Es verdad que la oración es fuente de poder, ¿quién lo duda? Sin embargo, a veces, nos presentan un modelo de oración muy parecido a las máquinas de golosinas. No tenemos más que acercarnos al aparato y meter una moneda.
Nos dicen que «para el cristiano no hay crisis» (y al mismo tiempo proclamamos que Dios es justo con todo el mundo).
Quiero un trabajo que me dé dinero sin sudar la camiseta.
Que se acabe el hambre del mundo, que los pobres tengan y tengan y tengan (y derrocho lo que quiero, cuando quiero sin acordarme de ellos).
Que mis amigos me consideren y reconozcan mis cualidades. (cuando no hago más que tonterías).
Quiero que se curen todos los hermanos y hermanas enfermos (y las demás criaturitas, ¿nos importan?, ¿qué hacemos con ellas?).
Quiero una casa mejor que la que tengo.
Quiero para mi hija un hombre de categoría y empiezo a pedirlo con tiempo, para que no se lo quite nadie (¿qué es la categoría?).
Quiero que me des… (sin preguntarme ¿qué doy yo?).
A continuación, con una mano introducimos la moneda y con la otra cruzamos los dedos. Cerramos un momento los ojos y nos preparamos para recoger el producto confiando en que saldrá rápidamente por la ranura inferior, la más mundana.
Así, hasta la próxima necesidad, para eso somos hijos e hijas del Altísimo.
Nos presentan el modelo del “Yo quiero esto ahora porque me lo merezco”, y si nos convencen, si llegamos a creer en la infabilidad del método, luego, cuando este falla, nos sentimos defraudados.
A partir de aquí, lo menos ofensivo que pueden decirnos quienes nos vendieron la máquina de la mentira, es que no metemos suficiente fe por el orificio. No somos buenos cristianos, ni estamos a la altura espiritual que la máquina precisa para funcionar. Es por nuestra culpa, ya que Dios está dispuesto hasta guardarnos un aparcamiento amplísimo en la misma puerta de la iglesia para que tengamos el menor gasto de gasolina.
Con este método de oración nos están diciendo que podemos manipular a Dios según nuestros gustos. Que Dios se somete a usted y a mí como el duende de la lámpara de Aladino, pero sin límite de deseos.
Si no nos dicen que la oración no es sólo sinónimo de petición, sino que abarca mucho más…, si no nos dicen que lo que conversemos con Dios debe ser según Su voluntad…, si no nos dicen que Dios no va a venir a hacer por nosotros lo que nosotros mismos debemos hacer…, si no nos aclaran que la oración no siempre tiene que ser contestada de inmediato…, entonces lo que nos están enseñando es mentira. Una falsedad a gritos. Una mentira piadosa, quizás, pero una mentira. Una mentira para que se nos levante el ánimo, pero una mentira en definitiva.
Los hay que enseñan que el cristiano no tiene que sufrir. Enseñan que el cristiano está exento de todos los males. Que si padece enfermedades, hambre, no tiene empleo o le vienen varias calamidades juntas, es por su falta de fe y por no pedir. O sea, que después de estar pasándolo mal, hacen leña del árbol caído y más que atraer al ser humano a Dios, lo alejan.
En resumidas cuentas, acerquémonos a Dios conforme a su palabra, con un corazón puro, con limpieza de espíritu. Conversemos con él de hijos a Padre. Escuchemos lo que nos dice. Desahoguémonos. Vivamos conforme a su voluntad. La oración es un modo de vida, no un aparato de golosinas donde acudir para evadirnos de los males del mundo. Busquemos en la biblia cómo se acercaron otros antes que nosotros, cómo fueron sus maneras, cómo nos enseñó el mismo Jesús, como Él concede las peticiones.
Isabel Pavón