Toda persona que se llama a sí mismo cristiano sabe, cree y defiende que la Biblia ES la Palabra de Dios y para muchos cristianos, la Biblia tiene toda la autoridad para ser creída y obedecida, aunque, como los fariseos en los tiempos de Jesús, pueden irse hasta los extremos de querer ponerle más conceptos de los que realmente tiene.
Para otras personas, la Biblia es considerada como un libro más en el la biblioteca de su casa o de la biblioteca pública.
Sin embargo, LA BIBLIA ES LA PALABRA DE DIOS.
Y Dios, a través de la Biblia nos enseña y nos revela quién es Él. Él es un Dios todo amor, que ama con amor incomprensible a su creación; Él tiene un propósito excelso y de dimensiones cósmicas, que sobrepasa todo entendimiento humano. Pero, ¿qué es lo que le da tanta autoridad a la Biblia? Veamos lo que ella misma nos enseña: “Antes de que todo comenzara ya existía aquel que es la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. (Juan 1:1) TLA
“Aquel que es la Palabra” no es otro que el mismo Hijo del Padre, que se convirtió en el humano Jesús, quien por ese amor sin medida ha hecho posible que toda la humanidad esté incluida en Dios; por su humanidad es que nosotros tenemos intimidad y comunión con el Padre y el Espíritu Santo.
Jesucristo es el creador, quien puso en acto lo que ya estaba planeado desde la eternidad; así lo expresa el apóstol Juan: “En el principio la Palabra ya existía. La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. El que es la Palabra existía en el principio con Dios. Dios creó todas las cosas por medio de él, y nada fue creado sin él. La Palabra le dio vida a todo lo creado, y su vida trajo luz a todos. La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla”. NTV
Así que la creación entera, incluidos nosotros los humanos, tiene vida porque Jesús, la Palabra, se la ha dado.
Pero en la lógica de Dios, las cosas suceden muchas veces de forma incomprensible para la mente humana; veamos: Jesús mismo nos enseña que: “Les digo la verdad, el grano de trigo, a menos que sea sembrado en la tierra y muera, queda solo. Sin embargo, su muerte producirá muchos granos nuevos, una abundante cosecha de nuevas vidas”. (Juan 12:24) NTV
Para Dios, quien quiera vivir para siempre, primero tiene que experimentar la muerte, pero la muerte transformadora que nos revela en el proceso de la siembra de la semilla. Para que la semilla fructifique, primero tiene que morir al ser sembrada (enterrada) en la tierra, de otra manera, no tendría una vida totalmente nueva, tal como sucede con las plantas. Así también Jesús, quien nos dio vida junto con Él, tuvo que morir y ser sepultado en la tierra y al resucitar, nos lleva en su cuerpo para vivir la vida nueva de la humanidad, una humanidad encarnada, o mejor dicho, divinizada.
En este punto quiero subrayar y recordar la forma en que nuestro Salvador sufrió la muerte. Todos sabemos que fue primero acusado, aprehendido, juzgado y sentenciado injustamente; posteriormente fue atacado en su humanidad de tal forma que quedó destrozado, tal como Dios, a través del profeta Isaías lo predijo con siglos de anticipación: “Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó. Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y aplastado por nuestros pecados. Fue golpeado para que nosotros estuviéramos en paz, fue azotado para que pudiéramos ser sanados. Todos nosotros nos hemos extraviado como ovejas; hemos dejado los caminos de Dios para seguir los nuestros. Sin embargo, el Señor puso sobre él los pecados de todos nosotros. Fue oprimido y tratado con crueldad, sin embargo no dijo ni una sola palabra. Como cordero fue llevado al matadero. Y como oveja en silencio ante sus trasquiladores, no abrió su boca. Al ser condenado injustamente, se lo llevaron.A nadie le importó que muriera sin descendientes; ni que le quitaran la vida a mitad de camino. Pero lo hirieron de muerte por la rebelión de mi pueblo. Él no había hecho nada malo, y jamás había engañado a nadie. Pero fue enterrado como un criminal; fue puesto en la tumba de un hombre rico”. (Isaías 53:3-9)
Esta es la forma en que fue tratada la semilla de trigo que el mismo Dios sembró, era necesario tanto dolor y destrozo de un cuerpo humano que llevó el Espíritu de Dios durante los años que vivió como humano en la tierra, porque el pecado de la humanidad era tan grande que deformó la misma creación de Dios a su imagen y semejanza. Isaías continúa: “Formaba parte del buen plan del Señor aplastarlo y causarle dolor”. Sin embargo, cuando su vida sea entregada en ofrenda por el pecado, tendrá muchos descendientes. Disfrutará de una larga vida, y en sus manos el buen plan del Señor prosperará. Cuando vea todo lo que se logró mediante su angustia, quedará satisfecho. Y a causa de lo que sufrió mi siervo justo hará posible que muchos sean contados entre los justos, porque él cargará con todos los pecados de ellos. Yo le rendiré los honores de un soldado victorioso, porque se expuso a la muerte. Fue contado entre los rebeldes. Cargó con los pecados de muchos e intercedió por los transgresores”. (Isaías 53:10-12) NTV
Esta parte de la profecía de Isaías nos reafirma lo dicho por Jesús en Juan 12:24, cita líneas arriba.
