Fue listado como uno de los 10 cristianos más influyentes en el siglo 20 por la revista Historia Cristiana, junto a personas tales como Kart Barth, el Papa Juan XXIII, Billy Graham y Martin Luther King Jr. La revista lo llamó “el erudito ateo que se convirtió en un anglicano, un apologista, y un ‘santo patrono’ de los cristianos en todas partes”.
También ha sido descrito como “uno de los más amados apologistas cristianos del siglo 20” y el “apóstol de los escépticos” porque él decisivamente contestó las objeciones comunes que las personas argumentaban contra aceptar a Cristo como Salvador. Éste individuo fue escogido para una cubierta de la revista Time en 1947, porque habiendo sido antes percibido como un académico secular, ahora estaba afirmando públicamente su fe cristiana en sus escritos, en la radio y en sus relaciones con los demás. Por ahora, muchos de ustedes saben que ésta persona no es otra que Clives Staples Lewis (1898-1963), o C. S. Lewis, como es conocido popularmente.
Su variado trasfondo
Lewis, llamado “Jack” por sus amigos y familia, fue un profesor distinguido en las universidades de Oxford y Cambridge, crítico literario renombrado y altamente aclamado autor de literatura infantil y ciencia ficción. Su obra más conocida en éste género es el cuento-aventura infantil, Las Crónicas de Narnia, la cual recuenta la historia de la creación, la caída, la redención de la humanidad y contiene otros temas cristianos en forma alegórica. Los 25 libros de Lewis sobre tópicos cristianos incluyen: Mero Cristianismo (1952), El Problema del Dolor (1940), Milagros (1947), Las Cartas Screwtape (1942), Sorprendido por el Gozo (1955) y El Gran Divorcio (1945). El Regreso del Peregrino (1933) fue una historia disfrazada tenuemente sobre su camino personal hacia la conversión. Entre 1942 y 1944, Lewis apareció en la radio británica a petición del director de la emisión religiosa para la British Broadcasting Corp. (BBC). Lewis llevó a cabo una serie de pláticas en esos años sobre lo que él llamó “mero cristianismo”, es decir, las creencias centrales o comunes de la fe. La emisión popular semanal alcanzó una amplia audiencia de británicos receptivos durante los años oscuros de la segunda guerra mundial. El conjunto de pláticas de la radio fue puesto posteriormente como colección en uno de los libros más influyentes de Lewis: “Mero Cristianismo”. Una de las declaraciones citadas más a menudo es de Mero Cristianismo, donde él insiste que las personas son confrontadas con tres opciones por los reclamos de Jesús acerca de Sí mismo. Pensar de Jesús como un maestro profundo de moral no será suficiente, dijo Lewis. Las personas deben decidir si Él es un mentiroso, un lunático, o el Señor, como Él pretende:
“Un hombre que haya sido meramente un hombre y dicho la clase de cosas que Jesús dijo, no sería un gran maestro de moral. Sería ya sea un lunático—al nivel de un hombre que dice ser un huevo escalfado—o si no, sería el diablo del infierno. Usted debe hacer una elección. O éste hombre era, y es, el Hijo de Dios; o si no, sería un loco o algo peor. Usted puede callarlo y tomarlo por un tonto, usted puede escupirlo y matarlo como un demonio; o puede usted caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no vengamos con algún trato condescendiente sin sentido acerca de que Él es un gran maestro humano. Él no ha dejado eso abierto para nosotros. Él no tuvo la intención de eso”.
Convirtiéndose en cristiano
Lo que es más fascinante acerca de Lewis, especialmente para los cristianos evangélicos, es la historia de su propia conversión. La historia de la iglesia es una historia de seres humanos que de una manera u otra, en varias etapas de sus vidas, encontraron al Señor resucitado y respondieron con un “sí, Señor iré” a Su “sí, ven a mí”. Entonces, la iglesia es la suma total de hombres, mujeres y niños que han sido capacitados por el Padre para ser atraídos a Jesucristo mediante el Espíritu (Juan 6:44, 65). Virtualmente, cada uno de sus nombres es desconocido para nosotros, y así también es la historia de conversión de ellos. Pero somos afortunados de conocer el testimonio de C. S. Lewis porque nos lo ha contado en sus escritos, especialmente en Sorprendido por el Gozo.
