El nacimiento de Jesús envuelve más humillación que gloria. Cuando Jesús nació, no hubo desfiles. No hubo gloria en una familia que no pudo encontrar un lugar decente para quedarse. Nadie quería molestarse con una mujer que iba a dar a luz. Quizá se preocupaban por las leyes de impureza ceremonial. Dejaron que la mujer diera a luz en un establo.
El nacimiento de Jesús es una historia de vergüenza, pero necesitamos oírla. Necesitamos recordar que el Hijo de Dios vivía en gloria, nos vio a nosotros viviendo en el lodo del pecado y nos amó tanto que vino a esta pila de lodo a salvarnos. Dejó su gloria y vivió en vergüenza.
Jesús no merecía ninguna vergüenza, pero tuvo la voluntad de vivirla, hasta que lo mataron. Este es el ejemplo que Dios nos ha dado. Nos muestra lo que es el amor. Nos muestra cómo es Dios. Jesús le dijo a Felipe, si me has visto a mí, has visto al Padre (Juan 14:9). Él no estaba hablando de apariencia, sino de amor y humildad.
Cuando Cristo se hizo carne, no fue por alguna extraña desviación de su carácter. No, esto nos muestra cómo es Dios todo el tiempo. Dios siempre es tan amoroso que tiene la voluntad de venir a este lodazal a rescatarnos. Él siempre tiene la voluntad de dejar su bienestar y gloria a un lado para poder rescatarnos.
Esta es verdadera grandeza. La gloria no tiene que ver con poder y luces brillantes. La verdadera grandeza no está en la fuerza o en el dinero. La verdadera grandeza está en la humildad y el servicio, esto es tan cierto de Dios como lo es de nosotros. La grandeza de Dios se ve en su amor, en su voluntad de servir. El nacimiento de Jesús nos muestra esto.
Para ponerlo en términos humanos, sería como si el faraón decidiera dejar su trono, regalar su riqueza y unirse a los esclavos hebreos en las pilas de barro, tratando de hacer ladrillos sin paja.
Si algún faraón hubiera hecho esto, pensaríamos que estaba loco, pero Dios hizo esto en una escala mucho mayor. Él dejó más y descendió aún más – así es Dios siempre. Su gloria y su grandeza se ven en cuanto está dispuesto a dejar, no en cuanto tiene ahora.
Un nacimiento en vergüenza
Pensemos en las circunstancias del nacimiento de Jesús. Él no vino cuando los judíos eran una nación fuerte. Al contrario, vino cuando eran despreciados y gobernados por un imperio pagano. Él no vino a la ciudad más importante – Él creció en una región remota llamada “Galilea de los gentiles”.
Jesús nació en circunstancias embarazosas, menos de nueve meses después de que María y José se casaron. Dios podría muy fácilmente haber hecho la concepción después de que María y José se casaran. Habría sido tan fácil para el Espíritu Santo crear un bebé en una mujer casada como en una mujer soltera. Habría sido fácil evitar la apariencia de mal, pero Dios no lo hizo.
Aún antes de nacer, Jesús estaba en una situación comprometida. Tal vez es por eso que no encontraron lugar en el mesón. Lucas nos dice que José fue a Belén porque se suponía que todos fueran a la ciudad de su familia para ser contados para el censo (Lucas 2:3-4).
Yo no sé, naturalmente, pero parece que José debía tener al menos unos pocos hermanos o primos en la familia de David, que habrían ido también a Belén. Pero, aparentemente, ninguno de los familiares dio a José y a María un lugar para quedarse.
En las sociedades tradicionales, las familias que quieren mantener el nombre de la familia pueden ser severas con los que no se conforman. La parte vergonzosa de la familia es condenada, es rechazada para poner un ejemplo y que otros aprendan a obedecer las reglas. Quizá esto le sucedió a José y a María.
Lucas nos dice que el bebé fue puesto en un pesebre, probablemente la mejor forma de tenerlo lejos del suelo. Jesús nació en un establo, en las peores circunstancias posibles. Esta es una historia de pobreza y de rechazo social.
Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo –y el mundo no lo quiso. Ellos conocían a Dios solamente como un Dios de poder y riquezas; habían olvidado al Dios que caminó en el jardín del Edén llamando a su hijos egoístas. Habían olvidado al Dios que tiene una voz suave y apacible.
El mundo no quería a Dios, pero Dios todavía amó al mundo. Aún cuando éramos pecadores, aún cuando éramos malos, Dios nos amó y nos envió a su Hijo a morir por nosotros (Romanos 5:6, 8, 10). Así es Dios siempre. El nacimiento de Jesús debería recordarnos esto. La Navidad debería recordarnos su gran humildad.