Después de esto Dios nos habla por medio de su Hijo: la Palabra Eterna; veamos: ”Hace mucho tiempo, Dios habló muchas veces y de diversas maneras a nuestros antepasados por medio de los profetas. Y ahora, en estos últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo”. (Hebreos 1:1-2) NTV
Jesús es la Palabra de Dios viviente y poderosa, que nos habla con toda autoridad, porque Él la tiene y nos lo ratifica: «Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra». (Mateo 28:18). Por tanto, Él es la autoridad final en cada aspecto de la vida en la creación.
La Biblia es la Palabra de Dios escrita y poderosa, que gracias a los recursos naturales con que nos ha bendecido el Creador, llega a nuestras manos y nos habla a través de las palabras escritas; sin embargo, mucha gente no la entiende porque, piensan que como ES la Palabra de Dios, no podemos tener acceso a ella; sin embargo se hace necesario que Él mismo nos abra la mente, el corazón y el espíritu para que dicha Palabra pueda llegar a nosotros revelada por nuestro mismo Creador. En este punto quiero resaltar el hecho de que porque Dios nos ama tanto, si queremos entender su Palabra, se lo podemos pedir en oración y con corazón humilde y Él, que nos entiende, nos concederá más abundantemente de lo que le pidamos, así satisfaremos los más caros anhelos de nuestro corazón. (Efesios 3:20)
Y cuando eso suceda, la luz verdadera brillará en nuestro interior y se traducirá en gozo inmensurable, reconociendo la verdad revelada en las Sagradas Escrituras: “Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro espíritu va renovándose cada día”. (2 Corintios 4:16).
Cristo, al sufrir el maltrato antes y en la cruz, como una oveja llevada al matadero, nos ha dado la vida, y al ser sepultado en la tierra, fue como ese grano de trigo sembrado para morir y dar lugar a una nueva humanidad. Esta es la verdad de nuestra vida, nuestra vida en Cristo.
De la misma manera, si nos alimentamos día a día de la lectura de nuestra Biblia, al cabo de poco tiempo estará destrozada por el maltrato de las hojas, rota por la acción del subrayado y desgarrada por el uso constante, su alimento nos va renovando cada día hasta llegar a ser como Cristo, puesto que Él se está formando en nosotros (Juan 6:56). Ese es el propósito de Dios, que lleguemos a ser un solo cuerpo en Él. Si en su hogar existe una Biblia de papel y cubierta finos, nos sentiremos mal haciendo uso del subrayado y del maltrato; sería más práctico tener una Biblia de estudio de papel común para subrayarla y destrozarla a la hora del alimento espiritual. Además, recordemos que nuestro Salvador vivió una vida de sencillez y humildad, sin los lujos que hubiera demandado un rey de este mundo. De otra forma no podría compartir y convivir con todo ser humano.
Además de ser la Palabra de Dios, la Biblia es la carta de Amor de un Padre amoroso por el amor de su vida: el ser humano, hecho a su imagen y semejanza y mucho le complace que sus hijos amados resalten las frases que tocan las fibras más sensibles de su corazón y norman la vida humana bajo el cuidado amoroso de su Creador.
El maltrato que le causamos a nuestra Biblia es como el maltrato que el mismo Cristo sufrió en la cruz. Ella muere para que nosotros tengamos vida y ¡Qué vida! Vida abundante en el Espíritu de Jesús.
A usted que lee estos renglones, lo(a) invito a devorar las letras y los conceptos que Dios ha puesto en su Biblia, recordando que es Jesús (la Palabra) mismo quien nos habla para que tengamos la vida porque sólo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6:68) “Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. (Juan 3:16). NTV
Rubén Ramírez Monteclaro