El fax, el Internet y el celular se consideran tres elementos que revolucionaron la vida del hombre, además de la televisión. Con frecuencia mi hijo mayor, quien vive fuera del país y viaja mucho por razones de trabajo, me llama desde su celular cuando se encuentra generalmente en algún aeropuerto que puede ser el de Tokio, Atenas, Kualalumpur o cualquier otro. Yo puedo estar en mi habitación, en un transporte público, en la calle o en cualquier sitio de mi ciudad y alcanzo a oír por ejemplo, lo que algunas personas próximas a mi hijo hablan entre si, o el llamado a abordar un vuelo. Esto me asombra siempre, y cuando me cuenta de donde me está llamando, me parece prodigioso que a pesar de la distancia, casi en el polo opuesto de la tierra, parte de mi, mi oído en este caso, esté allá; de manera contraria, que los acontecimientos de allá puedan estar en la intimidad de donde yo esté.
Yo creo que la lógica empleada por Shelly para enseñarnos a formar hábitos santos es aplicable a cómo formar en nosotros las virtudes que estimulan y soportan una comunicación adecuada, incluyendo la comunicación con nuestro Padre. El centro de todo su desarrollo está en el entendimiento de Dios quien es el poseedor de todas las virtudes, y luego, en el proceso y las prácticas para formar hábitos que agraden a El. Pienso que una virtud es una cualidad o capacidad que llega a formarse como parte de nuestra manera habitual de ser y actuar con los demás. Practicando ser confiables, amorosas, dispuestas, alegres, lúdicas, tolerantes, perdonadoras, humildes, bondadosas llegaremos a serlo y tejeremos las condiciones para que esa capacidad nuestra natural de comunicarnos se exprese plenamente. Comunicarnos es una necesidad, no lo olviden; por tanto debemos llegar a hacerlo de una manera que agrade a nuestra alma para que agrade a nuestro Padre.