Algunos afirman que la teología trinitaria enseña el universalismo, la creencia de que todos serán salvados, sin tener en cuenta si son buenos o malos, si se han arrepentido o no, si han aceptado o rechazado a Jesús, y que, en consecuencia, no hay tal cosa como el infierno.
Hay dos problemas con esta afirmación que es un argumento basado en una falacia lógica.
Primero, hay que aceptar que la teología trinitaria no sostiene la creencia en el universalismo. El notable teólogo suizo, Karl Barth, no enseñó el universalismo. Como tampoco lo hicieron teólogos como Thomas F. Torrance y James B. Torrance.
En la Comunión de Gracia Internacional enseñamos la teología trinitaria, pero no el universalismo. El universalismo es una doctrina que no está basada en la Biblia, que dice que al final todas las almas, ya sean humanas, angelicales o demoníacas, serán salvadas por la gracia de Dios. Algunos universalistas argumentan que el arrepentimiento hacia Dios y la fe en Jesucristo son irrelevantes. Los universalistas típicamente niegan la doctrina de la Trinidad, y muchos universalistas son unitarios.
El universalismo es una
doctrina que no está basada
en la Biblia, que dice que al final todas las almas,
ya sean humanas, angelicales o
demoníacas, serán salvadas
por la gracia de Dios.
En contra del universalismo, la Biblia enseña que hay salvación solo en Jesucristo (Hechos 4:12). En Jesucristo, que es el elegido de Dios por nuestro bien, toda la humanidad es elegida, pero eso no significa necesariamente que todos los seres humanos aceptarán al final el don gratuito de Dios. Dios desea que todos vengan al arrepentimiento, y ha creado una humanidad redimida para que tenga verdadera relación con él, pero la verdadera relación nunca puede ser una relación forzada. Creemos que, en Cristo, Dios hace provisión gratuita y justa para todos, incluso para aquellos que al morir parecen no haber creído el evangelio todavía, pero todos los que permanecen hostiles a Dios permanecen sin salvarse por su propia elección.
Los estudiantes cuidadosos de la Biblia reconocen que, aunque no necesitamos descartar la posibilidad de que al final todos se arrepentirán y recibirán el don de Dios de la salvación, las Escrituras no son concluyentes. Por lo tanto no somos dogmáticos sobre este tema.
El segundo problema es: ¿Por qué la posibilidad de que todos sean salvados provoca hostilidad y acusaciones de “herejía”?
Los credos de la iglesia primitiva no eran dogmáticos sobre la naturaleza del infierno. Las metáforas bíblicas para el infierno son de llamas, de tinieblas de afuera y de lloro y rechinar de dientes. La intención de las mismas es trasmitir a qué es semejante que una persona esté perdida para siempre, encerrada a sí misma en su “mundo”, con su propio corazón y deseos egoístas, rechazando obstinadamente la fuente de todo amor, bondad y verdad. Si se toman literalmente entran en conflicto. Pero la intención de las metáforas es que no se tomen literalmente, ilustran varios aspectos del tema del que traten. Lo que obtenemos de ellas es que el infierno, sea lo que sea, no es donde queremos estar. Tener un ardiente deseo de que toda la humanidad sea salva y que ninguno sufra en el infierno, no hace necesariamente a una persona hereje. ¿Qué cristiano no querría que todas las personas que han vivido se arrepientan, reciban el perdón y experimenten la reconciliación con Dios?
La idea de que toda la humanidad sea transformada por el Espíritu de Cristo es sin duda de desear. Eso es, de hecho, exactamente lo que Dios desea. Él quiere que todas las personas vengan al arrepentimiento y no sufran las consecuencias de rechazar su generosa provisión por ellas. Dios quiere esto porque ama al mundo (cosmos), como leemos en Juan 3:16. Dios nos dice que amemos a nuestros enemigos, de la misma forma que Jesús amó y sirvió incluso a su traidor, Judas Iscariote, en la Última Cena (Juan 13:1, 26) y en la cruz (Lucas 23:34).
Sin embargo, la Biblia no garantiza que todos aceptarán necesariamente el amor de Dios. Advierte que puede muy bien que haya personas que rechacen su perdón, rechazando la redención y la adopción que Dios tiene para ellos. Pero es difícil creer que haya alguien que pueda tomar tal decisión. Y es más difícil aún imaginar que cualquiera persista en rebelión, en contra de tener una amorosa relación con Dios. Como C.S. Lewis describió en El Gran Divorcio: “Voluntariamente creo que los condenados son, en un sentido, rebeldes con éxito hasta el fin, quienes han cerrado las puertas del infierno desde su interior”.
El Universalismo no debe confundirse con el alcance universal o cósmico de la efectividad de la obra salvadora de Cristo. En Jesucristo, quien es el elegido de Dios por nosotros, toda la humanidad es elegida.
Eso no significa que podemos decir por cierto que toda la humanidad aceptará el don de Dios al final. Pero podemos esperar sin duda que lo hagan. De acuerdo al apóstol Pedro, Dios “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9). Más aún, Dios ha hecho todo lo posible para salvarnos de la terrible y horrible situación que es el infierno.
Sin embargo, al final, Dios no violará la decisión libre y persistente de aquellos que voluntaria y deliberadamente rechacen su amor y se alejen de él. De hecho, para controlar absolutamente sus mentes, voluntades y corazones, Dios tendría que deshacer su humanidad, tendría que anular su creación. Por supuesto, si Dios hiciera eso, no quedará ser humano para recibir libremente el valioso don de la gracia, que es vida eterna en Jesucristo. Dios ha creado y redimido a la humanidad para que tenga verdadera relación, una relación con él que no puede ser impuesta.
La Biblia no borra la diferencia entre el creyente y el infiel, ni tampoco lo debemos hacerlo nosotros. Cuando afirmamos que todas las personas están perdonadas, salvadas y reconciliadas en Cristo, queremos decir que aunque todos pertenecemos a Cristo, no todos están en comunión con él. Aunque Dios ha reconciliado a todos consigo mismo, no todos están confiando y viviendo en esa reconciliación todavía. Por lo tanto el apóstol Pablo dice: “en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo (cosmos) consigo mismo… Así que… reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:19, 20). Y esa es la razón por la que nuestro ministerio no es de condenación, sino de proclamación de la obra acabada de reconciliación de Cristo.
Nuestro enfoque es dar testimonio de la revelación bíblica y de la enseñanza ortodoxa con respecto al propio carácter, mente, corazón, propósito y actitud de Dios para con todas las personas, manifestadas en Jesucristo. Predicamos el señorío universal o cósmico de Jesucristo y por eso tenemos esperanza en la reconciliación cósmica de todos los creados de acuerdo a su imagen. Ya que la Biblia nos dice que el deseo de Dios es que todos vengan a él, en arrepentimiento, a recibir su generoso y costoso perdón, ese es nuestro deseo también. ◊