Un grupo de amigos, miembros de una iglesia, se reunían con regularidad para pedir a Dios «poder, dones y manifestaciones milagrosas». Lo hacían influenciados por la idea de que el conocimiento de Dios está acompañado de dones de profecía, milagros y liberaciones. Después de algún tiempo, una niña de 15 años que asistía al grupo recibió lo que en un comienzo todos consideraron era un don del Espíritu Santo. En realidad se trataba de un espíritu de adivinación. La muchacha comenzó a revelar los pecados y cosas ocultas de las personas que asistían al grupo, según ella «para que los hipócritas quedaran expuestos y confesaran sus pecados». El grupo pronto se dio cuenta de que algo andaba mal. Comenzaron a orar a Dios fervientemente, ya no para pedir manifestaciones milagrosas, sino para que los guiara a la verdad. Pronto fue claro para ellos que la muchacha tenía un espíritu inmundo y que de ninguna manera se trataba del Espíritu Santo.
Cada vez más líderes religiosos van en campañas de sanidad y milagros. Se dan fenómenos de «risa santa», «caídas en el espíritu» y sanidades espectaculares hasta el punto de que brillan amalgamas y sanan caries.
Hace algún tiempo recibimos una carta de un miembro de Comunión de Gracia Internacional donde nos contaba cómo una persona conocida que había asistido a una reunión religiosa de un importante predicador había salido de esa reunión con su dentadura y amalgamas brillantes después que el ministro había orado para que esto sucediera en todo el público asistente. Esa persona estaba sorprendida por lo innegable del milagro que había sido hecho en el nombre de Jesucristo.
Recientemente, tres miembros se apartaron de nosotros porque según ellos la Comunión de Gracia Internacional no está predicando a Cristo con poder de obras milagrosas y liberaciones. Según la enseñanza de algunos líderes religiosos, las liberaciones de espíritus malos son necesarias porque muchos de los sufrimientos, enfermedades y condiciones humanas se deben a la influencia de demonios. Por esto, según ellos, se debe liberar a los enfermos de sus espíritus de enfermedad, a los pobres de las maldiciones de la pobreza. Se debe liberar a la gente de los espíritus del odio, la vanidad, la ira, la pereza. Existen los espíritus del adulterio, la fornicación, el alcoholismo, el robo. Prácticamente cualquier condición humana es explicada en términos de demonios. Multitudes siguen a esos predicadores esperando ser «liberados». Todo esto parece tener sentido y se usan algunas escrituras para probarlo.
Pero lo cierto es que esta manera de ver las cosas desfigura radicalmente lo que las Escrituras verdaderamente dicen. No podemos tergiversar versículos aislados para basar en ellos nuestras creencias. Tenemos que ver el panorama general de la voluntad de Dios. Las Escrituras muestran que hombres de Dios padecieron enfermedades, lo cual no significaba que tuvieran demonios. Génesis 48:1, 10, dice que Jacob en su ancianidad estaba enfermo y que sus ojos «estaban tan agravados por la vejez, que no podía ver». Eliseo, un profeta de Dios, murió de una enfermedad (2 Reyes 13:14). David padeció enfermedades (Salmos 41:4-10) y en su ancianidad padecía de frío.
En el Nuevo Testamento tenemos el caso del ciego que Cristo sanó. El relato está en Juan 9. Sus discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que peco este ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en el».
Por otra parte, Jesucristo no quiso sanar al apóstol Pablo (2 Corintios 12). Le dijo: «Bastate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad». De tal manera que Pablo se gloriaba más bien en sus debilidades para que reposara sobre el poder de Cristo. También Timoteo sufría de problemas en su estómago y frecuentes enfermedades (1 Timoteo 5:23). El apóstol Pablo le aconsejo tomar un poco de vino en lugar de agua, pero no sacó de Timoteo algún espíritu de enfermedad.
Aunque la Biblia sí presenta casos de enfermedades causadas por demonios no podemos generalizar y decir que toda enfermedad supone un demonio. Tampoco podemos generalizar que la pobreza sea el resultado de maldiciones e influencias demoniacas. Las Escrituras muestran que muchos pueden ser ricos por injusticias cometidas y otros pueden ser pobres precisamente porque son justos, o por causa de la maldad y opresión de los poderosos, o simplemente por decisiones personales equivocadas.
Otras cosas son netamente condiciones humanas y no necesariamente muestran la presencia de algún demonio del cual se deba ser «liberado». En Gálatas Pablo habla de las «obras de la carne». Naturalmente, como cristianos debemos vencer esas tendencias humanas al pecado remplazándolas con los frutos del Espíritu Santo. Sin lugar a dudas, cuando una persona se desenfrena y se entrega a las pasiones de su carne, puede caer en lazo del diablo y llegar al extremo de ser usado directamente por esas fuerzas del mal. Pero no podemos generalizar y decir que una persona que está de mal genio, deprimida o triste es porque tiene demonios y necesita ser liberada.
Están surgiendo muchos profetas, maestros y líderes religiosos que están haciendo milagros impresionantes. No olvidemos lo que pasó cuando Moisés fue al faraón para pedir la libertad de Israel. Las señales que hacían Moisés y Aarón de parte de Dios las imitaban los magos y adivinos de Egipto con sus encantamientos (Éxodo 7 y 8). Satanás trata de imitar las obras poderosas de Dios. Las Escrituras nos dicen que debemos probar los espíritus si son de Dios o no. Mateo 24 nos advierte que al final de los tiempos vendrían falsos maestros haciendo milagros en nombre de Cristo. Mateo 7:21 muestra que no todo el que hace milagros en nombre de Jesús es verdadero. En realidad, en muchos casos sus obras y sus frutos son malos.
Héctor Barrero