¿Ama Dios a sus enemigos? Muchos piensan que Dios no es muy perdonador con sus enemigos, y los castiga por toda la eternidad. ¿Cumple Dios mismo lo que nos pide hacer a nosotros? «Ustedes han oído que se dijo: ‘A maras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.’ Pero Yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen”. (Mateo 5:43-44)
“Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por Su vida”. Romanos 5:8
Lo que Dios ha hecho por sus enemigos los incluye a TODOS. Si siendo nosotros aún pecadores Dios nos demostró su amor reconciliándonos con la Trinidad y dándonos la salvación, ¿Qué podemos decir de las demás personas del mundo? Piensa en las personas que conoces y que no son cristianos: amigos, familiares, compañeros de estudio o de trabajo, vecinos, etc. ¿No murió Cristo por ellos también mientras aún son pecadores? ¿No están ellos también reconciliados con Dios?
La lógica de la Gracia
Parece una dicotomía que nunca se puede conciliar: Dios dice «Amen a sus enemigos», y sin embargo, Dios no parece amar a sus enemigos sino hasta que cambian y se convierten en sus amigos. Este pasaje de Romanos dice que los amó e hizo lo que hizo mientras eran aún sus enemigos. La lógica de la gracia no es de sentido común, no es razonable. Es un nuevo tipo de lógica que tenemos que aprender escuchando la Palabra de Dios y el camino que Él ha tomado para hacernos sus amigos.
Amar a tus enemigos no es la lógica común. Por lo general, la forma en que vivimos en el mundo no es amando a nuestros enemigos, sino tratando de ser más listo que ellos, ser más astuto que ellos, ganarles de alguna manera. Pero el evangelio nos dice algo muy diferente de eso.
Muchos suponen que los pecadores están separados y alejados de Dios y tienen que hacer algo con el fin de reconciliarse con Dios. Es una forma muy común de introducir a la gente al evangelio de Dios en Cristo, y pedirles que tomen su decisión. Se le explica a la gente que hay un abismo enorme, no hay puente ese abismo, y luego se dibuja una cruz de Cristo que es el puente. Y tienes que decidir cruzar ese puente para ser reconciliado con Dios.
Pero Romanos 5:8 habla de algo que Dios ha hecho por amor a nosotros, en nuestro nombre y en nuestro lugar. Él ha demostrado su amor por nosotros, incluso cuando no lo amábamos, incluso cuando no sabíamos quién es. Así que hay algo que Dios ha hecho por nosotros ya, antes de que siquiera pensáramos en convertirnos en creyentes, hay una reconciliación de su lado que ya ha tenido lugar.
Muchos suponen que los pecadores están separados y alejados de Dios y tienen que hacer algo con el fin de reconciliarse con Dios.
Olvidémonos de esta suposición de que existe una separación entre Dios y el ser humano. No hay separación. Si parece que hay una separación entre Dios y el ser humano, es de parte del hombre, que percibe la separación a causa de su pecado. La alienación es desde nuestro punto de vista humano. Nos sentimos a nosotros mismos y nos vemos separados de Dios. Pero desde la perspectiva de Dios no hay separación.
Eran en otro tiempo extraños y enemigos en su mente
En Colosenses 1:17-21 (RV60) nos dice: “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.”
Lo que tiene que cambiar es nuestra percepción, nuestra opinión acerca de la relación entre Dios, el mundo, y el hombre en Jesucristo. En Colosenses vemos al «Cristo cósmico», no es sólo un hombre en particular, es el creador de todas las cosas, y como Creador, él tiene la autoridad, el poder y el amor santo de reconciliar consigo todas las cosas sin preguntarle primero a nadie, y mucho menos a ti.
Existe entre los creyentes la tendencia a pensar que hay un «ellos» y un «nosotros». Los creyentes son los «buenos» y los no creyentes son los «chicos malos», y hay una guerra entre los buenos y los malos. Esa no es la lógica de la gracia. La lógica de la gracia es que el Padre envía a su Hijo, y Cristo envía a su Espíritu para estar con nosotros aunque somos sus enemigos. Lo hace por una buena razón, con un maravilloso propósito de hacer que lo conozcamos por quien realmente es. Y en Colosenses nos dice quién es. Es el creador del mundo como el Hijo del Padre. El Dios eterno no se ha separado de sus enemigos, sino que ha venido para estar con nosotros y mostrarnos quién es Él realmente.
Muchos suponen que ahora que hemos creído en Cristo nosotros somos los «buenos» y que ellos son los «malos» y que debemos acercarnos a los “malos” y decirles que necesitan pasarse al lado de los “buenos”. Y esta gente nos ve venir y se alejan de nosotros lo más que pueden, porque siempre estamos diciéndoles cuan malos son, que debido a su pecado ellos tienen que hacer esto y aquello para reconciliarse con el Dios en quien yo creo.
