Por Neil Earle
La Éfeso rica, bulliciosa, cosmopolita—una ciudad con 225,000 personas en el primer siglo—era una de las fortalezas de Satanás en la antigüedad. Los historiadores la llamaban “el trono de la idolatría”.
‘Bestias’ en Éfeso
Por generaciones los mercaderes de Éfeso habían labrado sus ídolos de plata sin estorbo alguno hasta el 52 D. C. En ese año el apóstol Pablo, la más grande amenaza del primer siglo hecha por un sólo hombre contra la idolatría (Hechos 17:16), entró a la ciudad (Hechos 18:19). Una poderosa obra de evangelismo cubrió la provincia de Asia (Hechos 19:10). Pablo habló: proclamando la vacía corrupción de la adoración idolátrica e invitando a la gente al arrepentimiento (Efesios 5:5).
Multitudes respondieron al evangelio. Ellas tiraron sus guías astrológicas y sus cuadros esotéricos asociados con la diosa Diana—con un valor de 50,000 piezas de plata (Hechos 19:19).
Pero los plateros contraatacaron (Hechos 19:24-28). Usaron su influencia para iniciar una gran histeria religiosa contra la obra de Pablo (Hechos 19:34). Pablo quería enfrentarse a la turba –a la cual se refirió como bestias – pero sus amigos sabiamente lo persuadieron a no hacerlo (1 Corintios 15:32; Hechos 19:31).
Preparando a la iglesia
En el 61 D. C., mientras estaba bajo arresto domiciliario en Roma, Pablo trató de estabilizar la iglesia efesia para los años difíciles que vendrían después; un tiempo cuando, como él ya les había advertido, tendrían que continuar sin él (Hechos 20:17-28).
El materialismo, el comercialismo y una sensualidad cínica—amenazaban constantemente la fe de los convertidos por Pablo en Éfeso. El engaño religioso era abundante. ¿Cómo podía Pablo preparar a la iglesia para que ella continuase su batalla espiritual sin él? Cerca del final de su Epístola a los Efesios, el Espíritu Santo llenó a Pablo con una vívida figura, tomada de la experiencia de Pablo en la prisión, para preparar a la iglesia efesia.
Casi podemos ver el fuego creativo ardiendo dentro de Pablo mientras él se acercaba al final de su epístola. «Pónganse toda la armadura de Dios, «concluyó Pablo, «para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo» (Efesios 6:10-11). Pablo estaba diciendo: «el soldado romano tiene su armadura, así como el cristiano también tiene la suya».
Con la armadura de Dios podemos protegernos en las batallas que enfrentaremos en nuestras vidas cristianas (1 Timoteo 6:12). Nosotros, al igual que los efesios, nos enfrentamos contra los ardides de Satanás. Y nosotros, al igual que ellos, ¡venceremos!
2ª Corintios 4:4 pone al descubierto a Satanás como “el dios de éste mundo”. No es extenderse demasiado lo que Pablo hace en Efesios 6:12: «Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan éste mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales».
Los soldados que ya han sido informados por su comandante en jefe están en alerta espiritual. ¡Tienen como expectativa la batalla! Por eso es que Pablo aconsejó al joven Timoteo: «Comparte nuestros sufrimientos, como buen soldado de Cristo Jesús» (2 Timoteo 2:3).
1. Cinturón
«Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad» (Efesios 6:14). La espada de dos filos del soldado romano colgaba del cinturón protector que llevaba alrededor de su cintura. El cinturón protegía sus lomos, pero también ponía su espada dentro de un alcance rápido y fácil. En la analogía de Pablo, la espada es la Palabra de Dios, las promesas seguras y la instrucción fiel del evangelio grabadas en la Biblia.
La Palabra de Dios es el arma ofensiva del soldado cristiano. Ella atraviesa cortando el negativismo, la acusación, la duda, la desesperanza—esos favoritos «ardides del diablo». Mientras que el cinturón de la verdad protege nuestras partes vitales, también sacamos inspiración y esperanza de las escrituras vivientes, las cuales son «la espada del Espíritu» (Efesios 6:17).
Con la Biblia como nuestra espada, nos movemos de la defensiva hacia la ofensiva (Hebreos 4:12). El estudio bíblico baña nuestra mente y espíritu con esperanza y entusiasmo (Salmo 119:97).
2. Coraza
«Manténganse firmes… protegidos por la coraza de justicia» (Efesios 6:14).
En nuestras batallas para derrotar a la lujuria, el enojo, el miedo, el orgullo y la duda, a menudo nosotros mismos nos ponemos la trampa del desánimo, cuando no logramos el progreso que nos gustaría (Filipenses 3:12). Incluso el veterano Pablo enfrentó esto (Romanos 7:19). Pero él sobresalió como soldado cristiano porque se conectó con «la justicia que es nuestra esperanza» (Gálatas 5:5). Dios nos imparte justicia por medio de Jesucristo que vive dentro de nosotros por el poder del Espíritu Santo (Juan 14:23).
