En su viaje hacia Jerusalén, Jesús y sus discípulos pasaron por un pueblo. Allí, una mujer llamada Marta recibió a Jesús en su casa. En la casa también estaba María, que era hermana de Marta. María se sentó junto a Jesús y escuchaba atentamente lo que él decía. Marta, en cambio, estaba ocupada en preparar la comida y en los quehaceres de la casa. Por eso, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola haciendo todo el trabajo de la casa? Dile que me ayude. Pero Jesús le contestó: –Marta, Marta, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido, y nadie se lo va a quitar. Lucas 10:38-42 BLS
¡Perdemos muchas bendiciones por estar de prisa! Isaías nos dice: «Jamás se ha escuchado ni se ha visto que haya otro dios fuera de ti que haga tales cosas en favor de los que en él confían”. (64:4).
A menudo estamos demasiado ocupados para detener la mirada en una hermosa puesta de sol, escuchar el canto de un pájaro, dar una sonrisa o una palabra alegre a los demás o para ofrecer consuelo a los que sufren.
A lo largo de la Biblia leemos acerca de personas que “se quedan” con Dios, que toman tiempo para quedarse en su presencia y esperar en él.
María de Betania fue una mujer que pasó un tiempo prolongado a los pies de Jesús escuchando sus palabras, mientras que su hermana Martha se perdió de esto por estar de prisa para tener la cena lista. Martha se «distrajo» mientras que «María», dijo Jesús, «ha elegido lo mejor».
David fue uno de los que se quedan con Dios. Pasó tiempo con él y escribió muchos salmos de alabanza como consecuencia de ello. Moisés es visto quedándose en la presencia de Dios en una zarza ardiente que atrajo su atención mientras alimentaba a su rebaño de ovejas, y terminó liderando a Israel fuera Egipto. Los discípulos se quedan en Jerusalén y fueron llenos del Espíritu Santo en el día de Pentecostés.
Ricas bendiciones y beneficios vienen de quedarse con Dios. En su presencia perfecta llegamos a ser más como Él, y nuestra confianza en él se profundiza. Nos alienta y fortalece para hacer frente a las pruebas y dificultades diarias. Nos llena de Su luminosidad, mostrando a los que nos rodean que hay algo diferente en nuestras vidas. ◊
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