Dios trabaja en muchas y diversas maneras para atraer Sus hijos a Cristo—y Él atrae personas a Sí mismo de todos los estilos de vida, culturas, grados de inteligencia, edades, razas y niveles sociales. El Señor vino a C. S. Lewis de varias maneras en un “pequeño susurro”, usando varios medios—especialmente los intelectuales—para alcanzarlo. Su historia de conversión es un ejemplo de cómo Cristo ha construido Su iglesia durante los siglos y continúa construyéndola hoy.
C. S. Lewis nació en una familia protestante en Belfast, hoy Irlanda del Norte, en Nov. 29, 1898. Soportó una niñez más bien infeliz y solitaria. Fue golpeado especialmente por la inesperada muerte de su madre por el cáncer, cuando él todavía no había cumplido los 10 años de edad. La muerte de ella dejó un hueco en su corazón y causó que él se desilusionara acerca de la cercanía de Dios.
Temprano en su vida rechazó cualquier creencia cristiana que pudiera haber tenido aún como adolescente, y se convirtió en un ateo confeso. Cuando a la edad de 18 años se le preguntó cuáles eran sus creencias religiosas, él dijo que la adoración de Cristo y la fe cristiana eran “una mitología entre muchas”. Para cuando ya había servido en el ejército británico en el frente francés durante la primera guerra mundial y empezó sus estudios en la Universidad de Oxford como estudiante, tenía apenas 20 años, y era un materialista completo. Lewis había sido un lector voraz de lo que llamaríamos buenos libros en su niñez temprana. Lo que él no sabía es que Cristo lo estaba llamando mediante la lectura, atrayendo lentamente al joven hacia Sí mismo.
Lewis fue grandemente influido por dos escritores, George Mac Donald, el ministro presbiteriano escocés del siglo 19, y el novelista G. K. Chesterton, un apologista cristiano y periodista de Londres. Lewis escribió en Sorprendido por el Gozo: “Al leer tanto a Chesterton como a MacDonald, no sabía a qué estaba yo dándole cabida en mí. Un joven que deseaba permanecer como buen ateo no podía ser tan cuidadoso con su lectura. Hay trampas por todas partes…Dios es, si lo puedo decir, muy inescrupuloso”.
Los amigos cercanos de Lewis también jugaron un papel vital causando que su corazón se abriera al amor de Cristo, mediante sus pláticas con él acerca del cristianismo y Cristo. Uno fue Owen Barfield, que también había recorrido el camino desde el ateísmo al teísmo y finalmente hasta Cristo. Otro fue Nevill Coghill, por el cual Lewis se sorprendió al descubrir que era cristiano. Dos amigos cercanos en el profesorado inglés en el Colegio Magdalen de Oxford, donde también Lewis enseñaba, Hugo Dyson y J. R. R. Tolkien, estaban también entre un grupo de personas diversas que testificaron del Señor a Lewis.
Encontrando a Dios
En 1929 C. S. Lewis se encontró a sí mismo desafiado por la existencia de Dios. Éste importante paso fundamental en su jornada de conversión fue alcanzado más bien de repente. Como él cuenta la historia, en una ocasión durante éste tiempo sucedió que abordó un autobús. Cuando subió al autobús era un ateo. Cuando llegó a su parada, se bajó del autobús creyendo en la existencia de Dios. No que Lewis estuviera buscando a Dios. Él dijo que realmente no quería encontrarlo. La revelación acerca de la existencia de Dios era una cosa que le causaba algo de miedo. Él escribió en Sorprendido por el Gozo: “Agnósticos amables hablarán alegremente acerca de la búsqueda de Dios por el hombre. Para mí, según yo pensaba entonces, ellos también podrían haber hablado acerca de la búsqueda del gato por el ratón”. Pero Dios estaba buscando a C. S. Lewis y lo encontró. Su llamado estaba viniendo y Lewis no pudo encontrar un lugar para esconderse. Como Jonás huyendo del Señor, Lewis había sido confrontado por su propia “ballena”, por así decirlo. Era Dios llamándolo. El pródigo renuente finalmente sabía que era hora de venir a casa. En Sorprendido por el Gozo, Lewis nos dice acerca de sus sentimientos cuando ya no podía negar la existencia de Dios para sí mismo:
“Usted debe imaginarme sólo en ese cuarto en Magdalen, noche tras noche, sintiendo, cuando quiera que mi mente se elevaba incluso por un segundo de mi trabajo, el consistente, implacable acercamiento de Él a quien yo tan seriamente deseaba no conocer. Aquello que tan grandemente yo temía había finalmente llegado sobre mí. En el término trinitario de 1929 cedí, y admití que Dios era Dios y me arrodillé y oré: quizás, esa noche, el más desanimado y renuente convertido en toda Inglaterra…Pero quién puede debidamente adorar ese Amor que abrirá las altas puertas para un pródigo que es traído pateando, luchando, resentido y lanzando su mirada en toda dirección por una oportunidad para escapar”.
