En la vida de un ser humano suceden muchas circunstancias que alteran y/o modifican la vida de las personas. Muchas veces la vida nos lleva como en un río, corriente abajo, sin que nada impida nuestro deslizar; sin embargo, no todo es así; hay circunstancias que nos ponen en situaciones de conflicto, que muchas veces no son de nuestro agrado.
A veces nosotros mismos colaboramos para que se den las circunstancias que no nos gustan; pero otras nos llegan sin buscarlas; nos acusan sin motivo. Por ejemplo: usted ha sido aprehendido por la autoridad, y después del juicio, escucha la sentencia… ¿Qué haría usted si le dijeran que ha sido sentenciado a muerte? ¿Qué es lo que pasa por su mente en ese momento? ¿Se acabaron sus expectativas?
Bueno, creo que todos nosotros reaccionaríamos de forma semejante. Sin embargo, nuestra situación vivencial no es así.
Hemos recibido un regalo cuyos beneficios son para siempre: el Dios Todopoderoso, Creador del universo ha venido a vivir en cada uno de nosotros –aunque muchos no lo creen, ni lo aceptan– porque no han recibido la buena noticia de que la humanidad y la divinidad han quedado unidas en la persona de Jesús, el Cristo.
A través de las enseñanzas del Antiguo Testamento y de muchas iglesias, hemos aprendido que, por la desobediencia de Adán, hemos pasado de vida a muerte; así que el veredicto de: “sentenciado a muerte”, no debiera causarnos tanto desasosiego.
Pero por la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús, el Cristo, hemos pasado de muerte a vida. Por tanto, el veredicto de: “sentenciado a muerte” ya no es nuestro. Ha desaparecido.
Sin embargo; a través de la historia, y en especial, durante el Siglo XX, se manifestó una corriente filosófica llamada “existencialismo”, mediante la cual, los filósofos existencialistas influyeron en las diferentes esferas del saber y de la vida. En los ideales del existencialismo no hace acto de presencia Dios; el ser humano lucha (con sus propios medios y por su propia cuenta) para alcanzar un estado de bienestar de la conciencia.
Martín HeideggerUno de sus exponentes más famosos es Martín Heidegger. Y aunque era religioso y entendía muchos aspectos de la presencia de Dios en el mundo y las bendiciones de su gracia, al final las ignoró y se acogió a una vida sostenida por sus propias fuerzas. Para Martín Heidegger la vida del hombre es una vida para la muerte “Dasein”, que traducido al español es: “ser-para-la-muerte”. En seguida comparto algunas ideas de Heidegger:
“El eje central de la filosofía de Heidegger es volver a formular la pregunta por el Ser. Y el hombre es el ser que se interroga acerca del Ser. Es el ser capaz de reflexionar sobre su propio ser y sobre el ser-en-general.
Ahora bien, el hombre cotidiano se descubre huyendo constantemente de sí mismo, de un temor que lo agobia. A esto Heidegger lo denomina “verfallen” (derrumbamiento), y consiste en una fuga de sí mismo… Lo que al hombre le inspira temor es el mundo como tal. En el temor el mundo se le aparece al hombre irremediablemente en toda su nada. Un mundo que es ajeno a él. En el temor el hombre se encuentra a sí mismo como un ser arrojado a un estado en el que no está a gusto, y si trata de escapar de este hecho duro, si se refugia en el ser uno-como-muchos (das Man), su ser, su existencia se vuelve inauténtica. En el derrumbamiento el hombre se escapa de sí mismo, de su ser auténticamente el mismo, en última instancia de su ser hombre. En el temor el hombre se enfrenta con su ser como proyecto inacabado, su ser como posibilidad. El hombre ejerce la ejecución de su propio ser, pero siendo un proyecto caído. Caído porque aún no adquirido perfecto dominio sobre sí mismo. El temor descubre en el hombre la posibilidad de ser proyecto, y esta posibilidad es la muerte. La muerte es entendida entonces como fin del ser potencial del hombre. La muerte es el fin de todo proyecto, o dicho de otra manera, todo proyecto se acaba con la muerte. Por consiguiente todo temor es temor a la muerte.
Pero la muerte es parte constitutiva de la vida del ser del hombre. El hombre desde que nace comienza a morir, comienza a vivir con la muerte. Tan pronto como el hombre viene a la vida ya es lo suficientemente viejo para morir.
La muerte no es, o no debe ser, un hecho vivido externamente sino que debe ser vivido como algo que es intrínseco a la propia vida del hombre. Mas el hombre, en su cotidianeidad, en su praxis, es absorbido por el anonimato… La muerte tiene que ver por tanto con la libertad del hombre, ya que la libertad de ser auténticamente uno mismo se revela en el temor como libertad-para-la-muerte. La amenaza de la muerte no nace del cuándo llegará, sino que nace del no-cubrimiento del hombre en tanto que corre delante de sí. En otras palabras, para que el hombre sea libre es necesario que sea consciente de su finitud, del fin de sus posibilidades, de su ser para la muerte… De esta manera se conducirá por la vida de otra forma, de una forma auténtica y libre, y no diluido en el uno como muchos, impersonal e inauténtico.
