Por Mat Morgan
A medida que se acerca al buzón, Sam advierte un paquete rojo que sobresale del buzón – una caja de bombones enviada por la compañía de tarjetas de crédito.
Sam camina de puntillas por el pasillo pasando por encima del enorme camión teledirigido que se encontraba tirado en el medio del vestíbulo. Se da cuenta de que al camión le falta una rueda y que el parabrisas está agrietado, como si hubiera tenido un choque en cadena en la M-30. Sacudiendo la cabeza, recuerda lo mucho que este regalo de Navidad le había costado, y siente una punzada de frustración por la rapidez con que se había convertido en una pieza de chatarra.Sam se despierta lentamente a medida que el sol atraviesa la ventana. Es la mañana de un sábado de enero. Sam sonríe, recordando que no tiene que abrigarse contra el frío para ir a la oficina hoy. Huele el aroma del café procedente de la cafetera automática (un auto regalo de Navidad que se hicieron). Se desliza con cuidado de la cama para no despertar a Susi, su esposa, y se dirige hacia el olor, degustando el café en su mente.
Tras unos sorbos de café, y un minuto para calzarse sus nuevas zapatillas de piel de borrego, Sam se aventura a salir de la casa al vigorizante aire invernal. El aliento se hace inmediatamente visible en el frío. A medida que camina por la entrada del garaje helado no puede menos que pararse delante de su brillante Chevrolet negro para admirar sus elegantes líneas. Han pasado seis meses desde que lo adquirió en la sala de exposiciones y sigue disfrutando mirándolo. “La vida es buena”, pensó. Gracias a Dios por los préstamos hipotecarios y el financiamiento al cero por ciento.
A medida que se acerca al buzón, Sam advierte un paquete rojo que sobresale del buzón. El periódico cuidadosamente sobrepuesto encima actuando como un contrapeso. Él sonríe, preguntándose quién podría enviar un regalo de Navidad tan tarde.
Mirándolo más de cerca, se da cuenta de que, aunque el paquete es navideño, no es lo que él esperaba. Es una caja de bombones envuelta profesionalmente y enviada por la compañía de tarjetas de crédito en reconocimiento por ser un cliente excepcional. Hábilmente colocado bajo el brillante papel de regalo está la factura de su cuenta mensual, con el importe de los $300 mensuales mínimos impreso descaradamente en la parte superior.
“Bienvenido al 2010”, murmura Sam para si mismo, sintiendo como la alegría de comprar regalos de Navidad se escurre al frío hielo bajo sus pies. Lentamente abre el periódico y mira con incredulidad al titular, su mente intenta asimilar el contenido. Por fin cae en la cuenta. Su empresa comenzará a deshacerse de 2000 empleados empezando la semana siguiente. Su cuerpo parece entumecerse. Echa un nuevo vistazo a la factura de la tarjeta de crédito y de pronto piensa en como serán los importes nuevos mínimos de sus otras tarjetas de crédito. Un nudo de pesada angustia comienza a formarse en alguna parte de su pecho difundiéndose hacia el estómago.
La verdadera alegría de la Navidad
Sam es un personaje ficticio. Pero su historia es demasiado conocida. Él aprendió de la forma más cruda que la Navidad no es solo una deuda en la tarjeta de crédito.
He aquí algo que recordar: El segundo mejor regalo que su familia puede disfrutar este periodo vacacional es un mes de enero libre de deudas.
El mejor regalo, sin lugar a dudas, es la sobrecogedora realidad del amor de Dios por nosotros enviando a nuestro Señor Jesús. (Juan 3:16)
Lo mejor de la Navidad es que Jesús no añade ni una sola carga pesada de deuda a nuestras vidas; el pagó la deuda por todos nuestros pecados de una vez por todas. Y podemos celebrar y compartir esta vida llena de amor y sin deudas en él sin tener que acumular facturas de tarjetas de crédito que nos persiguen mes tras mes tras mes, mucho después de que las luces y el árbol hayan sido guardados.
Así que, ¿por qué no darle a su familia unas Navidades libres de deudas este año? ◊Odisea Cristiana
Mat Morgan es Tesorero denominacional y Secretario de la Junta de Directores de Comunión Internacional de la Gracia. Vive con su esposa, dos hijos y dos perros en Glendora, California.