, Dios se sirve de nosotros para hacer Su obra. (2 Corintios 5:20)
Así que, vayamos todos los que estamos cansados y cargados y con hambre y sed de justicia, a quien nos puede hacer descansar y tener paz y vida eterna. (Mateo 11:28) Alimentémonos de lo que el Señor nos provee: su propia carne y sangre, su misma naturaleza divina. (Juan 4:14; 6:35) Vivamos pegados al Dios del universo que la recompensa es infinita, excelsa y sublime, por ponerle algunos adjetivos. (Salmo 91:1)
Foto por EarthTouch
Foto por luis@ngel