Graciela Hui
Tijuana, México
En una época como la que nos ha tocado vivir, el compartir las responsabilidades en la familia se ha hecho cada vez más común. De manera que tanto hombres como mujeres deben esforzarse por proveer los medios necesarios para cubrir las necesidades del hogar. Cuando somos más jóvenes las mujeres podemos realizar múltiples actividades como atender una familia, trabajar, estudiar, tener un ministerio, y tener una vida social y de servicio activas. Luego llegamos a una etapa en la que debemos analizar nuestras prioridades para adecuarlas a nuestra capacidad actual de actividad o de trabajo.
En mi trabajo como representante de ventas, hace un tiempo asistí a un seminario en el que vimos un tema titulado “Visión de águila”. Este tema trataba acerca de la visión amplia que debemos de tener de nuestro negocio o nuestro trabajo.
En una analogía sobre estos majestuosos animales, veíamos que las águilas pueden llegar a vivir hasta 70 años. Pero, para poder llegar a esa edad, como a los 40 años (¿les suena familiar?) deben enfrentar decisiones difíciles que les permitan prolongar su vida hasta su culminación.
A los 40 años, el águila se encuentra senil, se le dificulta volar pues sus plumas se tornan pesadas, se le dificulta cazar o pescar pues su pico y sus garras se curvan demasiado y no pueden conseguir su alimento. Ante esta crítica situación, algunas de ellas, simplemente se dejan morir de hambre.
Pero muchas, se atreven a pasar por un proceso de transformación que dura 150 días. Durante este tiempo, las águilas se van a una montaña donde encuentren una pared recta y sobre ella se golpean hasta tumbarse el pico. Después de un tiempo, cuando el pico les vuelve a crecer, con él se sacan las garras. Cuando las nuevas garras crecen, con ellas, se arrancan las plumas de las alas en un proceso doloroso y humillante. Finalmente, cuando las plumas nuevas aparecen, las águilas vuelven a dominar las alturas volando como la reina de las aves que son.
La palabra de Dios hace muchas referencias al águila en donde se encuentran lecciones para nuestra vida cristiana. Sobre esta renovación de las Águilas leemos lo siguiente: “Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre…El que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila” (Sal. 103:1,5)
Por lo que acabamos de leer, para poder seguir teniendo una vida plena, nuestro Dios nos instruye a renovarnos también: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2Cor. 4:16)
Observemos, qué cargas nos impiden volar hacia nuestros sueños y nuestras metas, eliminemos lo que no nos permite alimentarnos espiritualmente, y evitemos todo aquello que dañe nuestra salud física o mental.
Como mujeres en el ministerio, a veces disfrutamos tanto de lo que hacemos que queremos abarcarlo todo, pero es necesario darle oportunidad a otras personas y prepararlas para cuando nosotras ya no podamos cubrir todas las bases y tengamos que delegar algunas actividades.
En ocasiones, podemos sentirnos culpables por no hacer todo lo que solíamos hacer, pero debemos aceptar nuestra realidad. Si después de examinar nuestras vidas podemos seguir con el mismo ritmo de trabajo, pues adelante; pero si vemos que no, adaptemos nuestras funciones de acuerdo a nuestro nuevo nivel de energía y de salud.
Preparémonos para resurgir renovadas y fortalecidas, al igual que un águila, para seguir adelante en la segunda mitad de nuestras vidas, como las reinas que somos, como las hijas del Rey de reyes y Señor de señores.