Nuestro deseo por Dios no se originó con nosotros. Nosotros no iniciamos la posibilidad de esta relación. La Trinidad hizo posible y encendió el deseo dentro de nosotros. Nosotros no iniciamos esta relación. Es Dios quien nos invita a unirnos a la relación trinitaria que ya está ocurriendo. El Dios trino nos invita a compartir la intimidad con Él y nos llama a entrar en la comunión de su amor. El dinamismo de la reciprocidad y auto entrega continúa eternamente en el ser de Dios, y nosotros somos atraídos para participar.
Orar es unirnos a una conversación que ya está ocurriendo entre Padre, Hijo y Espíritu. El Espíritu nos llama a participar en la relación de intimidad entre el Padre y el Hijo y bailar en el baile que ya comenzó. En la oración en esta tierra, nos unimos al baile y empezamos a experimentar el movimiento y la interacción de las personas trinitarias.
– Clark Pinnock