Todos hemos crecido con el concepto del infierno como el lugar donde son enviadas después de morir las personas que no viven una vida moral y perfecta o que no lograron cierta altura espiritual. Una eternidad de llamas ardientes lamiendo los cuerpos con un dolor, angustia y sufrimiento inimaginables… para siempre. PARA SIEMPRE. ¿Qué otra cosa podríamos creer? ¡Nuestros padres y los predicadores nos metieron ese infierno en nuestras cabezas!
La pregunta que debemos hacernos es: ¿dónde está el amor de Dios Padre de quien nos habla la Biblia, mientras este infierno está pasando por toda la eternidad? Para la mayoría esto es muy fácil de ver, entender y creer. Se aferran a esta «teología» ya que habla a la gente muy mala. Ciertamente no quieren gente como Hitler y Mussolini, y otros así en el cielo con nosotros, por lo que la única alternativa es el infierno. La mayoría quiere «castigo” para este tipo de personas. El castigo es correcto, justo y equitativo. Sufrimiento por sufrimiento.
¿Podría ser que esto no sea bíblico? ¿Podría ser que toda esta forma de ver el infierno tenga su origen, no en la Biblia, sino en la mente pagana de Platón de la antigua Grecia? Durante cuatrocientos años antes de Cristo prevaleció el concepto de Platón de un infierno ardiente y de tortura.
Luego, en el siglo 5 DC, un líder de la iglesia con el nombre de Agustín de Hipona, conocido como San Agustín, perpetuó la doctrina de Platón sobre el infierno en la iglesia cristiana, porque veía que esta «táctica de miedo» ayudaba a mantener a los cristianos en la línea y lejos del pecado. Algunos pecados fueron clasificados como «veniales’, que no eran tan malos, pero otros fueron clasificados como «pecados mortales» que eran muy malos, tan malos de hecho, que la persona que los comete va directo al infierno al morir. Y sufrirá PARA SIEMPRE.
Cuando entendemos que Padre, Hijo y Espíritu Santo planearon nuestra adopción en Cristo Jesús antes de la creación del mundo (Efesios 1:3-14), y que Jesús murió por toda la humanidad desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8), y que el sacrificio de Jesús fue el pago por los pecados de toda la humanidad (1 Juan 2:2), y que Jesucristo ha reconciliado consigo a toda la creación y toda la humanidad consigo mismo (Colosenses 1:20), entonces tal vez tenemos que repensar qué es realmente el infierno.
Hemos sido creados en Jesús para vivir con Él para siempre en una relación de amor. Pertenecemos a Él. Él ha preparado una alegre y hermosa existencia eterna en relación con nosotros que no puede ser descrita en términos terrenales. Cuando vemos esto y nos damos cuenta de quienes somos en Jesús podemos actuar como lo que realmente somos.
Estar en el INFIERNO es negar lo que somos en Jesús o seguir viviendo sin saber quiénes somos en Jesús, y continuar sufriendo, o como dice la Escritura, pereciendo, hasta el momento en que creemos quienes somos realmente en Jesús.
Lo triste es que usando su libre albedrío, el ser humano puede elegir NUNCA aceptar ni creer lo que somos en Jesús y seguir sufriendo y pereciendo a partir de ahora y para siempre. Y eso es un infierno.
Paul Kurts