Jesucristo de "una sustancia con el Padre"

HISTORIA ECLESIÁSTICA

—El Concilio de Nicea, Mayo-Agosto, 325 D. C.

Mayo 20, 325 fue una fecha clave en la historia de la iglesia cristiana. El primer concilio cristiano internacional fue convocado en Nicea, una ciudad en lo que hoy es el noroeste de Turquía.

El concilio trató con cierto número de asuntos, tales como la controversia concerniente a la fecha para celebrar la Pascua Florida.  Sin embargo, la razón más importante fue para dialogar sobre la naturaleza de Jesucristo. Los escritores apostólicos no habían descrito sistemáticamente la relación de Jesucristo con el Padre, de una manera teológica o formal.
Quizás el tema ni siquiera hubiera surgido si no fuera por la influencia de la filosofía griega en el imperio romano, y en algo del pensamiento cristiano. Para los griegos, el Dios perfecto era incambiable y no podía tener nada que ver con una humanidad defectuosa o nuestro mundo material que es cambiable y corruptible. Algunos cristianos empezaron a pensar sobre Dios en la misma manera, es decir, que Dios era inmutable, impasible y fijo en Su ser.
A principios de los 300’s, un hombre llamado Arrio era un presbítero popular en Alejandría, Egipto. Él enseñaba que el Logos o Palabra, que vino a encarnarse como Jesucristo, era un ser emanado únicamente y altamente exaltado. La enseñanza de Arrio empezó lo que al principio fue una disputa local en la iglesia de Alejandría entre él mismo y su obispo, Alejandro. Pero los obispos fuera de Egipto pronto empezaron a ponerse del lado de Arrio contra Alejandro. En los años 318 al 320 la lucha entre los dos puntos de vista se hizo abiertamente pública.
Mientras Arrio incluía a la Palabra en el orden creado, Alejandro colocaba a toda la creación en un lado y al Padre y la Palabra eterna en el otro. Mientras que el lema de los arrianos respecto al Logos era “hubo cuando él no existió”, Alejandro enseñaba que “la Palabra existía eternamente con el Padre”.
El emperador Constantino pidió un acuerdo, pero la controversia continuó con furia. El emperador envió cartas a los obispos cristianos a lo largo del imperio, pidiendo que ellos vinieran a Nicea para resolver el tema de debate. Entre los más prominentes en el concilio estaban, Alejandro de Alejandría, el principal oponente de las enseñanzas de Arrio, y Eusebio de Nicomedia, el principal vocero a favor de la posición arriana. Entre los asistentes estaba un joven diácono, Atanasio de Alejandría. Mientras que él no pudo participar por no ser obispo, el concilio formó el preludio para su papel central, al más tarde articular la confesión trinitaria de la iglesia.
La mayoría de los obispos sintieron repugnancia ante la idea de que se pudiera pensar de Jesucristo, en lo que para ellos terminaba siendo un ser creado. Cuando ellos adoraban a Cristo, ellos no adoraban a una criatura—adoraban a Dios. No fueron salvados por un ser creado, sino por Dios. Los obispos procedieron a articular una declaración de fe concerniente a lo que ellos creían acerca del Hijo de Dios. Ellos querían que la declaración absolutamente excluyera las afirmaciones de Arrio que decían que el Logos era un producto de la voluntad de Dios, en vez de la misma esencia de Dios.
Los obispos escribieron en sus declaraciones que Jesucristo era “Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de una sustancia con el Padre”. Una frase clave fue “de una sustancia”, que traduce la palabra griega homoousios. Esto significa que lo que Dios es en Su esencia, Jesucristo el Hijo de Dios lo es también.
Eventualmente todos los obispos, excepto dos, firmaron la declaración del credo, creyendo que contenía la antigua fe de la iglesia apostólica y de que era un reflejo preciso de la verdad de la naturaleza de Dios a la cual señala el Nuevo Testamento.
La deidad del Espíritu Santo no llegó a ser discutida en Nicea. Los dos obispos que se opusieron a la declaración fueron depuestos y exiliados. Arrio y sus escritos fueron también anatematizados y él fue exiliado a Iliria. Sin embargo, la controversia continuó hasta el concilio de Constantinopla en 381, cuando el credo niceno fue ratificado de una vez por todas.
La declaración del credo de Nicea respecto a la divinidad de Cristo y su existencia co-eterna con el Padre, formó la base del credo niceno, que después del 381 llegó a ser la declaración aceptada de la confesión de la iglesia acerca del ser y la naturaleza de Dios.

Autor: Comunión de Gracia

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