El propósito de la vida humana | Por Michael Morrison | ||
Fuimos hechos para ser como Jesús, pero, ¿cuál es la diferencia de tratar de ser como Buda o Confucio? ¿Cómo es el cristianismo diferente de otras religiones que animan a la gente a imitar un personaje modelo muy respetado? Es diferente de varias maneras. La mayoría de las religiones enseñan algún tipo de obras como el camino de la salvación: decir las oraciones correctas y hacer las cosas correctas, esperando que sea suficiente. Dan a entender que la gente puede ser lo suficientemente buena si se esfuerza lo suficiente.
Todos necesitamos la Gracia
Photo by Zyllan FotografíaEl cristianismo enseña que todos necesitamos la gracia, porque no podemos ser lo suficientemente buenos, no importa cuánto nos esforcemos. El punto de la gracia y del sacrificio de Jesús, es que ninguna cantidad de buenas obras o actos religiosos puede salvar a nadie. Si ese camino podría haber sido diseñado, entonces Dios lo habría hecho. “Porque si se hubiera dado una ley capaz de impartir vida, entonces la justicia ciertamente hubiera dependido de la ley”. (Gálatas 3:21). El evangelio cristiano enseña que nadie puede ganar la salvación, y sin embargo, todos pueden tenerla, porque Jesús nos la da gratuitamente.
Otra diferencia es que la mayoría de las religiones nos dicen que debemos cambiar nuestro comportamiento, y esperan que pongamos todo nuestro esfuerzo. El cristianismo dice que Dios mismo proveerá el poder que necesitamos para cambiar nuestras vidas. Nosotros, los humanos nos hemos metido en este lío, y no podemos rescatarnos a nosotros mismos. El poder de la salvación debe venir de Dios.
Nosotros no estamos tratando de convertirnos en la imagen de Cristo, dejamos que Dios lo haga en nosotros. La Biblia describe esto como el Espíritu Santo viviendo en nosotros, Dios viviendo en nosotros, o Jesús viviendo en nosotros. El poder de cambiar nuestro comportamiento viene de Él, no de nosotros mismos. Es su trabajo, no algo de lo que nosotros podamos tomar el crédito correspondiente.
La mayoría de las religiones motivan a la gente a través de amenazas y el deseo de obtener recompensas. El cristianismo nos motiva a través de la gracia y el amor. Obedecemos a Dios no por miedo, sino por amor y agradecimiento por lo que ha hecho. Y estamos seguros de que él nos ha dado las mejores instrucciones posibles sobre la manera de vivir. El cristianismo dice que fuimos creados con un propósito, y ese propósito es la felicidad eterna viviendo con Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son supremamente amorosos. “En Tu presencia hay plenitud de gozo; En Tu diestra hay deleites para siempre” (Salmo 16:11).
Jesús no es sólo un ejemplo de cómo debemos vivir – es también un ejemplo de lo que significa la salvación. Él vive en la gloria eterna, y dice que podemos acompañarlo en esa gloria, si confiamos en él.
El crecimiento espiritual
A través de los siglos, los cristianos hemos encontrado varias maneras de dejar que Dios haga su obra en nuestras vidas. Dios no nos obliga a amarlo – el amor, por definición, tiene que ser dado de buena gana, no se puede programar en nosotros o ser forzado a salir de nosotros. Tenemos que escoger amarlo. Dios obra en nosotros cuando nos sometemos a él. «Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:13).
¿ Cómo permitimos a Dios que haga su obra en nuestras vidas? ¿Cómo llegamos a ser más como Jesucristo? De varias maneras: En la adoración recordamos la grandeza de Dios, su misericordia y su deseo de hacer el bien en nuestras vidas. Recordamos que podemos confiar en él y que dependemos de él, tal como lo hizo Jesús.
En la oración, reconocemos que dependemos de Dios, y le pedimos la ayuda que necesitamos – necesidades tales como comida, intervención y cambio espiritual. «Por nada estén inquietos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios» (Filipenses 4:6).
En el estudio de la Biblia, podemos leer y pensar acerca de las obras y palabras de Dios. Jesús estudió las Escrituras y utilizó sus palabras para ayudarlo a resistir las tentaciones (Mateo 4:1-11). Dijo que los seres humanos no vivimos «solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (versículo 4). La vida espiritual necesita alimento espiritual.
Aprendemos de nuestras interacciones sobre la manera de expresar amor, y crecer en el aprecio para las personas que tienen talentos y habilidades diferentes de las nuestras. Jesús creó la iglesia no sólo para predicar el evangelio, sino para ayudarnos a crecer, porque eso también es parte de su obra y su propósito. En la iglesia, nos relacionamos con otras personas que están en el mismo programa de entrenamiento centrado en Cristo.
[pullquote]Debemos amar a Dios más de lo que amamos el dinero, los placeres físicos, o el éxito que este mundo ofrece.[/pullquote]
En el servicio, en ayudar a los demás, actuamos de la manera en que Jesús lo haría. Aprendemos por experiencia que el servicio nos da más satisfacción en la vida que el egoísmo. Estar involucrado en la obra de Dios es el sentimiento más satisfactorio de todos, ya que será de valor eterno. Cuando morimos, no podemos llevar las cosas físicas con nosotros, pero podemos llevarnos las relaciones con nosotros y continuarlas en la próxima vida.
