Muchos hogares están acabando porque las parejas ya no quieren ejercer las responsabilidades dadas por Dios. Hogares destruidos porque los esposos no quieren ser la cabeza amorosa, el que provee la casa. La idea equivocada de una vida fácil y sin esfuerzos, sin disciplina, sin dominio propio, los lleva a abandonar su llamado sagrado a ser los sacerdotes del hogar. Ser padre significa cargar con gozo la cruz del servicio, de ser proveedores en todos los aspectos, económico, emocional, espiritual. Y pocos están interesados en llevar la cruz de la responsabilidad asumida. Reina el individualismo, el egoísmo.
El Señor Jesucristo dijo: Si alguno quiere ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.
En el matrimonio pocos quieren llevar la cruz de Cristo.