Por Paul Kroll
En la película “Estando allí”, el comediante británico Peter Sellers caminó por un lago al final. En la película él comienza como un simple jardinero para luego convertirse en un importante político de los Estados Unidos. Probablemente, el final de la película sirvió como una metáfora. Estar en el momento y en el lugar correcto, puede convertir a la persona más lenta en un gran personaje.
Aquellos de nosotros que vimos esa última escena pudimos reírnos con deleite. Claro, nosotros sabíamos que Peter Sellers (ya fallecido) no estaba caminando en el agua. Lo tomamos como un truco y que simplemente debajo de la superficie del agua alguna clase de plataforma lo sostuvo cuando caminaba por el lago.
Jesús en el agua
El presente artículo no se trata sobre el film de Peter Sellers. Más bien, es acerca de la noción de los milagros y lo que ellos significan. En particular, es concerniente a los milagros de Jesús, tal como su caminata sobre el agua. ¿Hubo algún “truco” en sus milagros?
Los discípulos de Jesús estaban en un barco remando en el Mar de Galilea. Apareció una tormenta inesperada que provocó fuertes olas. El barco estaba a punto de hundirse. Los discípulos asustados miraban el mar embravecido. ¡Vieron a Jesús que caminaba en el agua! Él se dirigía hacia el barco, subió en él y calmó la tormenta (Mateo 14:22-32).
Los Evangelios cuentan de cómo reaccionaron los discípulos: «Y los que estaban en la barca lo adoraron diciendo: verdaderamente tu eres el Hijo de Dios» (Mateo 14:33).
Las historias de Jesús tales como los milagros no son simples cuentos, descritos en la Biblia. Ellos tienen un vital propósito que trastoca nuestra salvación espiritual, nuestra vida eterna. Ellos nos ayudan, dijo el Apóstol Juan, para “creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (Juan 20:31). ¿La razón? Para que al creer en su nombre tengan vida (versículo 31).
Cuando leemos los evangelios, la obra milagro-activa de Jesús salta hacia nosotros. «Jesús recorría toda Galilea», nos dice un escritor del evangelio, «sanando toda enfermedad y dolencia entre las gentes» (Mateo 4:23).
Jesús dijo que sus milagros proporcionaron la prueba corroborativa que él era el Mesías el Salvador «Dios con nosotros» (Mateo 1:23). Vemos ese punto cuando los discípulos de Juan el Bautista cuestionan respecto a la identidad de Jesús. “¿Eres tu el que ha de venir, o debemos esperar a otro?«, le preguntaron. (Lucas 7:20). La respuesta de Jesús fue, «Vayan y cuéntele a Juan lo que han visto y oído» (versículo 22). Él enfatizó que los milagros realizados eran la prueba de que el Mesías había venido a realizar su misión. Dijo Jesús: «Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas» (versículo 22).
Los escritores del Evangelio describen a Jesús como un individuo que sanó a numerosas personas. Las masas lo atestaron a él debido a sus poderes milagrosos (Marcos 6:56).
¿Trucos o hipnosis?
Cuando uno lee los acontecimientos de la obra de Jesús, es difícil no llegar a la conclusión de que los milagros son una parte importante de la historia. No podemos desecharlos simplemente como extraordinarias fábricas de cuentos.
El historiador británico Ian Wilson concluye en su libro “Jesús: La Evidencia” que debe haber algo en los milagros. Él escribe: «Que Jesús realizó hechos que los hombres llamaron milagros, es uno de los mejores testimonios respecto a la información sobre él.»
Eso no quiere decir que el escritor crea que los milagros descritos en el nombre de Jesús eran eventos sobrenaturales. Él y otros estudiosos han intentado desacreditarlos ofreciendo explicaciones naturales. Por ejemplo, se sugiere que Jesús realmente no caminó sobre el agua del Mar de Galilea. Él realizó un truco Hollywoodense, se dice que caminó sobre un manto de arena que sobresalía apenas sobre la superficie del agua.
Otra “teoría” es que Jesús pudo haber hipnotizado a sus seguidores, haciéndolos creer que estaba realizando actos milagrosos. Ian Wilson explica: «la hipnosis proporciona la llave para entender y creer en algunos de los milagros» atribuibles a Jesús.
El señor Wilson afirma que esta teoría funciona bien para las curaciones milagrosas de Jesús, Jesús «usó un tipo de hipnosis para efectuar una cura» afirma el señor Wilson y amplía esta explicación para incluir otros milagros, tales como convertir el agua en vino. «Si estamos preparados para aceptar como cierto que el agua se había convertido en vino», dice, «entonces la hipnosis se convierte no solo en una posibilidad sino como una muy defendible explicación».
¿Por qué lo trata como una interpretación improbable? El Sr. Wilson explica el problema. «Si creemos que el agua realmente se convirtió en vino», dice el, «entonces o debemos aceptarlo como un genuino milagro o desestimar la historia como una completa fabricación». Para el señor Wilson, un milagro genuino es simplemente imposible.
Nosotros nos preguntamos: ¿Es la hipnosis un argumento satisfactorio, es realmente defendible? Considerar que el milagro de alimentar a 5000 hombres, más mujeres y niños con solo cinco piezas de pan y dos peces (Mateo 14:13-21). La idea que se pueda hipnotizar a miles de personas para que piensen en que son alimentados cuando en verdad no lo están – perdonando la expresión – es difícil de tragar.
¿Realidad o Fraude?
