Preparar la Navidad
por Launa Herrmann
Este año no estoy lista para “preparar” la Navidad, murmuré. Un Santa cuelga de la ventana de la tienda de departamentos. Pinos artificiales se balancean con tambores, copos de nieve, trineos y campanas. Abajo destellan muñecas con labios pintados junto a regalos cuidadosamente ubicados. Suéteres y sonrisas plásticas de maniquíes se mezclan con las luces de los árboles.
Faltan tres días para la Navidad. Mi árbol todavía no está cortado, mi casa no está decorada y las galletas no están horneadas. El único adorno colgado en mi casa en mi lista de quehaceres. Cambia ese mantel. Toma aquellas fotos. Y no olvides sonreír.
Los preparativos navideños me ahorcan como el lazo del verdugo. Estoy estrangulada por las expectativas y las tradiciones.
¿Hay alguien afuera que viva de verdad la navidad perfecta de los cuadros? Me pregunto, recordando mi nariz aplastada en el frio vidrio de las vitrinas de las tiendas en el centro de Los Ángeles. Tomada de la mano de mi mamá, me paraba de puntillas, mirando hasta que mi aliento empañaba la vista.
A veces creo que estoy todavía parada allí esperando la magia de la navidad. Como una niña, ansiosa de ver saltar la tapa del muñeco con resortes de la caja. Este año, una vez más estoy intentando preparar la navidad de esas oscuras fantasías.
Veo que la puerta automática se abre, así que entro. El estrujar de las bolsas y el taconear de los zapatos se mezcla con la sonaja de los bebés. Al sonido de la caja registradora, doy una mirada a mi lista de compras, luego corro hacia mi auto y hacia mi casa.
Después de la cena me siento en la silla de mi cuarto familiar. Mi mente divaga sobre el correo, pero mi corazón ve el milagro de la vida pasada. Entre los rojos y verdes de las tarjetas de felicitación están los dorados de las notas manuscritas de mis amigos. Sus simples palabras le quitan los adornos a la vida.
· El hijito de Jonathan está conectado a un respirador en el hospital de niños. “Oren por nosotros”.
· Eleonora, una viuda de 85 años que vive sola, espera la entrega de una cena navideña de Comidas sobre Ruedas. “¿Me llamarás pronto?”, escribe ella.
· Sue, mi amiga desde la secundaria, que vive en Washington, dice en su carta que ahora usa gorro. Está en quimioterapias.
· Donn y Diana sepultaron a su madre hace dos días.
· Arlene escribió: “Las cosas no van bien. No estoy segura de pasar esta navidad. Él está bebiendo de nuevo. Necesito hablar”.
· Cathy garabateó: “Bob solicitó el divorcio después de Acción de Gracias”.
¿Quién celebra una navidad perfecta como la de los cuadros? Quizás solo los maniquíes aprisionados dentro de un mito que yo he ayudado a crear.
No me extraña que no esté lista para preparar la navidad. Me paro de puntillas admirando las decoraciones en lugar de adornar al Divino. Con frecuencia presto atención al espíritu festivo en lugar de al Espíritu Santo. Me apego a las siemprevivas en lugar de a lo verdaderamente duradero – especialmente en diciembre.
Quizás mi esposo tiene razón: ¡Dejemos todas esas cajas de decoraciones guardadas este año! Mi familia extrañará el mantel verde de mesa tanto como yo extrañaré lavar a mano los platos de china. Ciertamente no necesito mi colección de velas encima de la cocina.
¿Pero puedo dejar las casas miniatura de cartón y la escena del pesebre que usualmente pongo sobre algodón debajo de nuestro árbol navideño familiar?
Pienso acerca de esa primera víspera de navidad – la gente ocupada en sus propias agendas, registrándose para el censo, buscando hospedaje y alimentando asnos.
Como muchos de ellos, estoy tan preocupada por mi lista de quehaceres que paso por alto el cielo en un pesebre. Cuando estoy ocupada admirando la magia, no tengo tiempo para seguir una estrella. La fiesta se hace pasar como el mayor regalo de Dios, pero amortigua su voz.
Siento que el Señor me dice que el nacimiento de Cristo no es acerca de preparar la navidad sino de “prepararme” para Él. Allí es donde termina la magia y comienza la fe.
De pie esta noche en mi sala admirando mi árbol navideño familiar, debo admitir que se mira bonito sin los adornos usuales. Mis dedos aprietan sus ramas, dejando salir la fragancia, y recuerdo el versículo de las devociones de mi mamá: “Jesús anduvo haciendo bien” (Hechos 10:38).
El Señor me está recordando que él atesora un corazón lleno de su presencia más que una casa llena de presentes.Él anduvo haciendo bien, cambiando las tragedias de la vida en armonía. Su gracia le libera de las cicatrices del pasado, de las equivocaciones del presente, de las decepciones del futuro. Su amor mantiene unida la tela de mi vida: los ruedos descosidos de rechazo y lamentos, descosturas de lamentos, desbordados de vergüenza y cada rasgadura de dolor.
Mientras observo ahora a ese pino sin decorar en la esquina de mi sala, Jesús mira fijamente más allá de lo artificial. Mis pensamientos están desnudos. Y se que la puerta del frente puede sobrevivir sin una corona de adorno este año. El cuarto de baño puede pasar bien sin toallas de manos con figuras de renos. Todo esto no es realmente importante. Quiero atesorar lo que sí lo es.
Primero, me quitaré la máscara. Con los ojos de la fe miraré más allá del resplandor de la vida hacia Jesús. Quiero reflejar su paz. La Palabra de Dios me invita a rellenar mis expectativas temporales con propósitos eternos. (1 Corintios 15:51-58).
Así que los próximos días, trataré de abrazar lo duradero. Mi esposo ama los abrazos inesperados. Invitaré a mi hija a cenar y una charla tranquila. Llamaré por teléfono a mis amigas. Pondré una nota de ánimo en cada tarjeta navideña. Y oraré por esa separación con mi suegra.
El Señor me está recordando que él atesora un corazón lleno de su presencia más que una casa llena de presentes. Cuando me preparo para Él, puedo con valentía dejar mi rutina y encender velas en el viento. Los adornos son temporales. Los maniquíes son quitados. Sólo el amor de Dios flamea para siempre. ◊
Launa Herrmann es escritora y oradora; vive en Castro Valley, California, USA.