Generalmente los padres deseamos que nuestros hijos lleguen a ser personas seguras de sí mismas, triunfadoras, con una buena autoestima y valiosas para Dios y la sociedad. Pero a veces olvidamos que el proceso formativo empieza desde el nacimiento del niño. Proceso que lo irá convirtiendo en la persona que será mas tarde.
En esta oportunidad voy a referirme al ESTIMULO que debemos dar a nuestros hijos para que logren desarrollar su potencial y sean exitosos ahora y en su vida futura.
La telenovela “el inútil” transmitida por uno de los canales Colombianos de televisión, me hizo reflexionar sobre qué tan fácil es hacer de un hijo, un inútil, como lo es Martín Martínez el protagonista de este programa. Quiero ubicarlos un poco en la telenovela: Martín nació por cesárea, pues su mamá no quería que su pequeño sufriera y así llegó a este mundo sin hacer ningún esfuerzo; no lo dejó gatear porque se ensuciaba y como no tenía tiempo para el hijo, le consiguió una niñera que lo mimó y terminó de hacer de él un “bueno para nada” y ahora a sus 30 años es un personaje idealista.
Quiero compartir con ustedes algunos puntos de vista: según los sicólogos, que un hijo sea inútil puede depender de padres autoritarios o sobre protectores. En el primer caso se critica al niño permanentemente porque no puede hacer lo que se espera de él y se crean en el hijo profundas dudas sobre sus capacidades, se vuelve inseguro y con temor hacia sus padres. En el otro caso, no se le delegan responsabilidades al niño y no aprende a valerse por sí mismo.
El carácter, la personalidad y los principios se establecen en el hogar (Prov. 1:8-9). No debemos delegar esa responsabilidad en el colegio. El colegio refuerza los valores que los padres hayamos inculcado, ante todo con nuestro ejemplo.
Las siguientes recomendaciones nos pueden ayudar en el propósito de estimular a nuestros hijos a superarse día por día.
- No nos hagamos indispensables para nuestros hijos; ayudémoslos a creer en sus propias capacidades y a luchar por alcanzar sus metas. Estimulémoslos a trazarse retos y a perseverar hasta lograrlos.
- Resaltemos sus cualidades y fortalezas, su esfuerzo y progresos, su comportamiento positivo. Démosles herramientas para que sean autónomos y puedan tomar sus propias decisiones con responsabilidad.
- Elogiemos sus buenas acciones. Jamás nos burlemos de sus esfuerzos frustrados, sino animémoslos a empezar de nuevo, perseverar y triunfar.
- Manifestemos entusiasmo por las actividades que realizan, confiemos en sus habilidades y tengamos hacia sus desempeños una actitud alegre y positiva; a la vez, aprendamos de su sencillez y espontaneidad.
- Fomentemos actitudes correctas hacia el colegio, profesores y compañeros.
- Inculquemos en nuestros hijos el amor por la buena música, por el arte, por la naturaleza, por los libros y prestémosles la ayuda necesaria en las materias que lo requieran.
- Estimulemos el interés por el entorno: la gente, nuestra cultura, folclor, paisajes, lugares, programa culturales y educativos por la televisión y por todo aquello que ayude a nuestros hijos hacia una mayor comprensión y conocimiento del mundo que nos rodea (Filipenses 4:8).
- Demos a nuestra labor de padres la importancia que se merece y separemos el tiempo necesario para compartir, motivar, enseñar y dirigir a nuestros hijos (Deut. 6:7). Compartamos actividades y pasatiempos con ellos; saquemos tiempo para la risa y la diversión. Que la vida en familia sea placentera.
El niño o joven debe sentir que es parte importante de su familia; para esto, valoremos sus opiniones, su individualidad, aceptémoslo con sus fortalezas y limitaciones e involucrémoslo en las actividades cotidianas del núcleo familiar.
Conozcamos a nuestros hijos. Encaucemos su energía y talentos, interesémonos de verdad en ellos, motivémoslos a superarse siempre y hagamos de nuestros hijos, hombres y mujeres valiosos que conocen y utilizan sus talentos y cualidades en bien propio y de otros y que son dignos de ser apreciados por los demás. (Prov. 20:11).
Para ayudar a nuestros hijos a triunfar en la vida necesitamos la ayuda de Dios. Pidámosle Su sabiduría y Su dirección (Juan 15:5)