Hay sólo dos posibles explicaciones para las historias de los milagros en los Evangelios. O los milagros de Jesús ocurrieron o no ocurrieron. Muchos estudiosos han optado por la segunda alternativa, poniendo en duda la veracidad de la Biblia. Ellos pueden aceptar el valor de las enseñanzas morales de Jesús pero consideran que los milagros son historias con una lección o pueden ser piadosos fraudes.
Robert E. Webber, profesor de teología en la Universidad de Wheaton en Illinois, explica el dilema de muchos teólogos. Estos estudiosos, dice, han sido «incapaces de verificar cualquier forma histórica o lógica de las aserciones sobrenaturales del Nuevo Testamento. «Ellos han acudido a una interpretación mitológica de la vida y los hechos de Jesús». Muchos otros estudiosos también han tenidos ciertas perspicacias respecto a los milagros bíblicos porque ellos no pueden explicarse por medios naturales. El filólogo e historiador francés Ernest Renan (1823-1892) dijo: «Ningún milagro ha tenido lugar alguna vez bajo condiciones que la ciencia puede aceptar».
La verdad, la ciencia no puede demostrar que los milagros realmente atribuidos a Jesús ocurrieron. Sin embargo, sólo porque no podemos explicar los milagros científicamente no significa que ellos no tuvieron lugar. Puesto que la Biblia estipula que los milagros de Jesús fueron ejecutados por un poder sobrenatural, no debemos esperar encontrar alguna explicación natural. Por la misma definición, un milagro está más allá del alcance de la explicación de la ciencia.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define milagro como «Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino”, los milagros se desvían de las leyes naturales conocidas por definición. La ciencia y los eruditos ni pueden confirmar ni negar si Jesús realizó milagros.
Pregunta clave
Si los milagros de Jesús fueron reales o fabricados por la imaginación humana depende de una pregunta más fundamental: ¿Dios existe? Dos escritores religiosos populares, Kenneth Boa y Larry Moody, lo expresaron bien en su libro: “Me alegro por su pregunta”. Ellos dijeron: «Si Dios creó el universo, hay una dimensión sobrenatural a la realidad, y esto significa que los milagros son posibles.» Si Dios existe, ¿tiene él poder para actuar interactivamente y alterar cualquier ley natural? La respuesta debe ser sí.
La creencia en los milagros de Jesús, entonces, descansa en la creencia en Dios. Como John Lafarge una vez dijo de los milagros: «Para aquellos que creen en Dios, ninguna explicación es necesaria; para aquellos que no creen en Dios, ninguna explicación es posible.» Aceptar los milagros de Jesús como mitos o historias, como una simple lección y buscar explicaciones naturales presupone una tácita creencia de que Dios no existe, o que él es incapaz de afectar el mundo natural y, por consiguiente, es removido de nuestra experiencia.
La prueba de la obra
Asumiendo que los milagros de Jesús ocurrieron como la Biblia dijo que ocurrió, tenemos otra pregunta para contestar. ¿Por qué eran necesarios? Hay varias razones importantes respecto a los milagros de Jesús. Sin embargo, en este artículo tenemos el espacio para examinar sólo la razón que involucra directamente a Jesús. Los milagros que Jesús realizó avalan su exaltada labor espiritual, su deidad. Ello proporciona la evidencia de que él era Dios hecho carne, y habitando con los seres humanos (Juan 1:1, 14).
Considere estos ejemplos. Cuando Jesús calmó la tormenta, los discípulos clamaron: «¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»(Mateo 8:27). Cuando él estaba en Jerusalén en la Pascua «muchos creyeron en su nombre cuando vieron las señales que Él hizo» (Juan 2:23).
Cuando Jesús alimentó a miles con solo cinco piezas de pan y dos pescados, las personas dijeron: «En verdad este es el profeta, el que ha de venir al mundo» (Juan 6:14). Cuando Nicodemo el Fariseo vino de noche donde Jesús, él dijo: «Sabemos que tu eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él» (Juan 3:2).
Cuando los apóstoles predicaron en el nombre de Jesús, ellos afirmaron que los milagros de Jesús autenticaron a su persona, su mensaje, su misión divina. El apóstol Pedro enfatizó en este punto en el día que la Iglesia del Nuevo Testamento se inició. Él habló a la multitud congregada que «Jesús de Nazaret, fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de Él, como bien lo saben» (Hechos 2:22). Jesús declaró que sus milagros eran la evidencia que Él había venido de Dios – y el era Dios. «La tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo y que estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado» (Juan 5:36).
Jesús es Señor de todos
Los milagros de Cristo establecen la convalidación de su deidad y Mesianismo. La expulsión de los demonios muestra su poder sobre el mundo de los espíritus malos; la curación de leprosos, su poder para perdonar los pecados; la fabricación de pan y vino, su poder para crear; la resurrección de entre los muertos, su poder para resucitar al justo.
Jesús es, como Herbert Lockyer lo pone en su libro “Todos los Milagros de la Biblia”, «triunfante encima de todo los desórdenes humanos, sea físico, mental o neural; por encima de las fuerzas cósmicas, sea en tierra o mar, orgánico e inorgánico; por encima del espíritu-mundano representado por el Diablo, los demonios y la muerte».
Este punto final es crucial. Ningún milagro es más central a la fe cristiana que la resurrección de Jesús. El apóstol Pablo dijo a la Iglesia: «Y si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes» (1ª corintios 15:14). El milagro de la resurrección es lo único decisivo para el triunfo sobre el pecado y la muerte. Ello hace una realidad el plan de salvación de Dios. Por este supremo milagro de todos sus milagros, podemos confiar que Jesús es nuestro Salvador, capaz de superar lo que nosotros somos impotentes de conquistar solos. Con Pablo podemos decir: «¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1ª corintios 15:57).