«¡He visto al Señor!»– Juan 20:18
Es fácil no entender la Resurrección. En medio de todas las tradiciones conocidas podemos perder de vista la afirmación sencilla y sorprendente que es el corazón de la Resurrección: uno que había muerto volvió a la vida.
Así pasa hoy día. Decimos que Cristo ha resucitado, que está presente cuando la iglesia se reúne. Pero ¿qué significa eso para nosotros? ¿Qué pasaría si realmente creyéramos las cosas que decimos el Día de Resurrección?
La vida nueva de Cristo significa que somos libres. La muerte es casi lo peor que nos puede ocurrir, y si no le tenemos que temer a la muerte no le tenemos que temer a ninguna otra cosa. Somos libres para vivir como Dios nos llama a vivir.
La vida nueva de Cristo significa que el amor de Dios es más fuerte que todo el mal en el mundo. Todas las fuerzas del miedo y el mal lo peor que pudieron hacer fue crucificar a Jesús. Pero la vida y el amor tienen la última palabra. Sabemos que el poder de Dios es real.
La vida nueva de Cristo significa que podemos llevar a cabo la obra de Dios. Después de la Resurrección Jesús estuvo con sus seguidores por algún tiempo, y luego les encargó seguir siendo sus manos y pies en el mundo. Podemos ayudar a sanar el mundo en nombre de Cristo, no con nuestras propias fuerzas, sino con la fuerza de Dios. Hacemos todas estas cosas no para quedar bien con Dios sino porque ya estamos de lado de Dios. Nosotros no hacemos las cosas para agradar a Dios sino para celebrar lo que Dios ya ha hecho por nosotros.
En este tiempo de Resurrección, vivamos todos sin miedo, como creyendo lo que decimos. ¡Ha resucitado! ¡Aleluya! ¡Aleluya!