Por Ted Johnston
Tanto críticos como investigadores muchas veces cuestionan un dogma central de la creencia cristiana: que Cristo fuera plenamente Dios y plenamente hombre. Algunos dicen que Jesús fue un hombre excepcional, pero no Dios. Otros dicen que era Dios y que solo parecía ser humano. Otros insisten en que era un ángel encarnado. Otros afirman que solo llegó a ser Dios al momento de su resurrección. Estas y otras opiniones que niegan la plena divinidad y la plena humanidad de Jesús distorsionan el testimonio de las Escrituras. Es más, niegan la base misma de la salvación: que Dios vino en carne humana para salvarnos.
Jesús es plenamente Dios
Una declaración temprana de la fe cristiana dice que «Jesucristo es el Señor» (Romanos 10:9). Aquí vemos dos verdades acerca de Jesús. La primera, que es el Cristo, un título equivalente al termino hebreo para Mesías, que significa ‘el Ungido’. Al llamarlo Cristo, los primeros cristianos reconocieron que Jesús era superior a cualquier ser humano (ver Marcos 8:27-30) y que era el enviado de Dios para salvarnos.
La segunda, que aunque en el pensamiento judío el Mesías podía ser un hombre importante, los cristianos llamaron a Jesús «Señor» (Kirios en griego). Este termino fue usado en las traducciones griegas del Antiguo Testamento para el nombre personal de Dios (YHWH en hebreo).
Tanto los judíos como los cristianos rehusaron llamar al emperador romano Señor porque este era un título dado solo a Dios. Y Jesús fue llamado Señor.
En Filipenses 2, se dice de Jesús que «existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse» (vers. 6), y que debe ser adorado como Señor: «para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla… y toda lengua confiese… que Jesucristo es Señor» (vers. 10-11).
Esta declaración es tomada de Isaías 45:23, donde Dios habla de sí mismo. Solo Dios puede ser adorado, y cuando los cristianos llamaron a Jesús Señor, proclamaron que él era Dios.
El Nuevo Testamento continuamente insiste en que Jesucristo es Dios. Era Dios antes de nacer en la carne: «En el principio era el Verbo… y el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Después de su nacimiento humano, continuó siendo Dios. En la tierra, Jesús perdonó pecados (Marcos 2:5-7), algo que solo Dios puede hacer. Clamó ser divino (Juan 8:58) y, por lo tanto, igual a Dios (Juan 10:28-30). Esas declaraciones lo llevaron a ser acusado de blasfemia (Mateo 26:63-66) y lo llevaron a la muerte por crucifixión.
Después de su resurrección, continuó siendo Dios. Tomás llamó al Jesús resucitado «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28). El autor de Hebreos, citando el Salmo 104, dice de Jesús: «Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos» (Hebreos 1:8).
Jesús es plenamente humano
El Nuevo Testamento también insiste en que Jesús fue humano en todo aspecto de su ser, aunque sin pecado (Hebreos 4:15). Juan escribió: «El Verbo se hizo carne» (Juan 1:14), y en sus epístolas, Juan atacó la negación de la humanidad de Jesús como una herejía de origen demoniaco (1 Juan 4:1-3; 2 Juan 7-11).
En los Evangelios, vemos a un Jesús que obra dentro de los confines de la carne humana. Nació de mujer y creció en una familia humana. Sintió cansancio y hambre. Al final de su vida, sufrió el dolor tortuoso de la crucifixión, clamó de manera humana: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mateo 27:46).
Que Jesucristo sea plenamente humano es de gran importancia para nosotros. Esta verdad nos dice que para salvarnos, Dios se convirtió en uno de nosotros. Al hacerlo, no abandonó su divinidad (pues solo Dios puede salvarnos), sino que se cubrió plenamente de humanidad.
