Como madre, estoy profundamente preocupada por cumplir bien mi maternidad. Esta es una tarea difícil con una serie sin fin de aspectos a tener en cuenta: nutrición, educación, disciplina, enriquecimiento, espiritualidad y así sucesivamente – por no hablar de la felicidad y dejar a nuestros hijos experimentar auténticas infancias sin prisas. Es agotador, especialmente cuando me faltan personalmente tantas respuestas, y no siempre sé exactamente qué pensar ni creer con las respuestas contradictorias que tengo.
En su libro El Regreso a Casa [The Way Back Home], Peggy O’Mara, escribe:
Todo lo que es realmente importante es invisible: el amor, Dios, el aire.
Ella sigue diciendo que lo que las hace únicas, es que las madres se ocupan de lo invisible.
Me encanta. Los dos primeros son evidentes para mí, pero el tercero – el aire – lo aprovecho para referirme a cosas como la casa, y el ambiente allí. Las cosas que le permiten saber a los niños en sus almas que son amados y que pertenecen.
En su famosa charla «El poder de la vulnerabilidad», el investigador y autor Brene Brown señaló que en su extensa investigación sobre la conexión humana:
Sólo había una variable que separa a las personas que tienen un fuerte sentido de amor y pertenencia de las personas que luchan por ella. Y es que, la gente que tiene un fuerte sentido de amor y pertenencia creen que son dignos de amor y pertenencia. Eso es todo. Ellos creen que son dignos.
Ella llama a estas personas la de todo corazón y las describe como viviendo un profundo sentido de la dignidad.
Así que resulta que tal vez todo mi trabajo como madre realmente se reduce a ayudar a mis niños a establecer un profundo sentido de la dignidad. El tipo que no puede ser sacudido desde el exterior. Dios Trino está trabajando cada minuto de cada día para lograr esto a través de mí, porque a sus ojos, todos somos dignos. Todos pertenecemos a, con y en él. La religión ha hecho un muy buen trabajo de convencer a las personas que pertenecen «solo si». No creo que haya ningún caso de «solo si» con Dios, sin embargo, y para que un niño crezca hasta ser alguien de todo corazón, no debe haber «solo si» cuando se trata de la dignidad o la pertenencia en sus hogares.
Pero resulta que no es suficiente tratar de hacer esto por mis hijos. No van a creer eso acerca de ellos mismos, si no ven que yo creo eso de mí misma.
Cuando Brene Brown investigó lo que hace que la gente tenga un profundo sentido de dignidad que les da este fuerte sentido de amor y pertenencia, descubrió que lo único que tenían en común era a) el valor de ser imperfecto(a) y contar la historia de lo que eran con todo su corazón, b) la compasión de ser amable con ellos primero y luego con los demás, c) dejar ir, pensaban que debería ser el fin de ser lo que eran, y d) abrazaron la vulnerabilidad.
Queridas madres, nunca vamos a ser perfectas o hacer todo completamente bien. Parece que rara vez pasa un día que no agacho la cabeza de vergüenza a una acción u omisión en relación con mis hijos. Pero no tenemos que ser perfectas o nunca equivocarnos. De la misma forma compasiva en que vemos los tropiezos de nuestros propios hijos, Dios ve los nuestros. Las lágrimas que lloramos por el dolor de nuestros hijos, Dios llora por el nuestro. La manera en que su belleza y dignidad brilla en nuestros ojos, la nuestra brilla en los suyos. El mejor regalo que podemos dar a nuestros hijos es la convicción acerca de nosotras mismas – que somos dignas, no importa que – que somos amadas sin importar que – y que no importa qué, pertenecemos a Dios.
¡Feliz Día de la Madre!