Cuando nos comparamos con los demás, siempre perdemos. Nunca eres lo suficientemente bonito, lo suficientemente inteligente, lo suficientemente rico, lo suficientemente exitoso, lo suficientemente popular, lo suficientemente reconocido. El juego de las comparaciones trae a nuestra mente la ansiedad y el dolor en nuestro corazón.
Hay un juego de las comparaciones que muchas personas juegan en su matrimonio. Sus intenciones pueden empezar bien, pero al final siempre es una pérdida. Cuando jugamos el juego de las comparaciones en nuestro matrimonio… siempre perdemos.
No lo decimos en voz alta con mucha frecuencia, pero tenemos pensamientos como los siguientes:
- Me gustaría que mi esposo fuera tan romántico como el esposo de ella.
- Me gustaría que mi esposa me agradeciera como le agradece la esposa de él.
- Me gustaría que mi esposo pasara tanto tiempo con nuestros hijos como lo hace el esposo de ella.
- Me gustaría que mi esposa se vistiera y se peinara como ella.
- Me gustaría que mi esposo fuera tan escuchador como el esposo de ella.
- Me gustaría que mi esposa pudiera cocinar como ella cocina.
- Me gustaría que mi esposo pudiera arreglar cosas como él.
Esta es la primera etapa de comparación. Pero si seguimos haciendo comparaciones, estos sentimientos pueden pasar rápidamente a la siguiente etapa.
- Me gustaría que mi esposa me respetara como mi secretaria lo hace.
- Me gustaría que mi esposo me felicitara al igual que mi compañero de trabajo lo hace.
- Me gustaría que mi esposa estuviera tan en forma como la señora en mi clase de spinning.
- Me gustaría que mi esposo fuera tan amable conmigo como mi jefe.
El momento en que comenzamos a comparar que nuestra pareja no es lo que otra persona es, abrimos la puerta para la desconexión y la ruptura de la intimidad. Incluso si nuestra comparación no es seguida por sentimientos románticos, hay un aspecto de nuestro corazón que está retenido de nuestro cónyuge.
La realidad es que cuando queremos que nuestro cónyuge fuera más como alguien que no es Jesucristo, colocamos una expectativa sobre ellos para ser algo que ellos nunca fueron diseñados para ser.
Una de las cosas prácticas que pueden hacer para proteger su corazón contra la comparación es decirse uno al otro lo que les gusta del otro. En lugar de comparar lo que no somos, nos ensalzamos por lo que sí somos. Esto cambia drásticamente tu relación. En lugar de resentir lo que no tenemos en nuestra relación, celebramos todo lo que sí tenemos.
Tal vez tú te encuentres en esa situación hoy.
Si tu esposa pudiera ser sólo más como _______________________.
Si tu esposo pudiera simplemente ser más como ______________________.
Vivir con esos pensamientos erosionará tu matrimonio y permitirá que tu corazón se llene de resentimiento.
Compararnos nunca nos traerá vida. Vivirás con envidia del cónyuge de otra persona y orgulloso de todo lo que tú eres y todo lo que tu cónyuge no es.
¿Qué te gusta de tu pareja? Díselo, textéaselo, escríbeselo en el espejo del baño, envíaselo por correo electrónico, hazle una llamada a su teléfono móvil para decírselo. A ver si eso no cambia tu fin de semana. †
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Revista Odisea Cristiana – Agosto 2015
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