Esta naturaleza dual de nuestro Salvador continúa ahora que intercede por nosotros en los cielos: «Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5). Así que las Escrituras implican que Jesucristo continúa siendo plenamente Dios y plenamente hombre, ahora Dios en carne humana glorificada. Este es un gran misterio de la fe cristiana. Un gran misterio y una verdad esperanzadora. Pablo escribe: «Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: [el gran misterio de nuestra fe] él fue manifestado en la carne» (1 Timoteo 3:16).
Aquí Pablo enumera creencias cristianas fundamentales partiendo de la encarnación de Cristo (venir en carne humana). Que Jesús es tanto Dios como hombre es un misterio que sobrepasa nuestra capacidad limitada. Sin embargo, no hay otra explicación que sustente todo lo que las Escrituras dicen sobre Jesucristo. Entender esta verdad esencial es algo más que un ejercicio intelectual. Implica apreciar la gran profundidad del amor que Dios tiene por nosotros.
Jesús, concebido por el Espíritu Santo en el vientre de una mujer (Mateo 1:20), fue la unión de Dios y la humanidad con el propósito expreso de proveer un Salvador para nosotros. Este Salvador tendría una cualidad única y vital: sería Emmanuel, que significa «Dios con nosotros» (vers. 22-23). En verdad, él fue plenamente Dios y, sin embargo, de manera increíble y gloriosa, estuvo «con nosotros» al ser plenamente uno de nosotros. Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre.
Defender la Verdad
Con el transcurso de los siglos, los líderes de la iglesia cristiana han sido retados a defender la verdad de la naturaleza dual de Jesús contra creencias contrarias. Cualquiera que haya sido el reto, el Espíritu Santo ha dirigido la iglesia de regreso a la verdad de las Escrituras que Jesús es plenamente Dios y plenamente humano. El concilio de la iglesia en Calcedonia en el año 451, produjo una de las más completas declaraciones sobre esta doctrina. Dice en parte:
«Nuestro Señor Jesucristo es uno y el mismo Dios, perfecto en divinidad y perfecto en humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre… Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, manifestado en dos naturalezas sin confusión, cambio, división o separación. La unión no destruye la diferencia de las dos naturalezas, al contrario, las propiedades de cada una se mantienen y las dos están unidas en una persona» (Citado en la Historia del Cristianismo, volumen 1, por Justo L. González, Harper, San Francisco, 1984).
Aunque la declaración usa lenguaje que nos puede ser poco familiar, una lectura cuidadosa muestra que resume bien la verdad de las Escrituras sobre un tema de grandes consecuencias para todos los creyentes. La naturaleza dual de Cristo: plenamente Dios y plenamente hombre.
—plenamente Dios y plenamente humano— Isaías 9:6; Mateo 11:27; 16:16; Marcos 2:5-7; Lucas 5:20-22; 9:20; Juan 1:1; 1:14; 2:19, 21; 3:13, 31; 5:18; 6:38; 8:58; 9:38; 10:17; 10:30; 13:3; 14:9; 14:23; 16:15; 16:28; 17:8; 17:21-23; 20:28; Romanos 9:5; 1 Corintios 10:3-4; 15:47; 18:4-6; 2 Corintios 8:9; Filipenses 2:5-11; Colosenses 1:15-17, 19; 2:9; 1 Timoteo 1:17; 2:5; Tito 2:13; Hebreos 1:2-3, 8-11; 2:7, 9, 14, 16; 13:8; 1 Juan 5:20; Apocalipsis 1:8, 17; 2:8; 3:14. Plenamente humano… Mateo 1:1, 18-25; 4:2; 26:38; Lucas 1:26-38; 9:58; 22.44; Juan 1:14; 11:33-35; 19:28, 34; Romanos 9:5; 1 Corintios 15:3; Gálatas 4:4; Filipenses 2:5-11; 1 Timoteo 2:5; 3:16; Hebreos 2:14-15, 17-18; 4:15; 10:5; 1 Pedro 2:24; 1 Juan 4:2; 2 Juan 7. |
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