Los acontecimientos bíblicos no tienen diferencias de sexo. Mujeres y hombres participan de los momentos más significativos de la historia de la salvación. Cuando nos proponemos conocer a las figuras bíblicas para aprender de los éxitos o errores de nuestros predecesores en la fe, nos damos cuenta que tenemos mucho que aprender del testimonio de las mujeres de la Biblia.
Las dos partes de la Biblia –Antiguo y Nuevo Testamento- nos presentan la participación de la humanidad en la elección y la redención del Señor, mostrando la dignidad de cada persona en el proyecto de Dios.
La elección
La elección y preparación del pueblo elegido por Dios es tanto una historia sobre Sara, Rebeca y Raquel como sobre Abraham, Isaac y Jacob. El llamado inicial a Abraham (Gén. 12:1-3) no es hecho a un individuo solamente sino a un hombre casado (Gén 11:29). Así Sara es depositaria integral de la promesa del Señor de bendecir a Abraham, su progenie y su tierra.
Es a Rebeca, no a Isaac, a quien Dios revela la naturaleza que lucha en su vientre, que el menor usurpará al mayor (Gén 25:23). La preferencia de Isaac por Esaú no favorece el plan de Dios, pero el amor de Rebeca por Jacob es recompensado con la venta de la primogenitura de Esaú.
Raquel y Jacob se convierten en los padres de las tribus que forman el pueblo hebreo. Es a través del primer hijo de Raquel, José, que la bendición, la progenie y la tierra alcanzarán un cumplimiento parcial, en Egipto. Raquel es la esposa de Jacob, aquella que él desea y ama más, y la madre de José y Benjamín.
A partir de Sara, Rebeca y Raquel se constituye y prospera todo un pueblo. Cuando es oprimido y esclavizado aquel pueblo, son las mujeres, las parteras Sifrá y Puá, la hija del Faraón, Miriam y Jocabed, hermana y madre de Moisés, y su misma esposa madianita, Séfora, quienes protegen la vida del futuro líder de los hebreos, Moisés, a quien Dios escoge para guiar a su pueblo a la plenitud de la vida en la tierra prometida, porque “Dios ha oído el grito de sus súplicas” (Éx 3:7). Dios ha preparado toda la gran epopeya de la liberación y de la vida plena, con un concierto de mujeres de su elección, para que Israel pueda convertirse en “un reino de sacerdotes, una nación santa” (Éx 19:6).
El Antiguo Testamento proclama un principio divino que coloca a cada persona (mujer u hombre) en una relación íntima con Él, que es el autor de la vida.
La redención
También en la redención, tanto los hombres como las mujeres, son instrumentos privilegiados por el Señor. En el centro de la redención está el Redentor, Jesucristo, uno con el Padre y el Espíritu Santo. Hablar de cualquier persona, después de la venida del Verbo encarnado, es hablar de él o de ella en relación con dicho Verbo.
Específicamente, los evangelios hablan de una serie de hombres y mujeres en la vida y obra de Jesús.
Hay mujeres en los momentos más significativos de la vida de Jesús. Isabel, es la primera mujer (además de María) en adorarlo y en reconocer el cumplimiento de la promesa de Dios a María (Lc 1:42-45). En los evangelios hay muchas mujeres discípulas de Jesús, que viajan junto a Él (Lc 8:1-3).
Juan recuerda el respetuoso encuentro de Jesús con una mujer samaritana y a través de ella muchos samaritanos llegaron a creer (Juan 4:7-42).
Jesús pone también de relieve la generosidad y ejemplo de una pobre viuda (Mc 12:41-44). Quizás el texto más llamativo del respeto de Jesús por las mujeres es aquel en que pone a una prostituta como un ejemplo (Lc 7:36-50). En la cena en la casa de un fariseo, una prostituta limpia los pies de Jesús con sus cabellos y lágrimas y los unge con aceite. Lucas indica que es el fariseo el que cuestiona a Jesús en su interior, pero es a Simón a quien se dirige la lección sobre el pecado y el perdón. Jesús levanta a la hija de Jairo de la muerte (Mt 9:18-19, 23-26;) y se compadece de la viuda de Naín (Lc 7:11-17). Al ver a una mujer doblada por la enfermedad, no puede dejarla sin curar (Lc 13:10-13). Lo mismo hace con la hija de una mujer sirofenicia (Mt 15:21-28). Cuando los escribas y fariseos le llevan a Jesús una mujer que había sido sorprendida en adulterio, insistiendo que fuera apedreada según la ley de Moisés, pocas son las palabras de Jesús: “Aquel de ustedes que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. A sus palabras, todos se fueron, entonces Jesús le dice: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. En los evangelios está el recuerdo vivo de la presencia de Jesús en la casa de Marta y María, como un recuerdo de gran amistad y fidelidad (Lc 10: 38-42; Jn 11:1). Hay más mujeres que hombres a los pies de la cruz, y ellas son las primeras testigos de la Resurrección.
Las mujeres están presentes de manera sustancial en la Encarnación y en la Redención.
Conclusión
La bondad del Señor para su pueblo ejemplifica la realidad de la dignidad humana de cada ser humano. Desde el principio, mujeres y hombres fueron hechos a “imagen de Dios”, y gracias a la Encarnación todas las mujeres y hombres están invitados a participar de la vida trinitaria de Padre, Hijo y Espíritu Santo. †
LAS MUJERES DE LA BIBLIA
- Las mujeres de la BibliaLos acontecimientos bíblicos no tienen diferencias de sexo. Mujeres y hombres participan de los momentos más significativos de la historia de la salvación. Cuando nos proponemos conocer a las figuras bíblicas para aprender de los éxitos o errores de nuestros predecesores en la fe, nos damos cuenta que tenemos mucho que aprender del testimonio de las mujeres de la Biblia.
Revista Odisea Cristiana – Agosto 2015
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