Es difícil resumir en pocas palabras lo que los Evangelios dicen sobre Jesucristo. Estos cuatro libros contienen más de 100 páginas de información sobre Jesús, y mucha de esta información es importante.
Quizá podamos resumir los Evangelios respondiendo a tres preguntas: 1) ¿Quién es Jesús?, 2) ¿Qué hizo? y 3) ¿Qué significa Él para nosotros hoy?
¿Quién es Jesús?
Jesús se veía como cualquier persona común y corriente. Nació de una manera normal, en humildes circunstancias. Como otros muchachos judíos, fue circuncidado. Como primogénito, fue presentado al templo. Se sacrificaron dos palomas, indicativo de que la familia era pobre (Lucas 2:24; Levítico 12:8).
Como otro niños, Jesús creció física, intelectual y socialmente. Más tarde, fue conocido como «el carpintero, el hijo de María» (Marcos 6:3). Caminaba y trabajaba como otras personas lo hacían. Comía, dormía y regresaba cansado, hambriento y sediento. Años después murió, como todas las personas lo hacen.
Jesús tuvo un interés especial en la religión. Cada año su familia iba a Jerusalén a la Pascua, y cuando tenía 12 años los maestros del templo se sorprendieron de cuánto sabía (Lucas 2:46-47).
Su primo Juan también fue religioso, y bastante excepcional. Juan vivía en el desierto, comía cosas extrañas y usaba ropa extrañas. Predicaba el arrepentimiento y bautizaba a personas como símbolo del perdón. Multitudes venían a reencontrarse con Dios. Jesús también fue y se bautizó.
Conducta extraordinaria
Durante el bautismo de Jesús algo extraordinario sucedió: se oyó una voz de cielo y algo semejante a una paloma descendió sobre Él (Lucas 3:22). Este suceso fue algo sumamente importante en su vida. Su conducta de repente cambió. Dejó su trabajo, se fue al desierto y ayunó por 40 días.
Cuando Jesús regresó a la sinagoga en Nazaret, prácticamente anunció ser el Mesías cuando dijo que Dios lo ungió para predicar. Anunció que Él era el cumplimiento de la Escritura (Lucas 4:16-29).
Jesús empezó a hacer algunas cosas extraordinarias: transformó agua en vino, alimentó a miles de personas, curó todo tipo de enfermedades, dio vista a los ciegos, resucitó a muertos. ¡Ordenó a los demonios salir de personas y le obedecieron! Arrepiéntanse, predicó, porque el reino de Dios está cercano.
¿Podría ser este el Mesías?
De ninguna manera, dijeron los expertos. A ellos les cayó bien Jesús cuando tenía 12 años, no ahora. Terminó con los negocios dentro del templo, volcó mesas y echó fuera los animales (Juan 2:13-17). Públicamente criticó a los jefes judíos llamándolos ciegos, serpientes, hijos del diablo, hijos del infierno (Mateo 15:14; 23:15, 33; Juan 8:44).
Y nadie nunca enseñó como Jesús lo hizo. ¡Qué cosas extraordinarias dijo sobre sí mismo! Como, por ejemplo: Si no hacen lo que digo, no estarán en el reino de Dios. Nadie viene a Dios excepto por mí. Soy el juez de su eternidad. Puedo perdonar sus pecados (Mateo 7:26; 9:2-6; 10:33; 16:27; Juan 5:22; 14:16).
Moisés no basta, Jesús dijo: Moisés les dijo una cosa, pero yo les enseño algo más. (Mateo 5:21-39). Dijo ser más grande que el templo, más grande que Salomón y Jonás (Mateo 12:5-8, 41-42). Dijo que las personas deben ser más virtuosas que los fariseos, pero ignoró sus reglas sobre lavados rituales y cómo guardar el sábado.
¿Quién es este hombre? ¿De dónde obtuvo estas ideas extraordinarias?
Si Jesús no hubiera hecho milagros, se hubieran podido ignorar sus enseñanzas y tenido en cuenta como ridículo. Pero sus milagros dieron evidencia de que verdaderamente podía perdonar el pecado, que verdaderamente podía traer luz espiritual al ciego y que verdaderamente tenía la autoridad de Dios. No se puede ignorar a una persona así.
Las personas vieron los milagros de Jesús y se preguntaron si realmente podría ser el Mesías (Juan 7:25-31, 40-44). ¿Podría esta persona que critica nuestras tradiciones verdaderamente ser ungida por Dios?
Vergüenza extraordinaria
Jesús a menudo se llamaba a sí mismo el Hijo del Hombre. A veces esta frase significaba «una persona común y corriente». A veces se refería a una persona extraordinaria, alguien «como un hijo de hombre» viniendo con las nubes de cielo, coronado e investido de gran gloria (Daniel 7:13-14). Jesús dijo que vendría con gran poder y gloria, a la diestra de Dios (Mateo 24:30). Esta fue una afirmación tan sorprendente que el sumo sacerdote acusó a Jesús de blasfemo (Mateo 26:64).
Paradójicamente, Jesús también usó la frase «Hijo del Hombre» para predecir su propia muerte en una cruz (Mateo 20:18-19; 26:2), la crucifixión era la forma más vergonzosa de morir para cualquier judío, «…porque maldito por Dios es el colgado» (Deuteronomio 21:23).
¿Cómo puede alguien tener vergüenza y gloria al mismo tiempo? ¿Cómo puede un blasfemo ser honrado por Dios? Si Jesús era el Mesías, ¿por qué dijo que las gentes lo desecharían y lo matarían? Un Mesías muerto no tiene sentido.
Por eso fue que Pedro dijo: «Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca». Pero Pedro no podía detener la envidia de los jefes judíos, ni la injusticia de los gobernantes romanos. Pedro era impotente contra el pecado y lo malo.
