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Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó: –Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: –Sí,
Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó: –Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: –Sí,
«Bienaventurados (Felices) los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados». Mateo 5:3-4 La ley transformadora que Cristo