Cuando Dios atrajo el corazón de Lewis hacia Sí mismo, él vino a estar consciente de la presencia de su propia pecaminosidad. Escribió Lewis: “Por primera vez me examiné a mi mismo con un propósito seriamente práctico. Y ahí encontré lo que me dejó perplejo: un zoológico de lujurias, un tumulto de ambiciones, una guardería de temores, un harén de odios mimados. Mi nombre es legión”.
Cuando Cristo viene llamando
Aunque Lewis estaba temeroso por lo que vio en sí mismo, el Espíritu Santo abriría el corazón y la mente de Lewis al perdón y al amor de Cristo. Sucedió en Septiembre de 1931, 74 años en éste mismo mes, cuando Lewis fue convertido a la fe. Él se había metido a una larga conversación acerca del cristianismo con J. R. R. Tolkien y Hugo Dyson que empezó con una cena en el 19 y continuó hasta las primeras horas de la madrugada del 20. El diálogo desafió el pensamiento de Lewis y preparó el camino para lo que pasó dos días después.
Fue en Septiembre 22, 1931 que Lewis dijo sí al ofrecimiento que el Señor hizo de Sí mismo—sí, de acuerdo con su testimonio, éste fue el día exacto cuando él se convirtió en cristiano. Sucedió en una vuelta hacia el Zoológico Whipsnade con su hermano Warren. Lewis lo cuenta en su libro Sorprendido por el Gozo: “Se muy bien cuando, pero difícilmente cómo, fue dado el paso final. Me llevaron a Whipsnade una mañana soleada. Cuando salimos no creía que Jesucristo es el Hijo de Dios, y cuando llegamos al zoológico ya creía. Sin embargo, no había yo hecho exactamente la misma jornada en mi pensamiento. Ni con gran emoción… era más como cuando un hombre, después de un largo sueño, todavía sigue acostado sin movimiento en la cama y se entera de que ahora está despierto”.
Uno recuerda la experiencia del apóstol Pablo, que también iba de camino en un viaje, en su caso de Jerusalén a Damasco. Cuando Pablo salió hacia Damasco, no conocía al Señor. Él, sin duda, como un rabino, tenía una ardiente creencia en el Dios de Israel. Pero él todavía no se había encontrado con el Cristo viviente. Así que cuando él inició su jornada no conocía a Cristo, pero cuando llegó a su destino, Damasco, ya era un discípulo convertido al Señor (Hechos 9:1-20).
Por supuesto, Lewis no fue herido con ceguera en el camino al zoológico y no escuchó al Cristo resucitado hablándole audiblemente. Sin embargo, la todavía tranquila voz de Jesús había estado dramáticamente impactando su mente y corazón durante algún tiempo, trayéndolo a la oportunidad de dar el sí final.
En Sorprendido por el Gozo, Lewis describió ese tiempo final antes de que pusiera su fe en Cristo como un período de decisión libre e iluminada: “La cosa extraña era que antes de que Dios se me acercara, de hecho se me ofreció lo que ahora parece ser un momento de completa libre decisión… Vine a enterarme de que yo estaba aguantándome de hacer algo, o cerrándole el paso a algo… sentí que se me ofreció una libre decisión.
Podía abrir la puerta o mantenerla cerrada; podía quitarme la armadura o mantenerla puesta. Ninguna decisión fue presentada como un deber; ninguna amenaza o promesa fue agregada a alguna de ellas, aunque yo sabía que abrir la puerta o quitarle la llave significaba algo incalculable”.
En el Día de Navidad de 1931, C. S. Lewis se unió a la Iglesia Anglicana y tomó la comunión. Por las siguientes tres décadas dedicó mucho de su tiempo a escribir y hablar acerca de Cristo y de la fe cristiana. Él verdaderamente se había convertido en un discípulo de Cristo que hacía otros discípulos. Después de varios meses de mala salud y de recuperación intermitente, Lewis falleció apaciblemente en Nov. 22, 1963—en el mismo día que el presidente de los E. U., John F. Kennedy, fue asesinado.