Así Jesús, una vez llamado rey por las gentes, fue prontamente rechazado, traicionado, abandonado, condenado, vencido y crucificado. Se esfumaron las esperanzas de los discípulos. Algunos abandonaron el pueblo; otros pensaron en volver al negocio de la pesca.
Los Evangelios no esconden la muerte vergonzosa de Jesús. De hecho, los cuatro libros dedican una cantidad desproporcionada de espacio a la narración de este trágico acontecimiento. Estos libros se diseñaron para decirnos lo que Jesús hizo (Hechos 1:1), pero le dan mucho espacio al sufrimiento y muerte de Jesús. ¿Será que su muerte es parte de lo que hizo? ¿Será que el morir de dicha manera era parte de su ministerio? ¿Qué hizo su muerte tan digna de interés periodístico a los ojos de los escritores del Evangelio?
Revelación extraordinaria
Aun en la muerte, Jesús fue una figura polémica. Un jefe judío pidió permiso para ponerlo en una tumba completamente nueva. Otros jefes judíos pidieron guardias.
Temprano, un domingo por la mañana, unas mujeres vinieron con especias aromáticas para ungirle, pero volvieron con un extraño informe. Hubo un terremoto, dijeron, y un ángel rodó la piedra lejos, los guardias se desmayaron y Jesús de repente se les apareció a las mujeres.
«Mas a ellos [los discípulos] les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían» (Lucas 24:11). Aun después que Pedro examinó la evidencia, «se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido» (vers. 12).
No pasó mucho tiempo antes de que Pedro llegara a convencerse de lo que había pasado. Pero ¿por qué? Si Dios quería que Jesús estuviera vivo, ¿por qué había dejado que muriera en primer lugar. ¿Era de esto todo lo que se trataba Jesús?
«Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían» (vers. 27). Los discípulos empezaron a tener una nueva comprensión acerca de Jesús, no solo de su resurrección, sino también del propósito de su muerte, del significado de su vida y, lo más asombroso de todo, quién fue Él.
¿Quién fue este hombre de Nazaret? Se llamó a sí mismo el Hijo de Hombre. Los ciegos y una mujer cananea lo llamaron Hijo de David, otro nombre para el Mesías. Los demonios lo llamaron Hijo de Dios, pero… ¿tendrían razón?
Natanael, Pedro y Marta también lo llamaron el Hijo de Dios. Aceptó ese título delante del sumo sacerdote y fue condenado por ello. Las muchedumbres lo ridiculizaron por eso mismo, pero el centurión dijo: «¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!» Marcos, Lucas y Juan comienzan sus libros llamándole el Hijo de Dios, no hijo de Dios de la manera en que somos los creyentes, sino Hijo, en una manera sin precedente.
Persona extraordinaria
A pesar de las apariencias, Jesús no empezó de la manera usual, Mateo y Lucas nos dicen que fue concebido por el Espíritu de Dios. Aun cuando era un bebé, los magos le adoraron. Sus discípulos cayeron de rodillas y le adoraban (Mateo 2:11; 14:33; 28:9, 17).
Juan nos dice algo aún más asombroso: que Jesús era, desde el principio de los tiempos, la Palabra de Dios, quien «era con Dios, y el Verbo era Dios». Por Él se han creado todas las cosas (Juan 1:1-3). Juan lo llama «el unigénito Hijo» (vers. 18). Tomás lo llamó «Señor mío, y Dios mío» (Juan 20:28). Jesús dijo que tenía la gloria de Dios «antes que el mundo fuese» (Juan 17:5).
¿Quién era esta persona? Era Dios, digno de adoración, honor y absoluta obediencia.
¿Cómo podrían los judíos alguna vez llegar a creer tal idea? ¡No fácilmente! Pero los escritores del Evangelio habían visto la evidencia, y nos presentan la evidencia que los convenció. Nos describen a un Jesús que es ordinario y extraordinario al mismo tiempo.
Pues bien, si Jesús era Dios en la carne, ¿qué estaba haciendo en una cruz? ¿Por qué parece que el punto principal de su ministerio era una muerte ignominiosa? Los Evangelios no nos dan muchos detalles del porqué (otros libros del Nuevo Testamento nos dan muchos más detalles). Jesús dijo que atraería a las personas por medio de la cruz (Juan 12:32). Su muerte sería una forma de adquirir discípulos.
Jesús dijo que su muerte fue predicha en el Antiguo Testamento (Mateo 26:24; Marcos 9:12; Lucas 24:46). Así que podemos estudiar el Antiguo Testamento para aprender más. Pero ¿en dónde predice el Antiguo Testamento que Dios enviaría a alguien a morir por otros?
En Lucas 22:37, Jesús señaló el punto, citando específicamente una profecía que «se debe cumplir en mí». Citó de Isaías 53, que describe a un siervo que lleva nuestros pecados, sufre y muere, trae perdón y es honrado por Dios. Jesús se vio a sí mismo como ese sirviente. Él es el que vino «para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28).
Como rescate por muchos, como un sacrificio por el pecado, Jesús logró mucho más con su muerte que con la totalidad de sus milagros. Esta es la razón por la que Él vino (Juan 12:27). No había ninguna otra manera de alcanzar su propósito (Mateo 26:42).
¿Qué se supone entonces que hagamos con esta persona? ¿Cuán pertinente es para nosotros hoy?
Juan nos dice que él escribió su Evangelio de manera que creyéramos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos vida eterna en su nombre (Juan 20:31). Podemos tener vida eterna solo siendo perdonados, y es solo por medio de la muerte de Cristo que podemos ser perdonados. Es a Él a quien que debemos responder. Debemos caer de rodillas y confesar, mi Señor y mi Dios.
Michael Morrison