En las experiencias del día a día de la vida, tenemos la oportunidad de aprender a ser como Jesús, al elegir ser paciente, ser considerado, ayudar a otros, orar. En el trabajo y en nuestros hogares, Jesús tiene algo que decir acerca de lo que hacemos.
¿Qué pasa con las pruebas y dificultades de la vida? Nos gustaría que se fueran, pero Jesús nunca prometió eso. En cambio, él nos prometió problemas: “En el mundo tendrán aflicción” (Juan 16:33). “El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán” (Juan 15:20). Ser como Jesús no es fácil.
Dios usa nuestras dificultades como oportunidades de aprender. Incluso Jesús tuvo que experimentar problemas. «Aunque era Hijo, aprendió obediencia por lo que padeció» (Hebreos 5:8). Si hasta Jesús tuvo que aprender a través del sufrimiento, podemos esperar que sea parte de nuestro programa de entrenamiento, también. Vamos a experimentar problemas en la vida sigamos o no a Jesús. No se trata de no tener problemas , sino de aprender de esos problemas. ¿Reaccionamos a los problemas de la manera en que Jesús lo haría, o nos amargamos y buscamos venganza?
Aprendemos más sobre el amor, cuando amamos a las personas difíciles de amar, aprendemos más acerca del perdón cuando las personas pecan contra nosotros. Nuestro carácter se moldea más como Jesús no tanto en los buenos tiempos, sino en los tiempos difíciles. ¿Cómo reaccionamos ante los problemas?
No siempre entendemos por qué Dios permite que la gente sufra. No podemos ver nada bueno o alguna lección que aprender. Pero Dios nos asegura que «en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28). Puede que no sepamos cómo – sólo tenemos que confiar en él. Cualquiera que sea la prueba, por lo menos podemos estar seguros de esto: «Nuestros sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que habrá de revelarse en nosotros» (versículo 18). Podemos estar seguros, incluso en nuestras pruebas, que Dios tiene algo maravilloso planeado para nosotros. Nuestras pruebas son sólo temporales, ¡pero la gloria va a durar para siempre!
La Biblia nos advierte que varias cosas pueden sofocar la obra que Dios está haciendo en nuestras vidas. Podemos resistir a los enemigos, pero tomará un cierto esfuerzo.
En Lucas 8, Jesús contó una historia acerca de las semillas en diferentes tipos de suelo. En su historia, la semilla representa la palabra de Dios (versículo 11). Algunas personas reciben el mensaje del Evangelio con alegría. «Ellos creen por algún tiempo, pero en el momento de la prueba se apartan» (versículo 13). Se espera que el cristianismo es viento en popa, pero eso no es lo que Jesús promete. «Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, luego tropiezan» (Mateo 13:21).
Otro grupo de personas son como semillas que cayeron entre las malezas. Aunque el mensaje de Jesús empezó a crecer en su vida, fue ahogado con el tiempo por las malas hierbas. «Al continuar su camino son ahogados por las preocupaciones de la vida, las riquezas y los placeres, y no maduran» (Lucas 8:14). Algunas personas están tan distraídas por las cosas de este mundo, que no llegan a pensar en la vida eterna. El evangelio no tiene resultados en sus vidas, porque lo ignoran – están demasiado «ocupados» para ver la eternidad cualquier momento. O se divierten con la riqueza, o se frustran tratando de hacer riquezas (ver también 1 Juan 2:16-17). De cualquier manera, no le dan a Dios todo el tiempo. Están eligiendo la vida mortal en lugar de la vida eterna.
Sin embargo, algunas personas responden bien al mensaje: «La semilla en buena tierra son los que tienen un corazón noble y bueno, que oyen la palabra, la retienen, y por la perseverancia dan fruto» (Lucas 8:15). La perseverancia nos ayuda a crecer y producir fruto. Nuestras decisiones hacen la diferencia en lo que el evangelio hace en nuestras vidas. Necesitamos valorar la vida eterna que Jesús nos ofrece – y tenemos que actuar sabiendo que es más valiosa que las recompensas temporales de esta vida mortal.
Debemos amar a Dios más de lo que amamos el dinero, los placeres físicos, o el éxito que este mundo ofrece. Esas cosas son temporales, por lo que debemos mantener nuestros ojos en la meta de la vida eterna, con felicidad eterna y significado eterno.
Tenemos que decidir. Si queremos una vida plena, una vida satisfactoria, una vida agradable, entonces tenemos que mirar a Jesús como nuestro modelo, y como el poder que puede cambiar nuestra vida. Dios quiere que vivamos para siempre en amor y alegría , y tenemos que confiar en él para hacer el trabajo que ya ha comenzado. Dios nos creó para ser «a su imagen“ y envió a Jesús para garantizarla para nosotros, podemos estar seguros de que va a terminar su obra en nuestras vidas. ¡Confía en él, y permítele trabajar con más fuerza! ◊
Michael D. Morrison tiene un doctorado del Seminario Teológico Fuller. Es editor de Comunión de Gracia Internacional, Jefe de redacción de la revista Odisea Cristiana, colaborador habitual de dicha revista, instructor adjunto en la Escuela de Posgrado de Teología Azusa Pacific y Decano de la Facultad y profesor de Nuevo Testamento en Grace Communion Seminary. También es pastor asociado de NewLife Fellowship en Pasadena, Cali-fornia, EEUU.