En la palabra de Dios, en el libro de Rut, hay un ejemplo maravilloso con respecto a la relación entre suegra y nuera, digno de ser imitado en nuestra vida diaria para agradar a nuestro Padre celestial. La relación de estas dos mujeres era muy estrecha, más que el amor que se da entre madre e hija, pues allí reinaba el amor de Dios. Aunque Rut era una extranjera Moabita, tenía humildad y sometimiento, y Dios dice que no hace distinción de personas cuando se tiene fe en El y se cumple su voluntad. El resiste a los soberbios y da gracia a los humildes.
Lo que una madre reconoce y le gusta de su nuera es que tenga amor y lealtad para su hijo. Una buena nuera es mejor que siete hijos, Rut 4:15. Dios es un Dios de recompensas y ve el corazón contrito y humillado. Después de la amarga prueba de Noemí, pues perdió a su esposo y a sus hijos quedando desamparada en una tierra que no era la suya, Dios le dio una gran recompensa pues ella era una mujer temerosa de El; este ejemplo de temor a Dios y el ser amorosa con los suyos había afectado positivamente la vida de sus nueras a tal punto que su nuera Rut no quiso irse de su lado.
La responsabilidad de las mujeres mayores es de enseñar a las jóvenes a amar a sus maridos. Las buenas relaciones entre suegras y nueras no se dan en forma natural, surgen progresivamente después de trabajar decididamente con ese objetivo y solo se logran por medio del Espíritu Santo morando en el corazón. Permitamos su obra en nuestras vidas y que el amor de Dios nos lleve a amar a nuestra nuera o a nuestra suegra, practiquemos el camino del dar y el Señor construirá relaciones tan estrechas como la tuvieron estas dos mujeres de Dios.