Querida mujer, quiero preguntarle si se ha dado cuenta cuánto tiempo de su diario vivir lo está pasando con personas no creyentes. La respuesta desde mi experiencia personal es que esto puede ser un poco más que el 90% de tiempo. Qué tal tamaña proporción, ¿no le parece? ¿Qué tal toda la necesidad que existe? ¿Qué tal el compromiso que tengo y sobre lo cual el Señor me pedirá una explicación? Sin embargo, para su asombro, realmente no me estoy sintiendo afanada, ni asumiendo una pesada culpa religiosa; la cuestión está en que ahora he pasado a comprender que el Señor es el que define todo: los tiempos, la estrategia, la manera, las circunstancias, y se ocupa de hacernos conscientes y de mostrarnos la dimensión del escenario en el cual El quiere utilizarnos para su propósito.
Por razones de trabajo y también por razones de formación y de cierto perfil natural, mi mundo ha estado alrededor de la academia, de la ciencia, de la política, de las instituciones; me encanta la vida cultural, voy al cine, formo parte de varias redes virtuales temáticas, frecuento ciertos lugares asociados con la vida bohemia, y debo rellenarme de lecturas especializadas todos los días. ¡Este es mi mundo!, y a mi me encanta; yo lo disfruto, me parece interesante, contradictorio y creativo. Pero saben qué? Allí conocí a Dios y en medio de todo esto, allí mi fe crece. Y saben qué más? Allí Dios quiere usarme. Y finalmente, quieren saber otra cosa más trascendental? Allí cerca donde vivo, Dios ha puesto la sede de nuestra congregación.
Bueno, pero que ha pasado?
He comprendido varias cosas:
- Que ser cristiano es una decisión de fe y punto. Si no es así, puedo correr el riesgo de tambalear frente a argumentos lógicos e inteligentes de muchas personas.
- Se cree que la ciencia y el arte no pueden ser compatibles con la fe.
- A veces existen prejuicios de clase. Nuestra historia pesa mucho en este caso.
- Como cristianos, algunas veces no somos atrayentes, nuestra actitud de vida no motiva; podemos optar por no interesarnos en trascender a otros aspectos de la vida que también forman parte de la creación de Dios, o por establecer distancias para no contaminarnos.
Y cómo he venido actuando?
Se los contaré a través de algunos relatos.
1. La Intercesión
Personalmente había asumido que la misericordia de Dios era tan grande que se había compadecido de mí y de mis hijos a la muerte de mi esposo. Esto es cierto, sin embargo el Señor me permitió conocer que cuando Víctor falleció, una profesora de la Universidad, compañera de él, y que yo no conocía, había orado insistentemente al Señor por nosotros. Recuerdo que aquella vez, cuando emocionada me contó, yo sentí miedo y dije: ¡NO PUEDE SER! ¡Esa era la razón por la cual Dios había creado un proceso especial para ponernos bajo su cuidado! ¿Comprenden la conclusión de esta pequeña historia? Debemos orar insistentemente al Señor por nuestros amigos o por nuestros colegas, así no sean nuestros amigos. Hacerlo por amor.
2. La Confesión
El pasado año, con un grupo de amigos que se había formado en razón a que todos frecuentábamos independientemente un cierto lugar, llegamos a la conclusión de formalizar estos encuentros a través de UNA TERTULIA cada quince días. Su propósito era discutir la problemática del país y aportar desde nuestros campos del conocimiento explicaciones, y en lo posible, llegar a proponer acciones que aportaran a su solución. Sanamente ambiciosos ¿verdad?. La primera reunión formal implicó la presentación de rigor y detalle de nuestras vidas y expectativas. La persona que me precedió, fue una muy vivaz e interesante sicóloga, cuyo introito consistió en aclarar que ella ya había superado los problemas religiosos y que, en pocas palabras, confiaba en si misma. Para sorpresa de ella y de otros asistentes, confesé que yo si era creyente y reconocía todo lo que Cristo representaba en mi vida integral. La tertulia no se consolido por múltiples razones, pero en este momento, esa interesante sicóloga me pidió que trabajásemos juntas el proyecto de nuestros ancianos de la zona. En mis confesiones secretas, ella ya cayó en las redes del Señor. ¿Comprenden la conclusión? No hay que ser afanosos para encarretar a la gente, podemos ser certeros, oportunos y simples para confesar nuestra fe.
Laura Rugeles
Bogotá Colombia