Ésta justicia va más allá de la mera justicia humana, del poder de la decisión y de las alturas emocionales auto-iniciadas. Ella engendra una relajada, calmada y bendita seguridad en Dios como nuestro Redentor y Aliado.
La justicia de Dios es nuestra por la fe (Romanos 3:22). El soldado romano vestía una dura coraza de cuero fortalecida con tiras de metal. Era difícil de penetrar. Lo mismo pasa con el cristiano. La segura convicción que la justicia propia de Jesucristo está obrando en nosotros a través del Espíritu Santo detiene «las flechas encendidas» de Satanás, que son los astutos susurros que nos dicen: «Ves, has pecado otra vez. Nunca lo lograrás. ¿Por qué no te das por vencido?»
3. Sandalias
Las sandalias de cuero del soldado romano eran esenciales en la batalla. Una sólida estabilidad sobre un terreno difícil con frecuencia provee la posición ganadora en la batalla. Tres veces Pablo alentó a los soldados cristianos a permanecer firmes, «calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz» (Efesios 6:15).
La palabra de avanzada que Julio César usaba como general era ¡celeritas!— ¡rapidez! Las sandalias romanas simbolizaban movilidad, apresto, velocidad. «A un blanco que se mueve es difícil atinarle,» sigue siendo una buena máxima militar. De igual manera es para los soldados cristianos. Aquellos que están activamente viviendo el evangelio de la paz, ¡serán para Satanás un blanco difícil de atinar!
4. Escudo
Sobreviven relatos increíbles de la tremenda fortaleza de los escudos romanos. Por ejemplo, considera la formación «tortuga». Escuadrones de legionarios romanos alineaban sus escudos sobre sus cabezas mientras las filas externas de soldados sostenían sus escudos frente a sus cuerpos formando un cuadro impenetrable llamado la tortuga. Una unidad diezmada podía formar una tortuga tan segura que un caballo y un carruaje podían cruzar encima de ella.
Entonces no es sorpresa que, con esto en mente, Pablo nos aconsejase: «Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno» (Efesios 6:16). Los soldados cristianos están escudados por la fe, que es la convicción inquebrantable de que nuestra victoria final está asegurada (Romanos 8:38, 39).
¿Hay flechas encendidas en la vida cristiana? Sí, muchas. El chisme, las malas referencias, indirectas astutas, los amargos ataques que destruyen la fe en la doctrina cristiana. Hay reportes de salud no deseados, pleitos con los vecinos, choques personales inesperados en el trabajo. Algunas de las más crueles y más efectivas flechas proceden de las personas más cercanas a nosotros. Pero el escudo de la fe—es decir, saber que Dios ya ha asegurado nuestra victoria final—extingue las flechas de Satanás todas las veces (Romanos 1:16).
5. Casco
Incluso hoy, en los deportes potencialmente violentos como el fútbol americano, en las carreras de autos y en el jockey sobre hielo, el casco es obligatorio. En Efesios 6:17 Pablo dice “Tomen el caso de la salvación…” y en 1 Tesalonicenses 5:8 realza «la esperanza de salvación» como parte vital de la armadura cristiana. Nuestra guerra es tan constante, tan incesante, tan feroz, que fácilmente podríamos colapsarnos bajo el agobio fatigador de la batalla. Es por eso que una motivación elevada es tan importante en la lucha cristiana.
6. Espada
«Tomen…la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:17).
Un buen orden de batalla, motivador, que incite a combatir es generalmente la última etapa en la preparación de los soldados para la victoria. ¿De dónde obtenemos nuestras órdenes para la batalla? De Jesucristo, nuestro Comandante en jefe, quien es la Palabra Viviente de Dios: que «alentados por las Escrituras, perseveremos en mantener nuestra esperanza» (Romanos 15:4). Éste aditamento espiritual protege la cabeza, el cerebro, donde el soldado cristiano busca «llevar cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo» (2 Corintios 10:5).
¡Qué esperanza nos da Dios mediante Su palabra! Por siglos los cristianos han obtenido inspiración de pasajes motivadores tales como Josué 1, 1 Pedro 1-3, Hebreos 11 y los libros: Rut, Ester y Salmos. Y la necesitamos pues algunas veces la batalla es en verdad intensa.
7. Oración
Pablo finaliza el párrafo reconociendo nuestra necesidad de ayuda divina: «Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos» (Efesios 6:18).
Pablo sabía que los hermanos y hermanas efesios—y nosotros también— podemos mantenernos firmes a través de todas las sacudidas y alarmas de la vida cristiana. Jesucristo, el Capitán de nuestra salvación (Hebreos 2:10), nos ha prometido la victoria.