Un toque de Gloria
Los ángeles fueron un toque de gloria en la historia de la natividad. Había luces brillantes, el coro celestial cantó alabanzas a Dios. Pero, ¿dónde aparecieron? Fuera de la ciudad, con los pastores, el nivel más bajo de la sociedad. Los pastores eran tan despreciados que ni siquiera podían testificar en la corte. Nadie confiaba en ellos porque se trasladaban de una ciudad a otra. Pero Dios envió sus ángeles a los pastores, no a los sacerdotes y reyes.
Los sabios de Jerusalén sabían que el Mesías nacería en Belén (Mateo 2:4-6), pero no se molestaron en hacer el viaje. Dios trajo a los que estaban lejos, pero los que estaban cerca, ni siquiera vieron la estrella. La gloria de la Navidad estaba tan oculta que sólo unos pocos del oriente la descubrieron.
No mucho después de esto un ángel advirtió: “Huye por tu vida. El rey quiere matarte” El niño Jesús fue llevado a Egipto, convirtiéndose en un refugiado en la tierra que los judíos habían dejado – la tierra de esclavitud, la tierra de los excluidos.
Esta es la gloria de ser pobre, perseguido, rechazado por la gente que ha venido a salvar. Esta no es la forma usual de pensar en la gloria, pero es la clase de gloria de Dios–la gloria del amor y el auto sacrificio. Todo el que quiera ser grande, dijo Jesús, sea como un siervo. Esta es verdadera grandeza porque Dios es así.
Tal como Jesús
Dios es como un rey que se mete en el lodo para ayudarnos a hacer ladrillos sin paja. Él es como un rey que envía su hijo a su pueblo aunque sabe que lo matarán. Dios es como alguien que se sacrifica a sí mismo para que sus enemigos no sean castigados.
Dios es como Jesús––siempre. Él es como un hombre que ama a sus hijos, toca a los leprosos y socializa con los recolectores de impuestos y las prostitutas. Dios es como alguien que fue odiado sin causa, golpeado sin misericordia y crucificado sin cometer un crimen.
Dios permite que la gente lo odie y lo golpee––no porque sea tonto, sino porque conoce que la mejor forma de llegar a nuestros sentidos es ver hacia donde nos guía el egoísmo. Él sabe que la mejor forma de vencer el mal no es con la fuerza, sino con el amor persistente.
Gracias a Dios, Él no se deprime cuando lo rechazamos. Él no busca venganza cuando lo insultamos. Él es tan grande que puede ser paciente con nosotros. Él puede ser un bebé indefenso, Él puede ser un acusado de criminal crucificado, Él puede llegar tan bajo porque nos ama.
En esta forma, la Navidad nos muestra cómo es Dios. Nos muestra cuanto nos ama. Nos muestra el extremo al que Él llegó para salvarnos. Dios es tan glorioso que dejó su gloria y bajó a esta pila de lodo para salvarnos. Tubo la voluntad de ser un bebé concebido antes del matrimonio. Tubo la voluntad de nacer en un establo, ser rechazado, huir a Egipto. Él tuvo la voluntad de dejarlo todo, aún su vida, por nosotros.
Una lección para nosotros
Dios quiere que seamos como Él es, que seamos como fue Jesús. No en apariencia, no en poder, sino en amor y humildad. Él puso el ejemplo para nosotros, y la Navidad, o el nacimiento de Jesús, tiene un mensaje para nosotros sobre cómo comportarnos unos con otros. Jesús dijo que un siervo no es mayor que su amo. Si Él, nuestro Señor y Maestro, nos ha servido, nosotros deberíamos también servir unos a otros (Mateo 20:26-28). Todo el que quiera ser grande debe ser un siervo. Jesús quiere que nos salgamos de nuestro camino para ayudar a otros. Debemos usar nuestro tiempo y nuestros recursos para ayudar a otros. Jesús también dijo: si quieres seguirme, toma tu cruz. Debes estar dispuesto a perder, aún tu vida, y serás grande.
Esta es la forma de seguir el ejemplo de Jesús. Nosotros no seguimos su ejemplo guardando la fiesta de Hanukkah, limpiando el templo o asistiendo a la sinagoga en el Sábado. Sino que Él dice específicamente que seguimos su ejemplo al servir a otros. Este es el mensaje de la Navidad y el camino a la verdadera gloria.
Necesitamos identificarnos con el bebé en el pesebre, para ser como es Él. Necesitamos identificarnos con la mujer que tuvo que dar a luz en un establo y con la familia que fue refugiada en otra nación. Nuestro modelo fue ridiculizado, despreciado y culpado de un crimen, todo porque quería ayudarnos. ◊
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