De cualquier forma, que no sepamos nada de la muerte, no quiere decir, desde luego, que no nos importe, pues no sólo nos importa, sino que –así es como Heidegger lo ha pensado– la muerte nos configura esencialmente en la estructura del Dasein como ser-para-la-muerte, como la manera de ser en la que el Dasein está vuelto hacia su muerte. Es en este sentido que Heidegger traza una serie distinciones aparentemente semejantes (fenecer, dejar de vivir y finalmente morir), para decirnos que a diferencia de otros entes dotados de vida sólo el Dasein propiamente muere, en tanto la muerte (reservada sólo para el Dasein) designa un modo de ser de ese ente que somos, cuya constitución de la existencia propia es el estar vueltos hacia el fin”. Fuente: Wikipedia. El «ser para la muerte» en la filosofía de Martín Heidegger.
Concluyendo después de leer las líneas arriba, la vida vive su existencia en una serie de situaciones que no nos gustan y las vivimos resignados a las afirmaciones con que los filósofos e ideólogos nos enajenan.
Pero gracias a Dios que Él se ha revelado a sí mismo y a nosotros en la presencia de Jesús, el Cristo; en donde están unidas: la humanidad y la divinidad. Así que filosofías se irán y otras vendrán y nos dirán que Dios no existe, o que la humanidad debe buscar por sí sola y con sus medios la forma de ser feliz; quienes hemos creído, hemos sido llenos de la presencia del Dios Trino y Creador, sabemos y vivimos en la seguridad del amor de nuestro Dios y su Palabra. Para nuestro Padre nuestra vida no es para la muerte, ¡Es para la vida! Y en la presencia de Jesús hemos de vivirla.
Él, en su infinita bondad, misericordia y amor, decidió, en un momento de la eternidad, vivir la vida humana y sentir en carne propia la sentencia de muerte. Dios en Jesús se convirtió en el “Dasein” de Heidegger pero Él no buscó la felicidad y la finalidad de la vida en sí mismo, sino que su vida –y la nuestra en Él y con Él– están unidas a Padre-Hijo-Espíritu.
Desde antes de la Creación Jesús fue inmolado en favor de la humanidad (Apocalipsis 13:8). Desde ese instante escuchó el veredicto: ¡¡Culpable!! ¡Sentenciado a muerte…! ¿De por vida?
Cristo también fue sumergido en esta muerte y ha emergido vivo y triunfante.
Dios nos ha bautizado en esta muerte la cual nos lleva a la vida purificándonos en la presencia de Cristo.
La sentencia de muerte era para Adán, sin embargo, la recibió Jesús.
El delito lo cometió Adán; sin embargo, lo pagó Jesús.
El juicio lo ganó el fiscal; sin embargo, Jesús lo anuló.
El pecado junto con sus efectos quedó clavado en la cruz del Calvario.
El fiscal nada tiene de qué acusarnos.
El fiscal no ama; quiere nuestra destrucción total.
Nuestro Padre sí nos ama y nos ha dado más que vida, una vida abundante (Juan 10:10) en una relación perfecta, dinámica y eterna con Padre, Hijo y Espíritu Santo (Juan 17:3), y es por siempre.
Les comparto las siguientes citas textuales del libro “La Encrucijada” de Wm. Paul Young. Editorial Diana, S.A. México. 2013, en cuyas líneas Dios le habla a Ánthony Spencer (Tony), el protagonista de la historia; le dice cómo fue concebido, cómo él interpreta la vida –tal como la interpreta Heidegger– y cuál es el propósito de su ecxistencia:
“… Fuiste creado por una comunidad para vivir en comunidad, hecho a imagen de un Dios que nunca ha conocido otra cosa que no sea comunidad”. Pág. 69.
“Hijo, te has estado muriendo desde el día en que fuiste concebido. Y aunque la muerte es un mal monstruoso, los seres humanos han terminado por imaginarla como mucho más poderosa de lo que se merece, de lo que realmente es, como si sobre el telón de fondo de tu existencia una luz proyectara sombras de muerte de espantosas proporciones, y una de esas sombras te aterrara… Comprende por ahora que una razón importante de que temas a la muerte es tu atrofiada y minúscula percepción de la vida. La inmensidad y la grandeza de la vida absorbe y erradica continuamente el poder y presencia de la muerte”. Pág. 70.
“No fuiste destinado a la muerte, Tony, pero tampoco la muerte fue destinada a este universo. El acto de la muerte lleva en sí una promesa, un bautismo en este mar que rescata no que ahoga. Los seres humanos descrearon la vida e implantaron esa no-vida en tu experiencia, así que por respeto a ti, nosotros la intercalamos desde el principio en el gran tapiz. Ahora tú experimentas a diario esa tensión de fondo entre vida y muerte, hasta que seas liberado de ella por el acto de la muerte, pero fuiste destinado a enfrentar esta intromisión, no en el aislamiento egocéntrico de un lugarcito como éste”. Pág. 71
Vivir la muerte es una forma de purificarnos que Jesús tomó para sí con el fin de experimentar la caída y poder derrotarla en la cruz del Calvario.
Así que en este inicio del 2016, pongamos nuestras vidas en las manos del único Padre que tenemos y que además, nos ama con un amor incomprensible.
La vida del hombre no es “dasein”, no es “ser-para-la-muerte”.
La vida de la humanidad es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
La muerte para Dios no existe ya que Él es la vida por excelencia; y esa vida ahora es nuestra en Cristo Jesús.
Iniciemos el año dando gracias a Dios por revelarnos esta verdad tan asombrosa, reconfortante y motivante; y que nuestro propósito sea conocer más a nuestro Dios (Juan 17:3) quien vive en nosotros y que nos ha unido a sí mismo en nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Foto por SantiMB.Photos