La mediación de Cristo
En su libro La mediación de Cristo, Thomas Torrance dice en la página 94: «Jesucristo murió por ti, precisamente porque eres pecador y totalmente indigno de él y te ha hecho suyo antes y aparte de que tu creas en él. Él te ha atado a sí mismo por su amor, de una manera tal que nunca permitirá que te vayas, incluso si lo niegas y te condenas a ti mismo al infierno, su amor nunca te dejará».
Torrance dice esto en el contexto de la presentación del evangelio desde el punto de vista bíblico, que reconoce quién es Dios y lo que Dios ha hecho – a diferencia del enfoque predominante, que se basa en la idea de la separación. La separación del ser humano con Dios es una percepción que pertenece a una visión pecaminosa de Dios, el mundo y la humanidad. Cuando Cristo vivió y murió y vive de nuevo para mí, me lleva a conocerlo por quien él es en su propia eternidad: Padre, Hijo, y Espíritu. Conocer a Dios de esta manera es conocerte a ti mismo como un hijo de Dios. Y conocerte a ti mismo como un hijo de Dios es conocer que no hay separación entre tú y Dios.
Así como no hay una separación entre un padre humano y su hijo. ¿Cuándo dejarás de ser hijo de tu padre humano? Eso no va a suceder, ¿verdad? – Porque eso es lo que eres. Tú eres su hijo y él es tu padre para siempre. A Torrance le gustaba decir: «Si realmente entiendes el evangelio, tiene que entender que Dios te ama más de lo que se ama a sí mismo». Él estuvo dispuesto, como el Hijo, a venir a morir y vivir por nosotros. Esa no es la lógica del sentido común. Esa no es la lógica de la clase de amor que nosotros definimos. Se trata de un amor que es extraño y ajeno a nosotros, y tenemos que aprenderlo como sus hijos.
Lo que tiene que cambiar es nuestra percepción, nuestra opinión acerca de la relación entre Dios, el mundo, y el hombre en Jesucristo.
Por lo general, nos vemos como en una gran lucha para mantener a Dios de nuestro lado – para mantener a Dios amándonos tratando de comportarnos mejor. Como si estamos llevando la carga de nuestra relación con Dios en nuestros hombros – como si el amor de Dios depende de lo bien que nos comportamos. Y si así nos vemos y sentimos sobre nosotros mismos en relación con Dios, así también veremos a los demás.
Eso nos deja con la necesidad estar siempre preocupados. ¿Es mi fe lo suficientemente fuerte? ¿Estoy caminando la caminata con suficiente atención? Estamos preocupados de que podamos de alguna manera estropear este amor que hemos adquirido al cambiar nuestra actitud, nuestra mente y nuestras costumbres.
Nadie está separado de la luz de Cristo. Esa luz brilla ya sea que a alguien le guste o no.
Pero si, como dice Colosenses y Romanos, Dios ya nos ha reconciliado a través de su Hijo, y el éxito depende sólo del éxito de Cristo, que es el verdadero éxito, entonces en la presentación del evangelio estamos realmente diciendo a la gente que, porque Dios ya está de su lado y ya los ha reconciliado, por lo tanto, pueden en perfecta libertad, decirle «Sí» a Dios. Pueden arrepentirse de sus pecados y volverse a él sin temer de que no están haciendo las cosas bien o no están diciendo lo correcto, o que no están dando la medida de alguna manera.
La luz de Cristo
Juan 1:1-5 dice: “En el principio ya existía el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba (existía) en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba (existía) la vida, y la vida era la Luz de los hombres. La Luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron (no la dominaron).
Nadie está separado de la luz de Cristo. Esa luz brilla ya sea que a alguien le guste o no, al igual que el sol brilla durante el día ya sea que a alguien le guste o no. Esa es la parte más difícil de creer para la gente, que son hijos del Padre y del Hijo, en el Espíritu. El vínculo entre la eternidad y el tiempo y nuestras vidas y la vida de Dios ha sido sólidamente establecido en Jesucristo. Eso es difícil de creer. La gente no lo cree fácilmente. ◊
Este artículo es una adaptación de una entrevista a John McKenna en el programa “Tú estás incluido”, de la Comunión de Gracia Internacional. El Dr. McKenna en el momento de la entrevista era Vice-Presidente y Profesor de Antiguo Testamento en la Universidad Worl Mission, profesor adjunto de Estudios Bíblicos en la Universidad Azusa Pacific y asesor doctrinal de la Comunión de Gracia Internacional. Imparte dos clases en el Seminario Comunión de Gracia. Estudió con Thomas F. Torrance en la Universidad de Edimburgo y obtuvo su Ph.D . del Seminario Teológico Fuller. Es autor de: “El ajuste en la vida para el árbitro de John Philoponus, Científico de Alejandría en el siglo sexto” y “El gran AMEN del Gran YO SOY: Dios en el pacto con Su pueblo en Su Creación”.