[pullquote]¡Abraza a Dios porque él sin duda te ha abrazado ya en Jesucristo![/pullquote]
por Pedro Rufián Mesa
Ayer fue el día de los enamorados, el día de San Valentín. Dios nos amó de tal manera en Cristo que todos tenemos que estar enamorados, subyugados por su amor incondicional inagotable. Así que todos tenemos a nuestro verdadero amado, sin importar si estamos casados, solteros, divorciados o separados.
Algunas personas están a favor del día de San Valentín, otros en contra. Para unos es solo un día comercial más, mientras que para otros es la excusa para hacer una salida distinta o regalarse algo especial, pero ¿de dónde surge este día?
Su origen se remonta al tiempo del Imperio Romano. Se cuenta que el emperador Claudio II, que gobernó el Imperio romano entre los años 268 y 270 a.C., viendo que los hombres casados eras peores soldados en la guerra, porque extrañaban a sus familias y querían volver para estar con sus mujeres, decidió prohibir los jóvenes se casaran.
Por esa razón, Valentín, un prestigioso sacerdote de Roma, decidió celebrar matrimonios de forma clandestina entre jóvenes. Cuando el emperador y el gobernador de Roma se enteraron de esta práctica, ordenaron detenerlo.
El oficial encargado de encarcelarlo, llamado Asterius, decidió ridiculizarlo y ponerlo a prueba. Lo retó a que le devolviera la vista a su hija Julia, que había nacido ciega, y Dios le devolvió la vista por medio de Valentín.
Pero hubo un problema: Valentín se enamoró de la joven. Según la leyenda, durante su detención, intentó convertir a las distintas autoridades al cristianismo y fue ordenada su ejecución. El día previo a su asesinato, le envió una nota a su enamorada con la firma: “Tu Valentín”.
Según la leyenda, Valentín fue decapitado el 14 de febrero del año 270. De ahí el origen de las cartas y poemas de amor que luego se transformaron en regalos.
La historia de la salvación de la humanidad llevada a cabo por Dios en Cristo, se podría resumir como El amor del Dios enamorado.
Vamos a ver esa historia, que es la nuestra, desde el ángulo del enamorado que da su vida por su amada.
Dios nos creó por amor y para amarnos. Dios, siendo amor, nos creó como un rebosamiento o fluir de su amor. Igual que un pantano que rebosa y esa agua riega y hace crecer las bellas flores y las verdes campiñas, no por necesidad, sino por lo es en sí.
Dios primero escogió a Israel como su amada física, pero Israel no le fue fiel y se unió a los baales y se fue tras religiones y dioses paganos. En principio Dios se divorció de ella y la dejó al margen. Podéis leer en los primeros capítulo del profeta Oseas. Dios le dijo al profeta Oseas que se casara con una mujer fornicaria para mostrar lo que estaba haciendo Israel, Oseas 1:2, 6, 8-9 “porque la tierra fornica apartándose del Señor… 6 Concibió ella otra vez, y dio a luz una hija. Y le dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ruhama, [que significa, sin haber recibido misericordia] porque no me compadeceré más de la casa de Israel, sino que les negaré el perdón… 8 Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo. 9 Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, [que significa, no mi pueblo] porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios”.
Como Dios había dicho por medio de los profetas, los asirios se llevaron cautivas a las 10 tribus del norte, Israel, y las esparcieron por las naciones. Pero los propósitos de Dios eran desposarse con ella y ese propósito siguió en pie. Oseas 2:14, 16, 19-20: “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón… 16 En aquel tiempo, dice el Señor, me llamarás Ishi, [mi esposo] y nunca más me llamarás Baali [mi señor]… Jesús les dijo a los discípulos en Jn. 15:15 “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”. 19 Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. 20 Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás al Señor”.
Y todo lo que escribe el profeta sobre las lluvias, el trigo y la abundancia de las cosechas, yo diría que se está refiriendo a la plenitud de la abundancia y el gozo de la salvación, como un reflejo de la alegría que Israel experimentaba en el tiempo de las cosechas.
¿Cómo describe el profeta que Dios le dará vida al pueblo de Israel?
Poned atención, Oseas 6:2 “Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él”. Y eso será hecho por pura gracia no por nada que Israel o ninguno de nosotros hayamos hecho para ser la esposa del Señor. Oseas 14:4 “Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos”.
Jesucristo mismo dijo que en su muerte atraería a todos a sí mismo, no dijo que dejaría fuera a la casa de Israel, Juan 12:32 “Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo”.
Nos resucitó en su resurrección y nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Efesios 2: 4-6 “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia habéis sido salvados! Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales”.
Y el apóstol Pablo dice que sometió a todos en desobediencia, incluyendo a Israel y a Judá y a todos los gentiles, para tener misericordia de todos, Romanos 11.32 “Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos”. Podéis leer en Rom. 9-11 sobre las profundidades de la riqueza de la sabiduría y misericordia de Dios con respecto a la salvación de los gentiles y del pueblo de Israel en su totalidad.
He aquí como describe el profeta Isaías el amor del esposo por su esposa, Isaías 62:1-5: “Por amor de Sion no callaré, y por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación se encienda como una antorcha. Entonces verán las gentes tu justicia, y todos los reyes tu gloria; y te será puesto un nombre nuevo, que la boca del Señor nombrará. Y serás corona de gloria en la mano del Señor, y diadema de reino en la mano del Dios tuyo. Nunca más te llamarán Desamparada, ni tu tierra se dirá más Desolada; sino que serás llamada Hefzi-bá, [mi deleite está en ella] y tu tierra, Beula [casada]; porque el amor del Señor estará en ti, y tu tierra será desposada. Pues como el joven se desposa con la virgen, se desposarán contigo tus hijos; y como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo”.
E igual que en Israel, el tiempo de Jesús, era el novio el que tenía que pagar una dote por la novia, así lo hizo Jesucristo, Juan 3:16-17 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.
Y no estoy diciendo por capricho o interpretación personal que estos versículos se están refiriendo a Cristo, el esposo, pagando la dote por la esposa, sino que así lo reconoció y lo afirmó Juan el Bautista a sus discípulos cuando un poco celosos vieron que el ministerio de Jesús empezaba a crecer, Juan 3:28-29 “Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, [el Ungido, Christos que es como traduce la Septuaginta, “el Mesías”] sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido”.
Dios, por medio de Jesucristo, en su amor incondicional por ella ha preparado a la esposa, Efesios 5:25-27 “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. Y utiliza el amor de Cristo por la iglesia como ejemplo y modelo de cómo los esposos cristianos tenemos que amar y estar dispuestos a entregarnos por nuestras esposas.
¿Cómo responder a un amor así?
Cuando Dios nos abre los ojos para ver lo que ha hecho por cada uno de nosotros para hacernos su esposa, nos subyuga, nos vence, nos rinde de amor y nuestra respuesta lógica y racional es responder a su amor con su amor en nosotros por medio del Espíritu Santo, que es el amor de Dios derramado en nuestros corazones.
¿Cómo es su amor?
Sin duda muy distinto de la idea del amor que muchos que celebran el día de San Valentín, con sus novias o esposas pueden tener, 1 Corintios 13:4-7 4 “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. 5 No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. 6 El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. 7 Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Esto es lo que hizo Dios con Israel, con Judá y con cada uno de nosotros, y con todos los seres humanos.
¿Qué nos espera?
La plenitud espiritual de la fiesta de bodas en nada comparable con esta fiesta de San Valentín, que más que festejar el amor desinteresado e incondicional ágape, celebra el amor eros, o en el mejor de los casos el filia, que no son malos en forma alguna ya que Dios nos los ha dado, pero no son el amor que procede de él y que nosotros solo podemos dar por medio del Espíritu Santo.
La plenitud espiritual de las bodas del Cordero se llevará a cabo cuando nuestra unión espiritual con Cristo no tenga estovo de imperfección ninguno, cuando este cuerpo de corrupción resucite en incorrupción, cuando sea vestido de perfección, gloria e inmortalidad a la venida gloriosa del esposo.
Si hemos aceptado y recibido el amor del esposo, y nos hemos dejado subyugar por su inmenso amor por nosotros, Dios espera que ya hagamos lo que el esposo nos dijo en Apocalipsis 19:7 mientras aguardamos su venida: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”. Y ese prepararse sabemos que tiene que ver con aceptar el traje de bodas que el novio le ha preparado, como una vez estudiamos en la parábola de los invitados a las bodas. Y Apocalipsis 21:2 “Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”.
¡Abraza a Dios porque él sin duda te ha abrazado ya en Jesucristo!Este artículo apareció primero en: Comunión Internacional de la Gracia en España